Nuestra idea inicial fue realizar algo en torno al agua y su ciclo, y fue precisamente a partir de esa idea que nuestro árbol comenzó a llenarse de ramitas, las que poco a poco fueron dándole forma a lo que sería nuestro proyecto final: "La Ruta del Agua". Todos nosotros, los que integramos y formamos parte de la señalada expedición, durante cuatro años estudiamos la carrera de "Ingeniería en Expediciones y Ecoturismo", cursando un plan común los cinco primeros semestres, para optar en los últimos tres, a una determinada especialidad. Finalmente, cuatro se decidieron por la especialidad de montaña y tres por la de navegación. Sin embargo, es importante destacar que, independiente de la especialidad que cada uno haya elegido, el Cajón del Maipo fue la escuela de los siete miembros de la expedición.
El Cajón del Maipo es el patio trasero de todos los santiaguinos, nuestro pulmón y un rincón verde que aún podemos aprovechar y disfrutar, pues queda a tan solo una hora de la metrópolis más grande de Chile, nuestra capital. El gran río Maipo atraviesa Santiago y nutre todo el sector, permitiendo la vida, la agricultura y múltiples actividades de turismo en la zona. Precisamente, a partir del inmenso cariño que sentimos hacia el Cajón y lo que este significa para nosotros, es que decidimos que la ruta de nuestra expedición consistiría en seguir el curso del río Maipo desde su nacimiento en las montañas hasta su desembocadura en el mar.
El comienzo de la expedición tuvo lugar en el Campus de Montaña de nuestra Universidad San Sebastián, ubicada en El Melocotón, Cajón del Maipo. Este fue nuestro centro de abastecimiento y descanso durante toda la excursión. El día 22 de noviembre partimos, muy energizados y entusiasmados, hacia lo que fuera nuestro primer objetivo: el volcán Maipo. Poco a poco nos fuimos internando cada vez más por el valle del río Maipo, atravesando por sectores tales como Los Queltehues y Las Melosas, hasta llegar al fundo de Gasco, lugar donde deben presentarse los permisos correspondientes a fin de poder ingresar al sector. La gente nos recibió muy amablemente; estaban muy contentos de constatar que se estaban realizando expediciones y estudios en aquel lugar que ellos protegen y preservan con tanto esmero.
Adentrándonos, nos sorprendimos con la belleza del entorno, realmente maravilloso, alucinante; como sacado de otro planeta. Formaciones rocosas prehistóricas y paisajes que iban cambiando durante todo el trayecto. Se nos hacía un poco difícil avanzar, ya que siempre teníamos deseos de fotografiar, capturar imágenes de aquel remoto lugar, y guardar testimonio de su belleza. Tras conducir un par de horas, nos encontramos con el retén fronterizo de Carabineros de Chile, la avanzada Cruz de Piedra, a quienes les exhibimos documentos que demostraban que nuestra intención era llegar al volcán Maipo y no cruzar a Argentina. Muy amablemente nos abrieron el paso y proseguimos la marcha. En este punto el camino se tornó tremendamente complicado y aventurero. Tuvimos que cruzar muchísimos ríos, donde el 4x4 fue indispensable. Muchas piedras y derrumbes, lo que no menguaba en nada la hermosura del paisaje, que cada vez se nos presentaba más alucinante.
Finalmente, llegamos hasta un punto donde ya no era posible seguir avanzando con los autos debido a la gran cantidad de nieve, por lo que optamos por empezar a caminar. Situados ya en las faldas del majestuoso volcán Maipo, anduvimos un par de horas hasta dar con nuestro primer objetivo: la laguna Nacimiento, lugar en el que nace el rio Maipo, principalmente por los deshielos provenientes del volcán. Eramos los únicos en el lugar, lo que hizo que nos sintiéramos muy privilegiados y agradecidos de poder disfrutar aquella noche durmiendo bajo un cielo estrellado y el volcán a nuestras espaldas, sin nadie más alrededor. Al día siguiente marchamos tranquilamente rumbo al campamento alto, donde pernoctamos la siguiente noche. El tercer día estuvo marcado por la "levantada" muy temprana, a fin de alcanzar nuestro siguiente objetivo: la cumbre del Maipo. Fue una jornada muy extensa y dura, en la que nos dimos cuenta de que estábamos completamente equivocados cuando pensábamos, antes de llegar a este sector, que el volcán podría ser el más fácil y accesible de los cuatro cerros propuestos (Maipo, San José, Marmolejo y Morado).
