Revista Dedal de Oro N° 63
Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 63 - Año XI, Verano 2013
FILOSOFÍA
LA IGLESIA EN RETIRADA
Gastón Soublette

-Musicólogo. -Maestro en cultura mapuche, filosofía oriental, arte medieval, simbología en cine y sabiduría popular. -Docente en la Universidad Católica de Chile.

Cuadro de Jesús crucificado



Niños rezando



Estampitas y relicarios católicos




Jesús de Nazareth adoctrinando a sus discípulos


Imagen del Dios Hindú Shiva

En la edición de El Mercurio del domingo 16 de diciembre se incluye un extenso reportaje a las opciones religiosas de los chilenos, y se constata que el catolicismo va en retirada frente al avance de las iglesias llamadas genéricamente evangélicas. La razón principal que se da para este fenómeno es el número cada vez más reducido de sacerdotes.

El mencionado reportaje no es más que un reportaje, esto es, que no se trata de un estudio en profundidad sobre las aspiraciones espirituales de la gente, tomando el concepto de Iglesia en su sentido de "institución" administradora de la religión. Si se hiciera sobre este tema un estudio en profundidad podría constatarse que también van avanzando en sentido opuesto al catolicismo, o paralelo a él, las búsquedas espirituales no vinculadas al cristianismo y de procedencia oriental, tales como el hinduismo, el budismo, el confucianismo (I Ching) y el taoísmo, sin descartar también las corrientes espirituales vinculadas al chamanismo indígena.

El reducido número de sacerdotes al que se atribuye esta disminución del número de católicos en Chile puede que influya en algo, pero ciertamente no es la razón principal.

A continuación intentaremos dar razones más de peso sobre el fenómeno después de haberlo estudiado durante unas dos décadas a lo menos. Respondiendo primeramente a la interrogante de qué es lo que motiva a numerosas personas a un cambio de su filiación católica por su adhesión a otra confesión cristiana como la "evangélica". La razón no tiene nada de misteriosa y puede formularse de un modo simple y directo. La Iglesia Evangélica centra toda su catequesis en la persona de Cristo y su palabra, y en la obra del nacimiento de la Iglesia Cristiana original por la fuerza del espíritu dado por el "resucitado" a los apóstoles. En tanto que la Iglesia Católica, si bien puede hacer lo mismo en cuanto comparte con las otras iglesias una teología fundamental común, agrega a esta enseñanza central lo que la jerarquía eclesiástica denomina "tradición'' de la Iglesia. En eso que los católicos llaman su tradición se incluye un sinnúmero de prácticas y creencias que según las sagradas escrituras no pertenecen al canon esencial de la fe cristiana pero a las que la Iglesia Católica ha elevado de hecho a una categoría poco menos que de dogma. Entre estas prácticas está el rosario y el culto a María, a quien se le atribuye la misión de mediadora; están los santos a los cuales se les rinde culto, están los santuarios donde la Virgen o el Apóstol Santiago pueden hacer milagros para beneficiar a los peregrinos, y así suma y sigue. Con lo cual el catolicismo de hecho está multiplicando las mediaciones entre Dios y los hombres.

Los así llamados protestantes unánimemente reprochan a la Iglesia Católica la imposición de esta tradición, arguyendo que, de acuerdo a las escrituras sagradas, no tenemos más mediador entre Dios y los hombres que Jesucristo. También se le reprocha a la Iglesia Católica el haber cambiado insensiblemente el concepto de santidad. Para la iglesia original (la de los apóstoles) "santo" es el apelativo que se daba entonces a los que adherían a la fe cristiana, dando un real vuelco de conciencia que transformaba su vida, y reconociendo a Jesucristo como hijo de Dios y salvador, aunque no tuvieran los carismas que hoy la Iglesia considera para declarar santo a alguien.

La palabra "santo" significa "no contaminado con la impureza del mundo" y va de suyo que quien pone toda su confianza en Jesucristo se aparta de la mentira, de la impostura, de la violencia, de la vanidad, del lucro, del egoísmo y de la impureza, para renacer a otra vida basada en el amor, el respeto, la solidaridad y la piedad, en la esperanza del cumplimiento de las promesas que Dios ha hecho a los hombres a través de su Hijo Unigénito.

