Revista Dedal de Oro N° 60
Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 60 - Año X, Otoño 2012
SABIDURÍA POPULAR
FENÓMENOS PARANORMALES II
Gastón Soublette

-Musicólogo. -Maestro en cultura mapuche, filosofía oriental, arte medieval, simbología en cine y sabiduría popular. -Docente en la Universidad Católica de Chile.

En nuestro artículo anterior (Ver artículo) nos referimos a la explicación científica que Karl Gustav Jung y su escuela dan de los fenómenos así llamados "paranormales". No digo "causa", sino explicación, porque justamente la explicación consiste en la suspensión del principio de causalidad.

El mecanismo por el cual un contenido del inconsciente colectivo se proyecta en el acontecer objetivo es un abismo lógico -por así llamarlo- mediante el cual un hecho o acontecimiento puede ser protagonizado u observado por un sujeto, sin que pueda discernirse una causa proporcionada que lo haya provocado. Tal fue el caso clásico del "escarabajo de oro", mencionado en un texto anterior de esta revista. Así, si una persona en el curso de una terapia psiquiátrica para curarse de una neurosis depresiva, le dice a su médico (Jung en este caso) que soñó que le obsequiaban un escarabajo de oro, el médico (experto en símbolos oníricos del inconsciente) deduce que desde el inconsciente esa persona ha recibido un mensaje simbólico de su próxima curación, pues el escarabajo de oro es un símbolo antiguo de resurrección (VER RECUADRO A LA DERECHA). Pero que al decir eso el paciente se vea enfrentado a la misteriosa aparición real del insecto con que soñó, eso es un fenómeno paranormal, típico. Lo paranormal del caso no es el sueño, sino la presencia inesperada del objeto soñado sin causa discernible en cuanto a la significación del hecho.

Jung insiste en que lo que se materializa en el acontecer objetivo tiene relación con los arquetipos que constituyen el repertorio de contenidos del inconsciente colectivo, aunque la experiencia revela que esa transferencia a la realidad no se limita solo a esos contenidos arcaicos, porque también ocurre con los contenidos del inconsciente personal.

El inconsciente colectivo, en realidad, no nos pertenece. Somos nosotros los que pertenecemos a él por memoria genética. En cambio, el inconsciente personal nos pertenece, y como Freud lo afirmaba, ha sido formado por todas las experiencias psíquicas que hemos sepultado en la inconsciencia por diversas causas, aunque todas convergen en el deseo de evitar que ciertos aspectos de nuestro ser estén presentes en nuestro pensamiento y en nuestros sentimientos.

En este artículo voy a narrar una experiencia de ese tipo, en la cual, a diferencia del escarabajo de oro y los pájaros avistados con motivo del fallecimiento de una persona que nos es querida y cercana (VER ARTÍCULO EN DEDAL DE ORO ANTERIOR, Nº 59), la transferencia del contenido inconsciente al acontecer objetivo se produjo sin relación con esa herencia milenaria de imágenes simbólicas.

El hecho está referido a la mala costumbre que ciertas madres tienen de decirles a sus hijos pequeños, por broma, que ella no es su verdadera madre, que lo recogieron en una población de gente muy pobre, o peor aún, de un tarro de basura. El suscrito fue víctima en su infancia de una broma como esa. Recuerda que su madre se lo dijo en varias ocasiones, agregando que su verdadera madre vivía en una población de los cerros de Valparaíso, y que cuando cumpliera cierta edad (17 ó 18 años) ella vendría a buscarlo.

A juzgar por el hecho paranormal que esta experiencia de la infancia pudo provocar después, se deduce que la broma inconscientemente fue creída por el niño, aunque sepultada luego en el inconsciente (personal). El hecho paranormal es que cuando el suscrito tenía cincuenta años, una pobladora del Cerro Cordillera de Valparaíso entró en su departamento de la Avenida Holanda, en Santiago, conversó con su madre y ésta, en medio de la conversación, le dijo a la desconocida: "Cuando yo muera, ahí tiene a su hijo".

La señora madre por esos tiempos tenía 85 años de edad y estaba en posesión normal de sus facultades mentales. Así y todo, ella, interrogada posteriormente sobre el porqué dijo eso a una mujer desconocida que entró en su casa, no supo responder, pero no porque no conociera la causa, sino porque no tenía conciencia de haberlo hecho.

La pobladora en cuestión fue conocida por el suscrito en una de sus correrías por los cerros de Valparaíso tomando fotografías. Las circunstancias del encuentro se deben a un accidente sufrido por un joven acompañante del suscrito, quien en una fiesta de los obreros estibadores del puerto de Valparaíso bebió "chupilca" más allá de la medida y sufrió una intoxicación alcohólica hasta el punto de entrar en estado de coma. El accidentado fue trasladado al patio interior del colectivo antiguo del Cerro Cordillera. Los pobladores se reunieron en torno a él y nadie atinaba sobre el modo de socorrerlo. Hasta que del tercer piso del vetusto edificio bajó una señora de cierta edad (70 años) y haciéndole masajes en la parte posterior de la nuca y el cuello y respirando rítmicamente con la mirada fija en él, logró sacarlo del estado de coma. Luego, llamó una ambulancia que lo llevó al servicio de urgencia del hospital Van Buren, donde le hicieron un lavado interior.

GIRL ON A RED CARPET, DE FELICE CASAROTI


El encuentro con este ser provocó en el suscrito una extraña experiencia de afecto y acercamiento. Todos los fines de semana, después de tomar fotografías, terminaba tomando onces con esta señora, cuyo nombre era Leonor.

Por la forma en que se desarrollaron los hechos, desde la distancia en el tiempo se puede deducir que el viejo trauma de la infancia comenzaba a manifestarse. La señora Leonor le dijo un día al suscrito que a ella algo le decía que ambos eran parientes... Una visita inesperada en el departamento de la señora Leonor preguntó si el suscrito era su hijo, a lo que ella respondió sin inmutarse: "Sí, él es hijo mío..." Luego vinieron los hijos del suscrito a conocer al personaje, y ella los recibió con la alegría y el afecto con que habría recibido a sus propios nietos.

A estas alturas de la insólita experiencia, el suscrito había extraído ya de su inconsciente todo el material traumático acumulado en la infancia, aunque nunca imaginó cómo la señora Leonor terminaría en su casa de Santiago en presencia de su madre para que ésta le transfiriera, de palabra, a su hijo, supuestamente recogido en la población del Cerro Cordillera en su más tierna infancia. El hecho se debió en apariencia a una causa insignificante. La señora Leonor vino a buscar un documento al Registro Civil de Santiago (cuando no había red digital), y por haber ido en la tarde le dijeron que volviera al día siguiente en la mañana. Ella no podía volverse a Valparaíso, por eso en una llamada telefónica de socorro que hizo ella, el suscrito le ofreció el dinero que necesitaba para alojarse en una pensión próxima a la Estación Mapocho. Fue así como esta señora entró en su casa, dramatizando sin saberlo el hecho de que algún día la verdadera madre pobladora vendría a buscarlo, según su señora madre se lo dijo cuando tenía cinco o seis años. El hecho de que la anciana de 85 años no haya tenido conciencia de haber hecho lo que hizo, es lo más determinante en su carácter de fenómeno "paranormal".

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