Encabezado Dedal de Oro
TRADICIÓN ORAL
El Velorio del Angelito
Relato hablado, rescatado por Cecilia Sandana GonzÁlez.
Ilustración de ''El Velorio del Angelito''

La relación con la muerte, rezagada del mundo de los vivos en nuestra sociedad y en nuestros tiempos, muestra una visión sociológica de negación a ella, aun sabiendo que parte de la vida es la muerte.

A lo largo de los siglos, el Chile eminentemente campesino muestra rituales mortuorios que resuenan en la memoria popular local como el velorio del angelito. Su origen escatológico se ubica en España, donde se entrelaza el mito cristiano de la creencia de la supervivencia del alma y el rito que consiste en un velorio con el cuerpo del infante extinto adornado y exhibido.

San José de Maipo también fue escenario de dicho rito. En San Gabriel, en el año 1962, un niño de cuatro años murió de una enfermedad que nadie supo aclarar. Pertenecía a una familia de arrieros adheridos a las tradiciones. El dolor de su familia y la comunidad estaba patente. ¿Cómo soportar racionalmente la muerte de un niño? Pero ya no había caso, se debía preparar el ritual como correspondía. Algunos familiares bajaron hasta el pueblo de San José para comprar los alimentos, bebestibles, flores y papel blanco para forrar y empapelar lo necesario para pasar las dos noches que duraría el velorio. Dos tíos fueron a su majada a buscar cuatro cabritos para tirarlos a la parrilla. Nada debía faltar. La abuela pilló tres gallinas de casa para cocinar el caldo reponedor.

El niño fue vestido completamente de blanco, lo sentaron en una sillita, le juntaron sus frías manos y entre ellas instalaron siete ramitas de huilles, flores blancas que entregaban al niño su pureza y el aroma que cubría su cuerpo y que habían ido a buscar a las laderas de los cerros. De cartón el padre hizo unas alitas que forraron con papel blanco. A su alrededor le pegaron guirnaldas plateadas, que también pusieron en su cabeza. Se veía bello, su cara era angelical y, como el ritual lo requiere, lograron mantener su ojitos abiertos. El niño convertido en angelito busca el camino y observa a quienes lo visitan. Un tío del niño era carpintero, así es que midió el cuerpo extinto y, de madera, hizo un cajoncito donde cupiera el cuerpo inerte. Pidió papel blanco para forrarlo y con engrudo lo pegó. Adentro pusieron sus cuatro pilchas y un chal, para que estuviera más blandito.

Ya estaba todo dispuesto. El angelito en su altar, rodeado de flores; las sillas para los que lo visitaran y, afuera del rancho, bajo el parrón, una larga mesa para servir la comida. En la cocina las mujeres no paraban de trabajar, haciendo pan, cazuela, ensaladas y pebre bien aliñado, porque en la noche todos iban a participar. Ya como a las siete fue llegando la comunidad. Una señora de largas faldas y pelo recogido rezó el rosario mientras la gente bajo el parrón tomaba vino hervido y aguardiente, el gloriao, dicen ellos. Llegan los cantores, comen una cazuela y entran. Todos sus cantos son a lo divino. Son cánticos de ángeles, nadie llora, todos ríen, porque si alguien llora le moja las alitas al niño y éste no podrá volar para llegar al cielo. Hacen salud por el alma del angelito, porque hay felicidad, el niño se ha salvado de padecer la vida, se ha ido sin pecado, ni siquiera tendrá que pasar al purgatorio, se va derechito al cielo, donde será el representante de la comunidad ante Dios.

En el cielo están trillando

granito de trigo de oro

los ángeles con horqueta

dicen quién es mayordomo.

Con arados de crisol

los santos todos araron

después la tierra cruzaron

pa´ plantar papa y frejol.

San Juan es el segador

San Pedro pasa fumando

San Pascual va reclamando

a Dios Padre Celestial

para poder cosechar…

Cuecas bajo el parrón, vino hervido con naranja, aguardiente solita, brindis por el angelito que pedirá por ellos. Las guitarras siguen cantando, las mujeres sacan los pañuelos, las cuecas choras aparecen. Dos días y dos noches dicen que estuvieron. Hasta una rosca se armó. Pero ya velaron al angelito, él ya está en el cielo, ahora su cuerpo también debe descansar. En el cementerio, los panteoneros esperan el ataúd blanco y la fila de la comunidad, cansados de tanto gloriao, piden que esto termine y que el angelito pida por ellos y sus pecados.

En años posteriores hubo otros velorios de angelitos en nuestra zona, pero hoy en día esta tradición está fuera de uso. DdO

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