Otro dieciocho tan lejos
de mi patria allá quedada
solita y abandonada por mí,
pero nunca olvidada.
¡Ay!, ¡son muchos los recuerdos!
Siempre los caminos largos
y los senderos
estrechos, mezquinos en el ancho
pero generosos en sus huecos
para esconderse a dormir
profundamente
en una pausa robada
antes de llegar al rancho.

Ríos no hay que yo olvide
de los grandes, inmensos.
Una colina por allí perdida
como dejada olvidada,
y por otro lado
haciéndole sombras tempranas
a otra nación también generosa
y tampoco olvidada.
Sol que me deslumbraste,
sol que acariciaste mi piel,
insectos que me picaron
y me confundieron en mis jóvenes años
con la aromática miel...

Nubes por allí
que me sorprendieron
en un codo del camino
de arbustos y flores bordado
donde para besar a esa chica linda
me escondí, tímido y avergonzado.

Vientos que cerraron el día
y nos forzaron a ir a la ruca
sin ninguna alegría.
Y de muy mala gana.

Dejemos los panoramas.
Donde en pensamientos
me hallo.
Vamos a las gentes que amé,
abuelos, padres y tíos,
maestros de la escuela.
Y a los grandes profesores del liceo
su nombre lo callo…
Buenos hasta el aburrimiento
y créanme, amigos; a vosotros también
que no les miento.
La cuadrilla, mejor dicho la caterva
también se quedó
esperando mi regreso.

Los más jóvenes, unos pocos,
todavía viven recordando
al colega que se fue
¡de puro leso!

¡Otro dieciocho! ¡Amigos!
Sólo con cuecas imaginadas
en esta mente de viejo,
que ya soy
unos vasos de tintolio y del otro
y algunas empanadas
con sus aromas me acompañan.
Otro dieciocho tan lejos
de mi patria allá dejada.