Una noche de luna llena los perros aullaban sin parar...
Los duendes son personajes que se esconden en la naturaleza y se mimetizan con ella. Hay quienes tienen la capacidad de verlos y sentirlos, y a otros deciden asustarlos… Los hay buenos, malos y juguetones. Conviven con nosotros y se burlan de no ser vistos. Muchos de ellos son enviados por el Diablo a husmear y a hacerle algunos favores en la tierra. En el Cajón del Maipo también deambulan, y fueron vistos a principios de 1900, vestidos de negro robando niños.
La casa era un ranchito que ya se caía. Tenía muchas rendijas que, a la aparición del sol por la mañana, dejaban ver destellos extraordinarios de luz, donde los niños jugaban pasando sus dedos para destruir las pequeñas pelusas que flotan entre la luminosidad. Tenía sólo dos habitaciones, una para dormir y otra que servía de cocina, donde se ha desarrollado la vida en el campo.
La familia era numerosa y acababa de nacer una niña. Dicen que cuando su madre la paría cantaron los gallos, los perros ladraron, y a lo lejos se oyó el canto de un pájaro que nunca más se ha vuelto a escuchar. La vieja partera se persignó cuando nació la niña que, a grito pelado, contaba a los angelitos que había nacido… Su pequeño cuerpo, aún mojado por las entrañas de la madre, mostró una marca; cuentan que era una luna blanca ensartada en su piel morena, allí, bien cerquita del corazón. La mamita la recogió en sus brazos y la amamantó, y mirándola estando al lado de su viejo esposo, dijo que se llamaría Amparo, porque así cuidaría de todos.
La bautizaron en la Iglesia de San José, vestida de blanco. Iba sólo con unos días de vida. En el rancho la mantenía acostada su madre dentro de un canasto, bien arropadita al lado del fogón… Desde su nacimiento, en la casa se oían ruidos extraños. La mamita hasta prendía hojitas de ajo pa' espantar los males.
Una noche de luna llena los perros aullaban sin parar. Ya todos estaban acostados y la guagua dormía junto a sus padres. El huaso sintió miedo, como si el corazón se le apretara, y prendió una vela pa' ver si se le espantaba el susto, y en eso ve que a su hijita se la llevaban. Entremedio de un portillo la tenían de las patitas.
Ella ni lloraba, contó. El hombre, sin saber qué le pasaba, corrió a agarrarla y, nombrando a Dios y a la Santísima Virgen, se la arrebató al mal… Todos los chiquillos y la mujer lloraban, y suplicaban para que el mal se fuera… Pasaron la noche en vela rezando pa' espantar a los duendes.
Al otro día, al aclarar, ensillaron un par de yeguas y partieron donde la "meica". Ella de sólo mirarla dijo que la estaba esperando, que en sueños se le había revelado esa niña, que Diosito la había mandado con un don especial: ella sanaría los males del alma y del cuerpo, eso sí, si es que lograba sobrevivir, porque el Diablo ya estaba enterado y se la quería llevar. La sabia mujer la santiguó y dijo a sus padres:
- Si esta niñita pasa el añito de vida, el diablo la va a soltar y va a poder cumplir con lo que Diosito le mandó. Si no, si se la roban los duendes, nunca más la verán; pero si se muere, el almita se volverá donde San Pedro, pa' esperar regresar a la tierra de nuevo.
Tristeza y silencio reinaban. Tenían que cuidar a la Amparo de todos los males: pero un desgraciado día la niña enfermó, y sin mayor espera dejó de respirar y sus ojos se cerraron para siempre. Todos lloraban su partida, pero las lágrimas se debían guardar, pa' no mojarles las alitas al angelito que se iba pa'l cielo.
Ordenaron la ranchita para velarla. Vino gente de todo el Cajón del Maipo a verla, mientras el cuerpecito estaba sentado en una silla adornado con alitas, muchas flores, y los ojos abiertos para que reconociera el camino pa'l cielo… Llena de flores estaba la casa, salía olor a cazuela que preparaban las vecinas, y a gloriao también. Se cantaron cuecas pa'l velorio del angelito y se bailó en su honor, sin darle la espalda a la niña, que llegaría al cielo a rogar por todos.
Dicen que todavía se espera en la zona su venida…
|