El volcán nos dio la bienvenida con ráfagas de hasta 100 km/h, las cuales en algún momento nos botaron, impidiendo que algunos pudiéramos seguir subiendo. Además de esta dificultad, el terreno no era amigable, pues era un acarreo eterno y agotador. Tres de nosotros tuvimos que descender a causa del fuerte viento y las temperaturas que eran cada vez más bajas. Cuatro de nuestros compañeros continuaron con la ascensión hasta el cráter; no obstante, tampoco pudieron llegar hasta la cumbre, debido al mismo viento reinante, que a mayor altura era aún más fuerte. Es necesario admitir que la mayoría de las veces retirarse cuesta muchísimo; sin duda es la montaña quien manda y debemos saber escucharla y hacer primar la responsabilidad ante todo, aprendiendo a dejar el ego de lado y saber cuándo posponer o desistir del ascenso. De todos modos, nos fuimos con el corazón contento y agradecidos de haber tenido la posibilidad de estar en un lugar tan maravilloso y enriquecedor, con la tranquilidad de haber logrado nuestro objetivo principal: llegar al lugar exacto del nacimiento el río Maipo.
Tras estos tres días, nos dirigimos al hogar de Paola e Ignacio, dos viñamarinos que crearon su emprendimiento en el pueblo Lo Valdés, el hermoso Refugio Placa Roja, y que fuera nuestro lugar de descanso y orden entre las etapas de la expedición en la zona montañosa del Maipo. Al llegar, solo se encontraba Ignacio, quien nos recibió amablemente, ofreciéndonos una habitación donde pudimos dormir los siete en perfectas y cómodas condiciones. El Refugio Placa Roja es un lugar muy acogedor, donde a lo largo de todo el año llegan montañistas, escaladores y turistas de todas partes del mundo, atendida su buena ubicación y fácil acceso a lugares tales como el Valle del Morado, Valle de la Engorda, Cajón del Arenas, y sectores famosos de escalada como Placa Verde, Placa Roja, Punta Zanzi, entre otros. Ciertamente, este sector tiene tantos atributos que podríamos afirmar que se encuentra en el mismo rango de lugares como los Alpes europeos o las Rocosas de Norteamérica. Es un paraíso para todos los que amamos la naturaleza, la montaña, la escalada, el trekking, y en él se puede practicar todo tipo de deportes de montaña, rodeados de naturaleza y geografía únicas.
Asentados en este lugar, estuvimos un par de días descansando, reponiendo energía y organizando lo que sería nuestra próxima ascensión: el volcán San José y Marmolejo, travesía que estimamos se prolongaría aproximadamente por siete días. Nos decidimos finalmente a realizar esta ascensión, porque este volcán, junto al Morado, conforman tres cerros de gran importancia para el río Maipo. En este lugar nacen los grandes afluentes del río Volcán, el que a su vez constituye el principal afluente del Maipo. Estos dos ríos se unen a la altura de Romeral, localidad ubicada a 73 km al interior del valle.
Tras cargar las mulas en Baños Morales, con Lucho (el arriero), partimos rumbo al campo base: Refugio Plantat. Nuestra tribu de siete de pronto aumentó, ahora éramos ocho; Rupert, un alemán que encontramos viajando por Chile para practicar montañismo se nos sumó a la expedición, acompañándonos a lo largo de toda la travesía San José – Marmolejo.
Llegamos ese día al refugio, alrededor del mediodía. Ahí pasamos la primera noche, descansando y disfrutando de rica comida. Posteriormente armamos dos campamentos más arriba, a 4400 msnm y 5100 msnm respectivamente, ello para aclimatarnos mejor y prevenir cualquier tipo de fatiga o mal de altura.
El cuarto día desarmamos campamento y emprendimos rumbo con todo nuestro equipo a la cumbre norte del San José, para descender luego al portezuelo, que conecta con el Marmolejo, y armar campamento ahí. Fue una jornada larguísima y agotadora; el cruce del glaciar nos dejó a todos muy cansados, pese a lo cual logramos llegar al portezuelo y luego a la cumbre del volcán. Lamentablemente, arriba el cielo se tapó y nada indicaba que el Marmolejo nos daría la pasada. Decidimos bajar nuevamente al portezuelo para llamar por fono satelital a Pato Urzúa, nuestro profesor y amigo de la cordada, quien nos informó del pronóstico, el cual era bastante desfavorable. Efectivamente, se preveían vientos de 100 km/h y bajas temperaturas. Debo decir que este fue uno de los momentos tensos en la expedición. Había que abandonar el Marmolejo y descender al campamento nuevamente. Experiencias como estas dejan en evidencia nuestra actitud, que tiende a ser muchas veces individualista, llevándonos a encerrarnos en lo que pensamos. Sin embargo, la montaña y momentos como estos nos enseñan a pensar en grupo y en comunidad; así verdaderamente, es como sobrevivimos y podemos disfrutar de las bondades de la vida. Esa noche fue maravillosa. Beto y yo decidimos sacar nuestros sacos de dormir y así apreciar en toda su magnitud el atardecer y la noche estrellada. Es realmente mágico observar el cielo y constatar cuánta vida hay allá arriba. Debemos darnos el tiempo de vez en cuando de observar ese misterioso techo que nos cubre y acompaña día a día. Doy gracias por haber podido vivir ese momento junto a una gran compañía y conversación. ¡Gracias, Beto!
