Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 57 - Año IX, Invierno 2011
CIELO DE ABORÍGENES
Las estrellas a los ojos de nuestros pueblos aborígenes
LEOPOLDO HOFFMANN

La gran diferencia que alguno de nuestros antepasados aborígenes de la zona del Cajón del Maipo pudo observar de la Vía Láctea, a lo que podemos observar hoy, en esta toma fotográfica hecha en octubre de 2010 en el sector de El Melocotón Alto por el astrofotógrafo Iván Criado, son las antenas de telefonía celular que se encuentran en el lugar y que todos sabemos, nos permiten comunicarnos, aunque «ensucien» el paisaje. Sin lugar a dudas un astrónomo nos diría que el Universo está en continuo movimiento o cambio, que se está expandiendo en forma permanente, que nada es estático y que cada día de estos miles de años que nos separan de cuando se comenzaron a poblar estas tierras, deben haber nacido y muerto muchas estrellas o planetas sin que ni siquiera hayamos tenido la más mínima idea, pero debemos asumir que nuestros pueblos aborígenes se instalaron a observar, y muchas de sus actividades se regían por aquellas mismas estrellas que hoy podemos ver.

Las estrellas, el Universo, esa infinidad de puntos que cuelgan sobre nuestras cabezas y que parecieran saludarnos con un parpadeo permanente, siempre han llamado la atención del hombre. Podemos decir que el proceso de observación nace en el mismo momento en que nace la Humanidad. Nuestros antepasados aquí en América, al igual que en Egipto, Babilonia, Grecia o China, asistían maravillados al espectáculo que noche a noche se presentaba a sus ojos y seguramente trataban de explicarse los fenómenos que veían. Sin duda la poca posibilidad de encontrar explicaciones lógicas llevan a desarrollar una fantasía que en muchos casos aún subsiste. Magia, supersticiones, el endiosamiento de algunos de los que hoy conocemos como planetas de nuestro sistema solar o constelaciones, y asignarles motivo y causa de fenómenos acaecidos en la Tierra aún hoy se mantiene. El volver los ojos hacia las estrellas y preguntarse cómo éstas influenciarían el destino de cada ser humano es algo que subsiste en muchas culturas, que no podríamos atrevernos a calificar de ignorantes o subdesarrolladas.

Indudablemente, el mantener durante miles de años la creencia que colocaba a la Tierra como centro del Universo y en torno a la cual giraba el resto de las cosas que se veían, impidió tal vez un desarrollo más prematuro de la Astronomía como ciencia, pero, eso sí, hubo un apoyo de ésta al desarrollo de otras áreas, como la navegación, la agricultura o el ordenamiento de la vida cotidiana a través de un sistema de calendarización anual en diferentes pueblos de la Antigüedad, en estrecha relación con los ciclos lunares y la repetición con que aparecían ciertas estrellas o planetas. En fin, el ser humano, más allá de considerar el Universo en su conjunto como algo de los dioses y para ellos, fue utilizando sus observaciones en un beneficioso desarrollo de la Humanidad. La visión que cada pueblo le dio a estas observaciones está en función directa con su contexto cultural y social, y refleja el medio ambiente físico e intelectual en el cual se encuentra.

En estas tierras convivieron diferentes pueblos y culturas, atravesaron el desierto por el norte, no tenían una frontera en la cordillera, y sus límites naturales eran los mares a ambos lados de este «cono» hoy conocido como América. Pueblos que desarrollaron, entre otras cosas, importantes conocimientos astronómicos y que, en el caso particular del pueblo mapuche, son bastante desconocidos para nosotros, al igual que muchos otros aspectos de su historia y de su desarrollo.

Los mitos, historias y leyendas constituyen una de las bases para conocer acerca del mundo que rodeaba a los mapuches. Podríamos llenar muchas páginas transcribiéndolas, pero tal vez sea más interesante el presentar un desafío a nuestros lectores, que busquemos aquellas historias transmitidas oralmente de generación en generación y descubramos cuánta verdad, belleza y sabiduría hay en ellas.

Independiente de nuestras creencias, solo a modo de ejemplo, todos algo sabemos de la Teoría del Big Bang o cómo se foró el Universo. Aún se discute sobre su validez, y es evidente que esta teoría se contrapone a las interpretaciones religiosas de la formación de la Tierra y todo lo que nos rodea. Los mapuches, si bien aceptan el concepto de algo superior que existía previamente, plantean que el Universo nace como una gran explosión o Trufquen Ruca, que podemos traducir como «el estallido de la casa de arriba». Para ellos el Universo tenía el aspecto de cenizas dejadas por las brasas al irse quemando, y de ahí fueron surgiendo las galaxias.

