Encabezado Dedal de Oro
LINTERNA-TURA
La musa de la tristeza
POR: FRANCISCO JAVIER BÉCQUER. - A JORGE Y CARLOS OLAVARRÍA PÉREZ.

Donde el misterio guarda su razón de ser, allí viven los engendros de la locura de los verdaderos artistas, esos que no dependen de los conceptos y de los gustos de los demás para crear, sino que dan forma al beso de la muerte y la esencia de la inspiración, inspiración que trae a las manos de los tradicionalistas una forma de arte escandalosa...

Pues así como el loco Juan daba vida a la materia inerte, así yo daré vida a mi poesía de muerte.

¿Por qué siempre muerte? Porque la muerte es una zona intermedia, y depende de nuestra locura que la podamos entender y querer, no verla como algo negativo y sombrío y sentirla como parte de nuestra alma...

Ilustración de ''La musa de la tristeza''

Bajo la tétrica noche, dentro del amplio, majestuoso y triste castillo, Juan esculpía a la musa. ¿Para qué, se preguntarán ustedes? Pues, para volverla a la vida.

A cada toque del cincel sobre la carne del mármol, latía lentamente un grado de vida misma. Aparecieron junto con los suspiros del artista las formas curvilíneas de una mujer. Así mismo emergían desde lo profundo de su mente los recuerdos de aquella breve pero hermosa época de felicidad. Momentos llenos de coloridos y de risas, de amor y formas angelicales.

Las flores de los almendros caen formando una colorida alfombra sobre el césped del jardín. Juan y Almodena comparten este profundo amor que les ha unido desde ya un tiempo. Un amor que se expresa de mil formas. Gracias a ella la soledad de Juan se había terminado. La pasión verdadera y el amor infundido por esta mujer, de quien dicen era descendiente de los elfos del bosque, había logrado el cambio en el loco artista. Almodena Marfiliopulido era rubia, de cabellos rizados, alta, de tez blanca dentro del óvalo de su rostro. Era la belleza encarnada. Era sangre de la luna condensada en un cuerpo pálido y suave como el mármol refinado. El amor le daba un color rosado bajo su blanquecina piel. Esa era la fuente de vida y renacer del "loco Juan", como le conocían en Tetricovia. Almodena era esa mágica fuente de juventud.

La historia había comenzado como en un cuento de hadas. Juan de Khoward era hijo del Conde Sagismiro II de Khoward y de una soprano muy famosa en su tiempo por esas tierras, llamada Alacina Qriopocentro. De su padre había heredado el famoso castillo Khoward. En el valle de Simen, más específicamente en el reino de Tetricovia, nunca le quisieron mucho, debido a su aspecto huraño, tosco y solitario (después de la muerte de sus padres, que sí fueron queridos en aquel valle). Algunas mujeres del pueblo, para asustar a los pequeños que no querían comerse la comida, les amonestaban con la siguiente reprimenda:
-¡Que te llevaremos donde el Ogro de Khoward!.

Cuando Juan se casó con Almodena, doncella de los bosques, la vida le cambió por completo. En su castillo comenzó a reinar la alegría. Hizo grandes fiestas en honor de su esposa. También conciertos y exposiciones de sus obras, pues era un genio creador, un escultor innato. Las gentes del reino comenzaron a estimar y querer a este nuevo Juan y a su amada esposa.

Pero el destino, muchas veces injusto, que todo lo manipula a su antojo, quitó la felicidad en aquel castillo y en el reino. La desgracia llegó de repente, colándose por entre los jardines de tulipanes y los almendros y con un amargo e incomprendido olor a muerte. Una de esas hermosas tardes de sol en el valle de Simen, Almodena paseaba por los jardines de tulipanes cuando cayó al suelo desvanecida. Juan, quien esculpía un querubín para el cuarto del hijo que pretendían tener, vio desde la ventana de su estudio todo esto y voló hacia ella. Abrazándose a su cuerpo Juan gritó su amargura a los vientos. El sol se escondió abruptamente y la oscuridad y el frío llenaron el ambiente del castillo. El hades llamaba a una de sus nuevas adquisiciones a su reino de muerte.

Postrada en su cama, Almodena agonizó de una enfermedad desconocida. Ni los mejores médicos y brujos pudieron sanarla. Al final, para Juan, todos ellos eran la misma clase de charlatanes. Una mañana, Juan se encontró llorando sobre un cadáver frío como el hielo. Sus sirvientes lo condujeron a su estudio y a la doncella la embalsamaron y preservaron en una cúpula de cristal (órdenes impartidas por Juan en sus delirios de dolor). Aquellos días en el castillo de Khoward fueron tristes, con olor a inciensos y flores. Entonces Juan volvió a ser el mismo ogro-escultor de antes y se encerró en su estudio para hacer un proyecto lleno de locura: revivir a su esposa. Los lectores se preguntarán cómo. Veamos a continuación como sucedió esto.

En un gran trozo de mármol comenzó a esculpir a su mujer. Tanto dolor y amor infundió en su obra, que ni siquiera salía a comer, y dormía pocas horas. La inspiración y el deseo eran muy fuertes dentro de su ser. La musa debía volver a la vida, a cada golpe del cincel. De repente, sus sirvientes, en las noches, le oían gritar con voz delirante de locura: ¡Almodena, yo te volveré a la vida!

Tanta fue la fuerza de inspiración y de amor mezclado con dolor, que cuando la obra concluyó, Juan la contempló y gritó horrorizado al ver que la estatua abría sus ojos y lloraba sangre: ¡Así no! ¡Así noooo!

La escultura lloraba, y no hablaba. Juan se dio cuenta de que la había vuelto a la vida, pero gracias a la tristeza y el dolor. Se dio cuenta de su error y quiso destruirla, pero no pudo. No toleró este fracaso, miró con alegría hacia los jardines de tulipanes, tomó el cincel con pavor y lo clavó en su pecho.

La noche en que Juan se mató Almodena embalsamada se desintegró. Después, con el paso del tiempo, y como Juan no había dejado herederos, el castillo de Khoward pasó a ser un museo histórico. Cien años más tarde, el Rey Jolipotyon II de Tetricovia lo declaró monumento del Valle de Simen. De la doncella de mármol, cuentan (hasta el día de hoy) que a las doce de la noche, en el castillo, se la ve llorar sangre de sus párpados de jade verde. Si no me creen, se los digo, vayan a Tetricovia y busquen el Castillo de Khoward, hoy el museo Nacional de Tetricovia. Vayan al estudio de Juan y allí encontrarán a la musa de la tristeza.

DdO

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