Revista Dedal de Oro N° 63
Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 63 - Año XI, Verano 2013
PALABREANDO
LENGUAJE POLÍTICAMENTE CORRECTO

VANIA RÍOS MOLINA, PROFESORA DE HISTORIA, EDITORA DE TEXTOS DE DEDAL DE ORO.

Hace algún tiempo, en esta misma revista me tocó referirme a los eufemismos, palabras utilizadas para suavizar expresiones cuya vocalización se considera malsonante o chocante. Para clarificar el término recuerdo haber abordado además a su contraparte, los disfemismos, expresiones más desagradables que lo nombrado, y que tienden a rebajarlo de categoría. Por ejemplo, un eufemismo de la palabra prostituta sería: "mujer que ejerce el oficio más antiguo del mundo", y un disfemismo sería: "car'e catre".
Una extensión del eufemismo es el llamado lenguaje políticamente correcto. Se trata de un "invento" de finales del siglo XX que corresponde a una retórica plagada de "consideraciones hacia el otro", que pretende no ser ofensiva con nadie, ya sea persona o entidad. Su principal característica es la no discriminación por sexos y razas, ya sea en cuanto a las palabras como en cuanto a las actitudes.
La abogado da paso a la abogada y la fiscal a la fiscala, la médico a la médica y la concejal a la concejala. Los niños de la clase pasan a ser los niños y niñas de la clase o, más específicamente, los/as niños/as de la clase; y los C.P.A. (Centro de Padres y Apoderados) pasan a ser los C.P.M.A. (Centro de Padres, Madres y Apoderados/as).
En el momento de mayor apogeo de este fenómeno lingüístico no era raro leer escritos tales como: "Distinguidos/as padres/madres: Convocamos la reunión para hablar juntos/as de nuestros/as hijos/as…".
En la actualidad ha surgido la utilización del símbolo "@" como sustitutivo de género al simbolizar la "a" y la "o" en una sola grafía. Da un toque de modernidad y evita el engorro de la repetición de letras y palabras.
Como curioso ejemplo de lo expuesto, he encontrado en la red, en el sitio www.1de3.es, un hilarante cuento escrito en este lenguaje políticamente correcto. Se trata de una nueva versión de Caperucita Roja, para deleite de todos/as los/as niños/ as políticamente correctos/as.

Cuadro de Jesús crucificado

CAPERUCITA ROJA

Érase una vez una persona de corta edad llamada Caperucita Roja que vivía con su madre en el límite de un bosque. Un día, su madre le pidió que llevara una cesta con fruta fresca y agua mineral a casa de su abuela, pero no porque lo considerara una labor propia de mujeres, atención, sino porque ello representaba un acto generoso que contribuía a afianzar la sensación de comunidad. Además, su abuela no estaba enferma; más bien, gozaba de completa salud física y mental, y era perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que era.

Así, Caperucita Roja cogió su canasta y emprendió el camino a través del bosque. Muchas personas creían que el bosque era un lugar siniestro y peligroso, por lo que jamás se aventuraban en él. Caperucita Roja, por el contrario, poseía la suficiente confianza en su incipiente sexualidad como para evitar verse intimidada por una imaginería tan obviamente freudiana. De camino a casa de su abuela, Caperucita Roja se vio abordada por un lobo que le preguntó qué llevaba en la cesta.

-Un saludable tentempié para mi abuela quien, sin duda alguna, es perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que es -respondió.

- No sé si sabes, querida -dijo el lobo-, que es peligroso para una niña pequeña recorrer sola estos bosques.

Respondió Caperucita:
-Encuentro esa observación sexista y en extremo insultante, pero haré caso omiso de ella debido a tu tradicional condición de proscrito social y a la perspectiva existencial -en tu caso propia y globalmente válida- que la angustia que tal condición te produce y te ha llevado a desarrollar. Y ahora, si me perdonas, debo continuar mi camino.

Caperucita Roja enfiló nuevamente el sendero. Pero el lobo, liberado por su condición de segregado social de esa esclava dependencia del pensamiento lineal tan propia de Occidente, conocía una ruta más rápida para llegar a casa de la abuela. Tras irrumpir bruscamente en ella, devoró a la anciana, adoptando con ello una línea de conducta completamente legítima para cualquier carnívoro. A continuación, inmune a las rígidas nociones tradicionales de lo masculino y lo femenino, se puso el camisón de la abuela y se acurrucó en el lecho.

Caperucita Roja entró en la cabaña y dijo:
-Abuela, te he traído algunos refrigerios bajos en calorías y en sodio, en reconocimiento a tu papel de sabia y generosa matriarca.

-Acércate más, criatura, para que pueda verte -dijo suavemente el lobo desde el lecho.

-¡Oh! -repuso Caperucita-. Había olvidado que visualmente eres tan limitada como un topo. Pero, abuela, ¡qué ojos tan grandes tienes!

-Han visto mucho y han perdonado mucho, querida.

-Y, abuela, ¡qué nariz tan grande tienes!… relativamente hablando, claro está, y a su modo indudablemente atractiva.

-Ha olido mucho y ha perdonado mucho, querida.

-Y… abuela, ¡qué dientes tan grandes tienes!

Respondió el lobo:
-Soy feliz de ser quien soy y lo que soy -y, saltando de la cama, atrapó a Caperucita Roja con sus garras, dispuesto a devorarla.

Caperucita gritó; no como resultado de la aparente tendencia del lobo hacia el travestismo, sino por la deliberada invasión que éste había realizado de su espacio personal.

Sus gritos llegaron a oídos de un operario de la industria maderera (o técnico en combustibles vegetales, como él mismo prefería considerarse) que pasaba por allí. Al entrar en la cabaña, advirtió el revuelo y trató de intervenir. Pero apenas había alzado su hacha cuando tanto el lobo como Caperucita Roja se detuvieron simultáneamente.

-¿Puede saberse con exactitud qué cree usted que está haciendo? -inquirió Caperucita.

El operario maderero parpadeó e intentó responder, pero las palabras no acudían a sus labios.

-¿Se cree acaso que puede irrumpir aquí como un Neandertalense cualquiera y delegar su capacidad de reflexión en el arma que lleva consigo? -prosiguió Caperucita-. ¡Sexista! ¡Racista! ¿Cómo se atreve a dar por hecho que las mujeres y los lobos no son capaces de resolver sus propias diferencias sin la ayuda de un hombre?

Al oír el apasionado discurso de Caperucita, la abuela saltó de la panza del lobo, arrebató el hacha al operario maderero y le cortó la cabeza.

Concluida la odisea, Caperucita, la abuela y el lobo creyeron experimentar cierta afinidad en sus objetivos, decidieron instaurar una forma alternativa de comunidad basada en la cooperación y el respeto mutuos y, juntos, vivieron felices en el bosque para siempre.

Estimados/as lectores/as… ¡Hasta la próxima!

 
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