El pueblo mapuche reconoce la existencia de Venus o Guñelve, estrella blanca y solitaria de ocho puntas que aparece dibujada en el kultrún en lados opuestos, es decir, se reconoce que se le puede ver al anochecer y en la aurora. Esta estrella de ocho puntas encuentra su equivalente en la Tierra, en la flor del canelo (foye), árbol sagrado para este pueblo.

Lo que hoy día conocemos como las Pléyades, los mapuches las llaman «montón de papas» o Gulpoñi, y su presencia en el firmamento les indicaba que era la época de comenzar a preparar la tierra para plantar el tubérculo originario de este lado del mundo.

El término Vía Láctea, que adquiere su denominación actual en una traducción del latín, encuentra una similitud sorprendente en una leyenda mapuche que explica cómo se formó el «río de arriba» o «arroyo del cielo»: una diosa a la que le roban su hijo, amamanta a un bebé que había perdido a su madre; éste, una vez que sacia su hambre se duerme, pero la diosa se da cuenta de que sigue brotando mucha leche de sus pechos, pero también se da cuenta de que hay muchos niños en la Tierra que pueden tener hambre, al igual que el bebé que ella alimentó, por lo que comienza a hacer brotar de sus pechos el blanco líquido, que se transforma en un corredor de estrellas que titilan (gotas de leche) cada noche para satisfacer a los niños hambrientos en la Tierra.

Nuestra conocida Cruz del Sur, para los mapuches, representa la huella del ñandú o choike, uno de sus animales sagrados, y Alfa y Beta Centauri son las boleadoras para cazarlos. En una oportunidad un cazador erró con las boleadoras al tratar de cazar al ñandú, y eso quedó estampado en el firmamento para que los mapuches recordaran que ellos también se equivocan.

En nuestra tierra no solo está la presencia de los mapuches y sus conocimientos y creencias; los diaguitas y los aymaras en el norte, o los habitantes de Rapa Nui, desarrollaron también importantes grados de conocimiento y aplicación en su vida cotidiana de lo que observaban en el cielo. Es un patrimonio aún desconocido para la gran mayoría de nosotros y que, si no es incorporado en el proceso educacional, difícilmente las generaciones futuras podrán asumirlo como una herencia real de nuestros pueblos aborígenes.

El Cajón del Maipo, estando muy cerca de Santiago, tiene un tesoro en sus cielos. Quienes lo visitan y quienes vivimos acá nos maravillamos por la cantidad de puntos blancos que cuelgan sobre nuestras cabezas; es un cielo que debemos cuidar y respetar. No sufrimos mayormente de contaminación lumínica que afecte la observación nocturna, al igual que los pueblos aborígenes; respetemos sus ciclos, aprendamos de él y convivamos en armonía.

BIBLIOGRAFÍA:

-WWW.LEMUNAONESTORFABIAN.BLOGSPOT.COM

-WWW.AIA2009-EXPLORA-CONICYT.ORG :
EL UNIVERSO EN LOS MITOS Y LEYENDAS MAPUCHES.

-WWW.EXPLORA.CL : GABRIEL POZO MENARES, ACERCAMIENTO A UN ESTILO DE ASTRONOMÍA MAPUCHE. LAS DIFERENTES FORMAS DE OBSERVAR LOS ASTROS.

FOTO: IVÁN CRIADO, MÁQUINA SEMIPROFESIONAL. VIA LACTEA, TOMA DE DIEZ MINUTOS DESDE EL OBSERVATORIO ROAN JASÉ (EN MELOCOTÓN ALTO) HACIA EL PONIENTE. SE PUEDEN OBSERVAR LAS ANTENAS DE CELULARES Y TELEVISIÓN.


CALENDARIO MAPUCHE, DE “ACERCAMIENTO A UN ESTILO DE ASTRONOMÍA MAPUCHE: LAS DIFERENTES FORMAS DE OBSERVAR LOS ASTROS”, DE GABRIEL POZO MENARES.


FOTO: IVÁN CRIADO. POLO SUR CELESTE, CUARENTA
TOMAS FOTOGRÁFICAS QUE MUESTRAN EL DESPLAZAMIENTO
DE LAS ESTRELLAS EN TORNO AL POLO SUR.


FOTO: LEOPOLDO HOFFMANN, MÁQUINA DIGITAL Y TELESCOPIO FIJO. LUNA, HECHA DESDE EL OBSERVATORIO ROAN JASÉ.


FOTO: RODERICK BOWEN, DESDE EL OBSERVATORIO ROAN JASÉ. PARA EFECTOS DE COMPARACIÓN SE LE HA SUPERPUESTO UNA IMAGEN DE LA HUELLA DEL ÑANDÚ. LA CRUZ DEL SUR ES, PARA LOS MAPUCHES, LA HUELLA DEL ÑANDÚ.
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