FLORES EN EL CAJÓN DE EL MORADO.
CLASES EN EL GLACIAR DE EL MORADO.
LAGUNA DE EL MORADO.
ESTERO CORDILLERANO.
GLACIARES DEL CERRO CORTADERAS.
EL AUTOR DE ESTE ARTÍCULO Y
LA TAPA DE SU ÚLTIMO LIBRO (2012)
El primer encuentro del hombre americano con los valles andinos de lo que hoy es Chile se realizó hace algo más de doce mil años, culminando la migración terrestre más impresionante del género humano. Su antepasado, pastor y cazador de las estepas de Asia Central, empujado por los ciclos climáticos de calentamiento y enfriamiento, cruzó caminando, tal vez persiguiendo sus presas o tal vez arreando algún ganado, por zonas aledañas al estrecho de Behring y avanzó hacia el sur durante varias generaciones.
Cuando este hombre llega al valle central chileno, se encuentra con un clima templado y rodeado de abundante vegetación arbórea, donde pudo ejercer holgadamente su vocación de cazador-recolector, sin necesidad de colonizar los valles andinos aledaños. Si en esa época hubiera explorado el valle del Maipo, actualmente conocido como El Cajón del Maipo, se habría encontrado con la lengua terminal de un gran glaciar a la altura de lo que actualmente conocemos como el pueblo de San Alfonso, y de ahí hacia arriba, largos glaciares ocupando todos los valles, alimentados por los circos glaciares de esbeltas cumbres cubiertas de hielo, que nos recordarían los paisajes invernales de las montañas que conocemos hoy. Igualmente y más al sur, grandes lenguas glaciares asomaban desde la mayoría de los valles cordilleranos de Chile Central. En esos lugares se pueden encontrar en la actualidad numerosos depósitos morrénicos mezclados con restos vegetales datados en 10 a 20 mil años de antigüedad.
A pesar de los extensos territorios helados de los que fue testigo el primer habitante de Chile, en ese tiempo la última glaciación ya estaba en franco retroceso: los hielos habían alcanzado su máxima extensión unos 10 mil años antes de su llegada y desde entonces hasta hoy el clima ha sufrido fuertes oscilaciones, cuya resultante final es el estado de calentamiento interglaciar que estamos viviendo. Ignoramos cuánto tiempo falta para la culminación de este período y no sabemos si algún glaciar de montaña perdurará cuando se inicie el nuevo período frío.
Por ahora todo indica que se vive una acelerada regresión en los hielos de la Tierra, y el hombre contribuye también al fenómeno con su acción, y en ambas direcciones, por un lado calentando la atmósfera, por otro aumentando el albedo al desforestar la superficie. Lo claro está que tomando en cuenta el pasado, tarde o temprano los hielos volverán en gloria y majestad en una nueva etapa glacial, y no seremos capaces de mitigar o evitar tal natural fenómeno y sus efectos en la geografía y ecología planetaria.
Los glaciares y el hielo cubren el 10 % de los continentes, desde los espacios infinitos de las tierras antárticas a las grandes extensiones heladas de Groenlandia y los míticos Campos de Hielo de la Patagonia. En nuestra Cordillera Central, donde El Cajón del Maipo representa un verdadero núcleo de las actividades productivas y recreativas de nuestra región, innumerables cuerpos glaciares se descuelgan de las cimas andinas con mayor o menor importancia. Son emblemáticos, por nombrar solo algunos, el glaciar del San Francisco, el glaciar del Morado, el glaciar Loma larga, el glaciar Cortaderas, o los cuerpos glaciares del volcán San José o del cerro Marmolejo. Todos ellos representan de una u otra manera una natural fuente de vertientes, esteros y ríos que contribuyen a recoger y trasladar las vitales aguas que viajarán valle abajo por muchos kilómetros, regando tierras y campos, hasta alcanzar finalmente el océano Pacífico.
Según algunas estimaciones, los glaciares representan el 75 % del agua dulce del planeta, y esa sería sin duda su gran importancia presente y futura, pero las nieves y los hielos, aparecidos antes que el hombre, y que lo más probable es que permanezcan de pie un tiempo mayor que nuestra especie, son sin duda alguna, la huella digital del mundo de la Alta Montaña, de esos espacios cada vez más acorralados por la civilización, pero que aún permanecen limpios, libres y orgullosos. Los glaciares y sus hielos, las nieves y las aguas nacidas en las alturas cobran cada día más importancia como fuentes y sostenedores de la vida, entre plantas y animales que dependemos íntegramente de su existencia. Aprender a conocerlos y de alguna manera a respetarlos, es también conocer de nuestra propia existencia, y respetar también la propia vida y la de todos los seres que nos rodean y que comparten con nosotros el mismo y único hogar.
Gastón Oyarzún,
Instructor y Guía de Alta Montaña
Docente Universidad San Sebastián.
Agosto 2013.