Revista Dedal de Oro N° 63
Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 63 - Año XI, Verano 2013

LEYENDA

EL LEGADO DE RAIKÉN, CACIQUE CHIQUILLÁN DEL MAIPO
VIVIANA CRUZ BERTRAND
LA AUTORA DE ESTE TEXTO, PROFESORA DE EDUCACIÓN GENERAL BÁSICA, LLEGÓ AL CAJÓN DEL MAIPO EN 2006, COMO DIRECTORA DE LA ESCUELA BÁSICA EL MELOCOTÓN, CARGO EN EL QUE PERMANECIÓ POR CINCO AÑOS. EN SU PERIODO TRANSMITIÓ A SUS ESTUDIANTES LA PASIÓN POR LA CULTURA Y LA CREACIÓN LITERARIA, AL PUNTO QUE ALGUNOS TRABAJOS DE ESA LABOR, ESCRITOS POR AQUELLOS ALUMNOS, FUERON PUBLICADOS POR ESTA REVISTA. HOY YA ES UNA VECINA MÁS DE SAN JOSÉ DE MAIPO Y SIGUE SU TAREA EDUCATIVA. HA DECIDIDO PERMANECER EN ESTE LUGAR, QUE LA ATRAPÓ CON LA MAGIA DE SUS CERROS Y LA SENCILLEZ DE SU GENTE, SEGÚN SUS PROPIAS PALABRAS.
Cerro del Cajón del Maipo

Antes de la llegada de los españoles a América, nuestro país, Chile, estaba habitado por diversos pueblos y comunidades que desarrollaron ricas culturas, de las cuales somos sus herederos. El pueblo de los Chiquillanes, casi desconocido para todos nosotros, habitó en la Zona Central de la Cordillera de los Andes y un grupo importante vivió en los Andes Santiaguinos, lugar que en la actualidad conocemos como El Cajón del Maipo.

Cuentan los más ancianos del Cajón del Maipo que el Cacique de la Tribu Maipina, llamado Raikén -cuyo significado en mapudungun es Ave de la Noche-, tenía sus dominios entre San Gabriel y los Baños del Plomo. Éstas eran prolíficas tierras, plagadas de frondosos árboles, cuyas ramas se extendían tan altas, que conectaban el espíritu de los chiquillanes con sus dioses protectores y sus antepasados. El cielo era tan azul y a la vez tan transparente, que el vuelo de los cóndores y otras aves andinas resultaba ser el motivo preciso para un cuadro pintado sobre el más perfecto de los fondos. El río Maipo y su gran caudal, las montañas enormes, el Raco o viento cordillerano, guanacos y pumas, rodeaban y complementaban la apacible pero trabajosa vida del Cacique y su Comunidad.

Una noche Raikén tomaba su habitual baño tibio en esas aguas volcánicas que hoy conocemos como Baños del Plomo, el cielo desplegaba a plenitud todas sus estrellas y una luna circular coronaba el espectáculo que, visto a través del vapor que emanaba de las aguas, le confería una magia poderosa. El Cacique, acunado por la tibia poza, sintió que el volcán le hablaba. Se dio cuenta de que podía entender el lenguaje tronante y sordo de aquel ser vivo, cuya raíz se encontraba en lo más profundo del magma de la Tierra. El Volcán le dijo: "Raikén, estas son tus tierras, debes cuidarlas y protegerlas, ellas son un bien divino y sagrado, los dioses te han escogido para que las preserves hasta el fin de los tiempos". El corazón del cacique palpitó velozmente al escuchar este profundo mensaje. Su razón le decía que le cabía una gran responsabilidad y era para siempre.

Desde esa noche, el jerarca se sintió poseído por el Gran Espíritu de la Tierra y, en lo sucesivo, enseñó a la tribu chiquillán la forma perfecta de cuidar la tierra y a mantener una relación de armonía con los semejantes y los animales. Sus enseñanzas se transmitieron de generación en generación y la comunidad chiquillán vivió bajo estos códigos por muchos años.

Cierto día de otoño, cuando Raikén vivía sólo en espíritu en medio de su pueblo, aparecieron en el lugar unos extraños hombres con herramientas y artefactos desconocidos para la tribu. Todos miraron sorprendidos su entrada en el territorio, pero lo terrible ocurrió cuando instalaron su campamento en medio de la extensión más sagrada para el pueblo. Allí era donde se realizaban las rogativas, ceremonias y peticiones al mundo de los espíritus guías. Allí había altares, piedras ceremoniales, fuentes de aguas sagradas, monumentos funerarios y símbolos importantes. Los extraños advirtieron esto, pero consideraron que era ignorancia de un pueblo incivilizado y que había que hacer desaparecer todo eso. El pueblo chiquillán se refugió en sus tiendas de cuero animal y acordó realizar un Consejo para enfrentar el problema. Fue así como, a la semana de haber ocurrido el hecho, cuando la sagrada tierra ya estaba herida de muerte, apareció en medio de la reunión el espíritu del noble Cacique Raikén. Él les dijo: "Amados hermanos, ciertamente hemos sido invadidos y eso es inevitable, pero debemos enseñar a aquellos que nos invaden a cuidar nuestra tierra, a mantener puras nuestras aguas, a respetar a los animales y a toda especie y ser que nos rodee. De esta forma, el pueblo comprendió que le esperaba una gran tarea, que debería traspasar toda época y circunstancia, continuando con las enseñanzas dejadas por Raikén, para el bien de todo aquel que more o visite estos lugares.

Hoy, los habitantes del Cajón del Maipo, muchos de los cuales descienden de los chiquillanes, continúan cuidando estas tierras y enseñando para siempre y en todo lugar el legado de Raikén. Los niños en las escuelas conocen de su vida y junto a sus maestros trabajan incansablemente para hacer realidad este sueño ancestral.

 
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