Este año asoma borrascoso, con cambios climáticos sorprendentes por la devastación que provocan, con sucesos violentos en todos los continentes, guerras actuales y amenazas de nuevas; desarrollo de armas de destrucción masiva como nunca antes; una humanidad que oculta su temor, como las avestruces su miedo metiendo la cabeza en un hoyo, en la farándula, las drogas y la pornografía. Nos mueve una pérdida importante de los valores éticos y morales y el predominio del hacer dinero a cualquier precio, como principal objetivo y meta de nuestra existencia.
Según los chinos es el año del Conejo, de la Liebre y del Gato. En realidad, no sé que hace aquí el Gato, porque el mío, “El Mancha”, caza conejos y seguramente liebres, entre todo lo que puede digerir siendo de menor tamaño. Pero en fin, los chinos saben más que nosotros de estos asuntos. Dicen que este año será de intensidad, drama, cambios rápidos y dramáticos. Como la historia se acelera y los hechos pasan frente a nuestros ojos con tal rapidez que vemos sólo parte de ellos, la predicción me parece acertada.
Faltó algo sobre la música. Los chinos decían que la música reflejaba el estado del reino y según sus características éste era poderoso o decadente. En el “Juego de los Abalorios”, Hermann Hesse trae a colación parte del libro “Primavera y Otoño”, de Lue Bu We: “Lo que los príncipes santos supieron estimar en la música fue su serenidad. Los tiranos Giae y Chu Sin hacían música grandísona. Tenían por hermosos los sonidos fuertes y por interesantes los efectos de masa. La causa de la ruina del Estado Chu fue el haber inventado la música mágica… Por eso, en tiempos bien ordenados, la música es tranquila y amena…” O sea, el desequilibrio de una civilización está reflejado en su música. Algo en que pensar en nuestros días...
Una profecía científica. Un ingeniero astrónomo chileno, Pedro Gaete, dice que pronto Chile se dividirá en tres, algo parecido a lo que sucedió con el archipiélago de Los Chonos. Estudiando la geografía chilena, es evidente que tarde o temprano se hundirá en el Océano Pacífico el Norte, buena parte del Sur y unas decenas de kilómetros de la zona central. Chile es una terraza sobre las más grandes fosas abisales del mundo. Estamos en fricción permanente contra la placa de Nazca. Espero que se revierta esta predicción.
Pero el problema es mucho mayor que el que afectaría a nuestro querido Chile, según Boris Shústov, Director del Instituto de Astronomía de la Academia de Ciencias de Rusia. Él dice que 6960 asteroides vienen rumbo a la Tierra, todos peligrosos y, los de mayor tamaño, muy peligrosos. Si fueran 6660 formarían el número del Demonio, 666, según el Apocalipsis de San Juan. ¿Coincidencia? Expertos de Rusia, Canadá, la Unión Europea, USA e imagino que China, India, Japón y otros, están estudiándolos y viendo como detener a los que nos pueden impactar.
Entonces, apreciamos la fragilidad de nuestra vida, la de nuestro planeta, la de las galaxias. El observatorio espacial Hubble, el chileno del Tololo y otros, nos las muestran engulléndose unas a otras.
Partiendo de esta realidad -que inconcientemente aceptamos porque la mayoría creemos que nuestra alma es inmortal y sólo que la materia es finita, pero que debemos preservar la especie por alguna razón-, he llegado a una conclusión: debemos tener la capacidad de trasladarnos a otros mundos cuando el nuestro esté amenazado, como la imaginación de nuestros novelistas de ciencia ficción nos narra desde hace muchos años, y también los “abducidos” (secuestrados por extraterrestres) de nuestros días.
Tal vez estos seres superiores, que muchos dicen haber visto y que nos visitan desde el espacio -los dioses, según los antiguos-, tienen la respuesta. A lo mejor ellos exploran nuevos mundos que los acogerán cuando su sistema solar o su galaxia estén a punto de colapsar. Porque los astros también son seres vivos que un día morirán, y quién sabe qué sentimientos encontrados tiene nuestra querida Tierra, cuando piratas de alto bordo la torturan con graves alteraciones, que provocan la destrucción de la atmósfera y del equilibrio ecológico. Nuestra Tierra está enferma y puede morir por nuestra culpa. A esto se suma la amenaza espacial.
“Sólo sé que no sé nada” dijo Sócrates, sabio entre los sabios. Pero somos tan ignorantemente presumidos, nuestra ignorancia es tan atrevida, que creemos saberlo todo, cuando del infinito conocimiento, sabemos un poco más que nada.
Por eso, cuando estén con los que aman, disfruten cada momento como si fuera el último. Tomados de las manos escuchen el silbido del viento y el retumbar del trueno que anuncia el relámpago, al agua cantarina corriendo por la acequia tapizada de berros y el canto de los pájaros al atardecer. Que el cielo estrellado y el ruido del río o del mar, sean esperanza de tiempos mejores. Que la calle en que está nuestro hogar sea tranquila y grandes árboles crezcan en sus orillas. Busquemos la belleza en todos los lugares, porque siempre hay un sitio para ella si queremos encontrarla. Y ojalá salvemos nuestro mundo para los niños, somos capaces de hacerlo. Entonces, mirando el firmamento, en vez de encontrar amenazantes cuerpos celestes precipitándose sobre nuestras cabezas, tal vez veamos descender, por la Vía Láctea, al que vino un día a salvarnos y que vuelve a terminar su obra que está inconclusa, porque fuimos incapaces de terminarla.
JUAN CARLOS EDWARDS VERGARA
SAN JOSÉ DE MAIPO,
DICIEMBRE 2010, ENERO 2011