Revista Dedal de Oro N° 63
Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 63 - Año XI, Verano 2013

HISTORIAS DE UN HUASO ARRIERO

SAN JOSÉ DE MAIPO PUEBLO DE MI NIÑEZ...
HUMBERTO CALDERÓN FLORES
FIESTA DE LA PRIMAVERA EN SAN JOSÉ, FOTO ANTIGUA.
FIESTA DE LA PRIMAVERA, EN SAN JOSÉ. PERO...
¿QUIENES SON, EN QUÉ AÑO ESTÁN?
ERAN TIEMPOS MEJORES,
CUANDO LA CALLE ERA PARA GENTE,
NO PARA EL AUTOMOVIL...
(Foto otorgada por Sergio Campodónico)


Eduardo Barrios, San José de Maipo (año 1950 aprox.)
EDUARDO BARRIOS, PREMIO NACIONAL DE LITERATURA
Y MINISTRO DE EDUCACIÓN, EN SU QUINTA EL TRÉBOL
EN SAN JOSÉ DE MAIPO (AÑO 1950 APROX.),
DONDE HOY EN DÍA SE EDITA DEDAL DE ORO.

Hoy, por el frío, la lluvia invernal, este sol que -como decía un amigo- en el invierno es como el amor de los viejos: "Alumbra pero no calienta", no me he permitido trabajar en mi pequeño taller efectuando algunos pequeños trabajitos en madera o metálicos. He ordenado y guardado las herramientas, he hecho el aseo de los bancos de trabajo, y luego me he encerrado en casa a mirar la televisión, buscando en forma afanosa un programa con contenidos culturales o humorísticos, que son de mi agrado. De pronto, al mirar uno de esos programas, comienzo a recordar el San José de Maipo que conocí en mi niñez, lo que me parece interesante. Tomo unas hojas y el lápiz para estampar estos recuerdos que vienen a la memoria, que para muchos no tendrán importancia, pero que yo siento la necesidad de expresar.

Por dónde comenzar… La chacra La Carmela fue del señor Francisco Rojas Huneeus y, en otro momento, de don Luis Casanueva –hermano de Monseñor Casanueva-, y posteriormente pasó a manos de la sociedad formada por don Manuel de la Paz y el doctor Jorge Esbir, los que la vendieron para pasar a ser lo que hoy es el hermoso y bien conservado Parque Los Héroes, visitado por una gran cantidad de gente que viene a gozar del clima y hermosura del lugar. El parque entrega sus esmeradas instalaciones a aquellos numerosos grupos familiares que llegan en busca de solaz, esparcimiento y tranquilidad, y también a llenar los pulmones de oxígeno gracias a su abundante vegetación del lugar, escuchando el plácido y agradable murmullo de las aguas del río Maipo que se deslizan por su cauce saltando de piedra en piedra. Esto último, naturalmente, mientras no se utilicen desconsideradamente los poderosos altavoces que, a veces durante jornadas enteras, emiten música ligera y voces de animadores que, por cierto, acaban con la paz de los vecinos, sobre todo cuando el viento ayuda a llevar los estruendos hasta casas bastante alejadas del lugar…

De esta chacra, años ha, salía para la venta al pueblo, desde una pequeña viña de uva San Francisco que allí había, uva de grandes granos, firme su hollejo y muy dulce su pulpa. También desde allí salían todos los días algunos productos de chacarería y leche fresca de vaca, cuyo repartidor era un hombre de contextura gruesa, cara redonda y mejillas rosadas. Le llamaban Santito y era entretenido hablarle, porque siempre repetía lo primero que uno le decía. Por ejemplo:

-¿Santito trae leche?
-¿Santito trae leche? –y luego agregaba:- Sí, ¿cuánto?
-¿A Santito le queda uva?
-¿A Santito le queda uva? ¿Cuánto quiere?

En cierta ocasión el día estaba bueno y una persona le dijo, esperando la respuesta de siempre:

-Santito, ¿va a llover?
-Ponte un paraguas, mierda, para que no te mojís, ja, ja, ja.

Esta respuesta se hizo famosa.

Cuando el lugar perteneció a Manolo de la Paz y Jorge Esbir, allí hubo chacarería, acopio de leña y carbón, y criadero de cerdos, como principal explotación. La casa habitación de la chacra era lo que hoy es "Los huevos de oro". La entrada y salida del pueblo era sólo por la calle Comercio, que en ese tiempo no tenía pavimento. La actual entrada por la calle El Volcán tenía la vía férrea del Ferrocarril Militar, y bajo tierra iba el acueducto de la Laguna Negra, que lleva el agua a Santiago. Según dicen, en ese tiempo no se podía ocupar como vía pública haciendo una calle.

Pongo los recuerdos en forma desordenada, y es probable que, por el paso del tiempo, olvide o confunda los recuerdos de una hermosa niñez.

Sigamos esta narración con el sector del Puente del Almendro y su quebrada, que viene desde Los Caletones. Mi primer recuerdo es El Maitén, bella parcela con grandes jardines, una pequeña viña y un hermoso chalet en el interior, el que no se puede ver desde la calle. Su dueña era doña Loty, no recuerdo el apellido. Al poniente, las casas de la Chacra La Carmela, y al frente, en unas viejas casas de adobe, el restaurante El Parrón, de don Recaredo Guajardo, quien preparaba con sus propias uvas para la venta a los parroquianos una exquisita chicha, tanto cocida como cruda, que vendía en septiembre. Al lado estaba el Quiosco Verde, de don José Mena, quien vendía golosinas, algunas verduras y mermeladas hechas con las frutas de esa parcela. Siguiendo hacia el pueblo por calle Comercio encontrábamos la casa de la señora Laura, mamá, abuela de varios conocidos y distinguidos vecinos de la localidad. Ella cantaba y tocaba muy bien la guitarra. Continuando por el mismo lado poniente estaba la casa de don Fortunato Gárate, con grandes higueras al fondo, que estaban permanentemente regadas en la orilla de una acequia y las que producían exquisitas brevas e higos.

Un poco más hacia el pueblo había una hermosa casa de adobes, pintada a la cal, con un gran portón de madera verde y amarillo que daba a un parrón de entrada y que separaba las dos alas de la casa. Su nombre: Quinta El Trébol. Su propietario, un caballero amable siempre, distinguido, respetado, admirado no sólo en este pueblo, sino también a nivel nacional y extranjero: el escritor Premio Nacional de Literatura y Ministro de Educación, don Eduardo Barrios, quien era también propietario del fundo Lagunillas. (Actualmente, allí, funciona Dedal de Oro, dirigida por un nieto del escritor). Al lado de su casa había un corral con un majestuoso eucaliptus en un rincón, donde se separaban los vacunos que se llevaban a invernar a otros lugares de pastoreo. Tanto de ida como de regreso el arreo era por los caminos ásperos y polvorientos, por varios días. También a ese corral, en el mes de abril, se traía de arreo, desde Lagunillas, una tropilla de caballares, con mansos y chúcaros que sólo conocían cerros y piedras; ariscos, salvajes, con los que se formaba una verdadera fiesta de destreza de jóvenes jinetes aficionados. Los chúcaros se pillaban y ensillaban en el corral, luego el jinete debía montar en la calle, donde salían a los corcovos entre dos huasos que le acompañaban, uno a cada lado. En ese corral se celebraban también las trillas.

Hermosos recuerdos. En caso de tener aceptación los seguiremos narrando. Recuerdos de este querido pueblo San José, con sus calles polvorientas, sus escasos medios de locomoción, sólo con escuelas primarias, residenciales y sanatorios para broncopulmonares…

 
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