En una de nuestras incursiones al Cajón del Maipo, en el sector de Lagunillas, obsevamos en en el área oriente, amplios cajones cordilleranos de una belleza extraordinaria, matizados por praderas de verdes colores y un sinfín de riachuelos; lo que da lugar a que en tiempos pasados cumplieran con las características perfectas para el desarrollo de culturas precolombinas y asentamientos indígenas.
El lugar de referencia para este relato es precisamente el sector llamado "Tres Esteros", cuyas características en el plano geográfico es donde convergen tres riachuelos de distintas quebradas, dando vida al hermoso estero "San José". Siguiendo el curso de este, nos encontramos con un gran valle pedregoso, observándose desde lo alto y a simple vista en el centro del mencionado valle, un gran círculo de piedra empircado, a una altura aproximada de un metro veinte centímetros, con una sola entrada, parecido a una medialuna campesina en cuanto a sus dimensiones. Con respecto a la antigüedad de la construcción de esta gran obra o señalización, no se logró precisar con las investigaciones realizadas a los más antiguos lugareños del sector en cuestión (foto superior).
Más abajo, siguiendo el curso de las cristalinas y torrentosas aguas del estero "San José" a comienzos de la primavera, nos encontramos con una verde planicie sobre una colina de baja altura, amplia, donde en la parte central descubrimos una segunda señal, construida de rocas y piedras en forma de triángulo, cuyo vértice mas alargado apunta perfectamente a un gran caletón (caverna) alargado (foto inferior, el círculo muestra la entrada de la caverna), ubicado en la ladera sur oriente de este legendario estero.
Esta caverna está emplazada bajo una roca de proporciones gigantescas. Al interior de este caletón detectamos gran cantidad de osamentas de origen humano, cráneos y extremidades "totalmente trituradas", formando una franja de restos óseos a lo largo de todo su fondo perimetral; sorprendiéndonos de manera impactante la naturaleza del particular hallazgo, ocurrido en enero de 1975, y en cuya expedición participaban: Hernán, Pedro, Alfredo y César; montañistas clásicos e investigadores de restros y vestigios del pasado.
Cabe señalar que, producido el hallazgo, no se pudo informar a los respectivos organismos de investigación arqueológica y antropológica, debido a los difíciles momentos por los que pasaba nuestra patria. Este evento podría haber dado lugar a que las osamentas encontradas por nosotros no fueran de índole arqueológica, sino recientes. Por ello, el equipo de montañistas lo mantuvo, durante varios años, en reserva absoluta entre sus integrantes.
Seguiremos informando en la próxima edición. (Ver continuación en DdO 68)