Ese concepto de santidad es el que los apóstoles enseñaban a las comunidades originales del cristianismo naciente. En cambio, el catolicismo ha cambiado esa concepción por la calidad excepcional que demuestran tener algunos miembros de la Iglesia, casi todos clérigos, la cual les permite hacer milagros y poseer una virtud heroica. Con lo cual la iglesia, a pesar de todas las aprensiones frente al misticismo, ha terminado declarando santos preferentemente a místicos de gran poder, como San Bernardo de Claraval o Francisco de Asís. Estas canonizaciones han rodeado a estas figuras históricas de un aura casi divina que es la base del culto que se les rinde, sin que de ello el cristianismo se beneficie en lo que le es esencial, y peor aún, empañando la pureza de la doctrina original en que los apóstoles evangelizaron al mundo.

Así, el culto a los santos terminó por privar a los fieles cristianos de su calidad de santos, la que recibieron por conversión.

En general, se puele decir que el peso de esa "tradición" ha sido un gran obstáculo para que la Iglesia de hoy tenga algo realmente atrayente que ofrecer al mundo. En eso los evangélicos tienen una ventaja. Porque lo realmente atrayente es la persona de Cristo, la cual el catolicismo presenta en medio de una parafernalia de devociones varias y objetos de virtud (medallitas milagrosas, escapularios, reliquias, agua bendita) que de hecho postergan y malgastan los tesoros de la fe original.

Todo lo que hasta aquí se ha dicho, tiene por finalidad dejar al descubierto la verdadera causa de por qué los evangélicos ganan terreno en Chile en desmedro del catolicismo, porque es Cristo lo que esa gente quiere conocer, y ya pocos o nadie que realmente esté en una búsqueda espiritual verdadera, se va a tragar el culto a los santos y los objetos de virtud. Solo la ignorancia de una masa inconsciente, que la Iglesia tendría la responsabilidad de evangelizar, sigue creyendo en San Expedito, y no falta el párroco que los aliente a seguir ese camino sin destino.

Otra de las razones porque el número de católicos disminuye en Chile es la ausencia de una sabiduría en sus voces autorizadas que le permita a la gente entender espiritualmente el mundo y entenderse a sí misma más allá o más acá de la revelación y de las prácticas litúrgicas, y más allá también del discurso moralizador que se suele emplear so pretexto de evangelizar. Esa sabiduría está en los evangélicos, pero no se echa de ver que los sacerdotes y miembros de la jerarquía lleguen a entender que la gente eso es lo que necesita.

Los accidentes morales de algunos miembros del clero, de los que hemos sido informados, parecen estar indicando que justamente los criterios que emplea la Iglesia actualmente en la formación de los sacerdotes, con las enseñanzas que les imparte, no parecen estar protegidos de los peligros que emanan de su propio ser, porque es grande la desproporción que se observa entre el buen trabajo que algunos realizan y el hecho de que después sean ellos mismos traicionados por su propia naturaleza. Falta algo en esa escuela de formación, algo que dice relación con el trabajo sobre sí mismo a que todo hombre es llamado.

Ese trabajo se puede sintetizar en tres ideas fundamentales: El conocimiento, la posesión y el don de sí mismo. Esto último es lo que los católicos entienden fácilmente. Con cierta dificultad entienden lo que se refiere a la posesión de sí mismo (ser dueño y no siervo de su naturaleza), pero en llegando al conocimiento de sí mismo, se advierte fácilmente que no es ese un tema católico hoy.

Si leyéramos con atención el Nuevo Testamento, encontraríamos innumerables pasajes que remiten al conocimiento de sí mismo como condición para el recto obrar, y como actitud indispensable para tener el dominio de sí (San Pablo).

Por otra parte, es obvio que quien no se conoce a sí mismo se arriesga a vivir penosas experiencias por la emergencia inesperada de pulsiones que no puede controlar. Asimismo, se entiende que quien no se conoce a sí mismo no es dueño de sí, y quien no es dueño de sí, si se propone hacerle el bien a otros, puede terminar causando un daño, porque no se le puede hacer el bien a otros si antes el sujeto no está capacitado para hacerse el bien a sí mismo.

El gran teólogo alemán Hans von Balthazar declaró que el encuentro del evangelio de Jesucristo con la sabiduría oriental era un trabajo pendiente de la teología contemporánea. Porque está claro que Jesucristo no vino al mundo a abolir la verdadera sabiduría que Dios dio a los hombres milenios antes de que enviara su amor encarnado en la persona de Jesús de Nazareth. Y Jesús, para quien sepa leer con provecho su palabra, encarnó en su vida, hechos y dichos, lo esencial de esa sabiduría, que por gracia el mundo recibió de los grandes maestros que le precedieron en la historia.

 
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