Al día siguiente bajamos hasta el campus de la USS, en El Melocotón. Ahí descansamos y organizamos nuestra última etapa de montaña, el Morado. Permanecimos dos días ahí, disfrutamos del sol y calor, pasándolo en el río.
Se nos acercaba la parte quizás más difícil y técnica de las ascensiones. El Morado es un cerro conocido por sus aludes y difícil acceso, y es frecuente que de un minuto a otro se cubra y tape completamente, ante lo cual nada se puede hacer. En consideración a estas condiciones, decidimos que solo tres de nosotros efectuarían la ascensión, permaneciendo el resto en el campo base, en la Laguna de El Morado. Tras una larga y a ratos tensa conversación, acordamos que fuésemos Nicolás, Domingo y yo quienes intentaríamos subir el cerro.
Acto seguido, luego de una caminata de aproximadamente una hora, llegamos al campo base en la laguna. Es un lugar maravilloso, en el que el paisaje cambia constantemente. La gran cantidad de glaciares que nos rodeaba daba la impresión de que se trataba de algún lugar de la Patagonia. Este es un lugar emblemático del Cajón del Maipo. Durante todo el año llegan miles de turistas a disfrutar de los encantos del sector. Así como también, montañistas a escalar cumbres tales como las de El Morado, Mesón Alto, Yamacawa, Loma Larga, entre muchos otros. En época de invierno es muy visitado también por esquiadores de todo el mundo, los que vienen principalmente a practicar Randoneé y Esquí de montaña. Son ellos mismos quienes aseguran que este sector es uno de los mejores para realizar estos deportes. Se despiden del lugar felices por la excelente calidad de la nieve y laderas para esquiar.
Esa misma noche comenzamos el ascenso al cerro. Alrededor de las 02:00 a. m. ya nos encontrábamos caminando, para evitar de esa manera el sol y los posibles derrumbes que él pueda ocasionar. Logramos una bonita ascensión hasta el CA a los 4000 msnm, acompañada por una maravillosa vista al valle de El Morado y de un amanecer mágico.
Al día siguiente también nos levantamos de madrugada para intentar la cumbre. Fue una mañana increíble. Primero cruzamos el glaciar y luego nos montamos por algunas canaletas hasta llegar al filo que conecta con la cumbre. Ya había amanecido cuando llegamos; la nieve estaba muy blanda, por lo que tuvimos que hacerlo rápido y con harta precaución. Finalmente logramos llegar a la cumbre, la que sin duda fue una de las más hermosas en la que he podido estar en mi vida. Pernoctamos en el CA nuevamente esa noche, pues era muy arriesgado descender debido a las condiciones de la nieve, y fue justamente así como la montaña nos sorprendió; nos despertamos en la madrugada con un ruido que daba la impresión de estar nevando, lo que efectivamente así era. No podíamos creer que nos hubiéramos acostado con un cielo despejado y con un sol radiante, y ahora tuviéramos que arrancar de la tormenta. Tuvimos un frío y peligroso descenso. Cuando se asomaba el sol, este derretía la nieve recién caída y comenzaban los derrumbes. Sonaban tan fuerte y tan cerca, que todas las maniobras las hicimos lo más rápido posible para no seguir exponiéndonos. Afortunadamente la montaña nos permitió llegar sanos y a salvos al CB, donde nuestros compañeros nos esperaban, un tanto preocupados.
Después de ordenar todo, bajamos de regreso a la USS. Los cuatro compañeros que no ascendieron al Morado, bajaron todo su valle hasta el sector de Choribulder, en MTB.
De este modo concluyó la primera etapa de la expedición; el nacimiento del Maipo. En los siguientes días realizamos el descenso del río en balsa y kayak, y luego el pedaleo en bicicleta hasta el sector de San Antonio, donde realizamos un buceo en las profundidades del mar porteño.
El propósito principal de esta expedición era mostrar las riquezas que el río trae consigo, los paisajes del Cajón del Maipo, únicos en el mundo, con el consiguiente privilegio de tenerlo tan cerca, constituyendo -como se dice- "el patio trasero" de la capital del Chile, en la que viven aproximadamente siete millones de personas. El río nutre las tierras de la Región Metropolitana y es un espacio natural lleno de vida. Nos regala además su inconmensurable belleza, el ruido de los pájaros, el sonido del viento y las aguas de sus ríos.
Solo nos resta apelar a la conciencia para que cuidemos el valle, que nos permite escaparnos del ruidoso mundo de la ciudad, que nos nutre de vida, de agua pura proveniente de sus glaciares que maquillan sus altas montañas, y esencialmente, de amor a todos aquellos que queremos.
¡¡¡¡El Cajón es Vida!!!!
¡¡¡Gracias por tanto!!!
NINOLE PORTER EKDAHL,
estudiante de Ingeniería
en Expediciones y Ecoturismo,
UNIVERSIDAD SAN SEBASTIÁN.