Revista Dedal de Oro N° 68
Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 68 - Año XII, Otoño 2014

CAVILACIONES

PESCA DE OTOÑO, UN APACIBLE REGALO DEL CAJÓN DEL MAIPO
ANTONIO GIL
"La pesca es un descanso para la mente, una alegría para el espíritu, una distracción para la tristeza,
un calmante para los pensamientos inquietos, un moderador de pasiones, una fuente de satisfacciones
que engendra hábitos de paz y de paciencia en todo aquel que la profesa y la practica".
Henry Wotton.
Paisaje con una parte del Río Maipo.

Es difícil saber si hay realmente una filosofía que empuja a los hombres a pescar o si, por el contrario, es la pesca la que nos va inculcando en lo más hondo y más íntimo del ser una particular manera de ver y sentir el mundo que nos rodea. Esta es una vieja pregunta que no ha encontrado respuesta todavía, ni la necesita. Lo cierto es que los pescadores de caña, con mosca seca, mosca mojada o "fierro", conforman una raza de seres ligados a una religión del agua, de la naturaleza, de la vida, de la astucia, del viento, del sol, a la que sería muy aconsejable integrar más adeptos cada día. Practicarla más, enseñarla al que se inicia, facilitar la pesca cuanto sea posible. Miren a su alrededor y verán que aquel pariente o conocido que sale de pesca es dueño de una templanza y una cierta lejanía poética, una leve filosofía, que lo hace distinto de quien caza o juega brisca.

Un pescador tiene horas y horas para pensar, para sentir el canto del agua, para sentirse una creatura más, rodeada de cientos de creaturas en mitad de este prodigio al que llamamos Naturaleza. El pescador sin duda adquiere su filosofía del destello de los esteros, del crepitar del agua en las piedras menudas, de toda esa vida que bulle en torno suyo, piquen o no piquen los peces.

En esta estación hechizada que es el otoño, las aguas tienen mejor nivel, son más transparentes y la pesca de truchas, en particular, se vuelve un deleite más que no nos podemos perder. El magnífico pez presiente la proximidad del invierno, con su consiguiente baja de alimentos, volviéndose un cazador "oportunista", lo que hace infinitamente mayor la posibilidad de sacar del agua un buen número de estas bravas gladiadoras. Aunque lo deportivo y aconsejable es soltarlas luego de atrapadas, como merecido premio a su gallardía y su belleza, tampoco es un pecado en caso alguno poner una que otra en la parrilla. No es un misterio que todos los ríos de la Zona Central tiene su auge en otoño. Ya se han ido los bañistas, los paseantes que hacen "patitos" con piedras planas ya estarán frente a su computador o su mesón de atención al público, y ha llegado, señores, la hora sagrada y poética de los pescadores de truchas.

No olvidemos que la temporada termina el 6 de mayo.

De modo que hay tiempo suficiente para subir a los esteros El Manzano, San José, Coyanco o El Sauce para entregarnos a la más apacible y reflexiva de las actividades: la pesca de otoño en el Cajón del Maipo. Un lujo japonés que todos podemos darnos, dada la cercanía de estos lugares maravillosos y lo simple de los aparejos requeridos. En lo personal, casi nunca sacamos nada del agua en ninguna parte del mundo en que lo intentamos, pero cada vez se nos vienen brincando a la mente unos tornasolados pensamientos que nadan luchando y haciendo cabriolas bajo la luz dorada de la mañana, mientras respiramos un aire mil veces más tonificante que el aceite de hígado de bacalao, en medio de esa tan necesaria soledad cajonina, que nos llena el alma de su olorosa quietud manchada de hojas de peumo y reflejos de cascadas y fogatas.

 
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