Revista Dedal de Oro N° 68
Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 69 - Año XII, Invierno 2014

LINTERNA-TURA

LA NIEVE CAE CON GUSTO A UNIVERSO
ANTONIO GIL IÑIGUEZ. A la memoria de mi tío Fernando Iñiguez.

Leímos por primera vez este poema de Vicente Huidobro llamado "Invierno para beberlo", en un año perdido y helado hace siglos, cuando las nueces ya estaban guardadas y el frío cortaba como un vidrio bajando por entre los farellones andinos y entraba en el patio de la vieja y desaparecida residencial Olivares. Un sencillo y austero alojamiento familiar, como ya no existen, allá en la querida alameda de San Alfonso. Este poema de Huidobro nos viene justo cuando el invierno está cuajado de todas las vibrantes sensaciones lentas y torpes de este tiempo adormilado, larvado, que es cuando la naturaleza sueña y es despertado, sin embargo, de su modorra de crisálida al ser mirado por el gran poeta del creacionismo, y adquiere así una dimensión nueva, cosa que a fin de cuentas es la función, que al menos yo arbitrariamente, le asigno a la poesía. Huidobro, con la mirada brillante, nos invita a sentir el paisaje y los sones propios del invierno en su dimensión irreal, metafísica, cuando nos dice: "El salón se hincha con el vapor de las bocas y las miradas congeladas cuelgan de la lámpara" . Así, la poesía huidobriana nos empuja a un sentir del invierno como venido de otro mundo, y aquí nos despierta rincones nuevos de percepción, al poner las cosas en lugares donde nunca habíamos mirado. Encuentro el fatigado volumen, desvencijado, entre mis objetos olvidados -cortaplumas, pipas, morrales de cazador-, y siento propicio el impulso, el momento para compartir con ustedes, apreciados lectores, este viejo texto vanguardista y original, que no ha perdido un copo del vigoroso objetivo provocador con que fue concebido.


               INVIERNO PARA BEBERLO (1925)

El invierno ha llegado al llamado de alguien
Y las miradas emigran hacia los calores conocidos
Esta noche el viento arrastra sus chales de viento
Tejed queridos pájaros míos un techo de cantos sobre
las avenidas

Oíd crepitar el arcoiris mojado
Bajo el peso de los pájaros se ha plegado

La amargura teme a las interperies
Pero nos queda un poco de ceniza del ocaso
Golondrinas de mi pecho qué mal hacéis
Sacudiendo siempre ese abanico vegetal

Seducciones de antesala en grado de aguardiente
Alejemos en seguida el coche de las nieves
Bebo lentamente tus miradas de justas calorías

El salón se hincha con el vapor de las bocas
Las miradas congeladas cuelgan de la lámpara
Y hay moscas
Sobre los suspiros petrificados

Los ojos están llenos de un líquido viajero
Y cada ojo tiene un perfume especial
El silencio es una planta que brota al interior
Si el corazón conserva su calefacción igual

Afuera se acerca el coche de las nieves
Trayendo su termómetro de ultratumba
Y me adormezco con el ruido del piano lunar
Cuando se estrujan las nubes y cae la lluvia

Cae
Nieve con gusto a universo
Cae
Nieve que huele a mar

Cae
Nieve perfecta de los violines
Cae
La nieve sobre las mariposas

Cae
Nieve en copos de olores
La nieve en tubo inconsistente

Cae
Nieve a paso de flor
Nieva nieve sobre todos los rincones del tiempo

Simiente de sonido de campanas
Sobre los naufragios más lejanos
Calentad vuestros suspiros en los bolsillos
Que el cielo peina sus nubes antiguas
Siguiendo los gestos de nuestras manos

Lágrimas astrológicas sobre nuestras miserias
Y sobre la cabeza del patriarca guardián del frío
El cielo emblanquece nuestra atmósfera
Entre las palabras heladas a medio camino
Ahora que el patriarca se ha dormido
La nieve se desliza se desliza
se desliza

Desde su barba pulida


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