Esas manos apartaron convencidas
el sillón atravesado en su camino,
herramientas señalaron su destino,
que rechazan el descanso decididas.

Esas manos se disponen con premura
instalar nuevos durmientes en el patio
Melocotón es quien cede los espacios
y las líneas les aportan su bravura.

Esas manos y gigantes con un brazo
trenes alzan, carros bajan con esmero,
muy felices pues llegaron los primeros,
a los rieles aceptarles su regazo.

Esas manos y Vulcano victorioso,
al acero junto al hierro sometieron,
martillazos, golpes duros le impusieron,
su belleza con el fuego poderoso.

Esas manos que embellecen a los coches,
con barnices, con su canto y con pinturas,
sus tristezas desterraron con premura,
la amargura y la tristeza de sus noches.

Esas manos las ventanas ya reparan,
nuevos vidrios que permiten con nostalgia,
el paisaje añorado de la infancia,
y montañas luminosas más cercanas.

Esas manos generosas cirujanas
extirparon y cercenaron tablas rotas
fierros tristes y mohosos que denotan,
fortalezas extinguidas ya lejanas.

Esas manos les devuelven con prestancia,
a los trenes y a los carros su nobleza,
recuperan los asientos su tibieza,
visitantes ya disfrutan su elegancia.

Esas manos inmortales agasajan
la textura luminosa de maderas,
con su gracia se parecen a caderas,
que se agitan al compás de la guaracha.

Esas manos inmortales, generosas
ya remachan con sus pernos las calderas,
finaliza entre abrazos larga espera,
tuberías lo celebran muy dichosas.

Esas manos los remplazan, ya lo sé,
engranajes, rodamientos delicados,
que ya saben al rodar refaccionados,
nuevas ruedas bajarán a San José.

Esas manos con cariño ya reparan
de los trenes apagados sus faroles.
otras manos que mitigan los dolores,
de Panchita ya preparan su campana.

Esas manos sorprendidas con su hazaña
ya consiguen que de sueños milenarios,
Aves Fénix abandonen sus sudarios,
y devuelvan ese tren a la montaña.

Esas manos jubilosas anhelantes
sólo aguardan del sonido, su llamada,
la Panchita señorita delicada,
con su pito vaporoso y penetrante.

Esas manos sorprendentes, generosas
el milagro sólo esperan preparadas,
con sus alas junto al tren ya desplegadas,
Ave Fénix que renace victoriosa.