MARÍA ISABEL FLORES RÍOS.
Iniciándose el año 1914, un 18 de enero, nace en San José de Maipo, María Isabel Flores Ríos, hija de doña Luisa Ríos Quezada y don Aníbal Flores Robles. En su casa, situada en la calle San Lorenzo, actual calle Comercio, vivía junto a sus padres y a sus 3 hermanos y 3 hermanas.
Al cumplir Isabel unos cinco años de vida, fallece su padre, triste partida del típico caballero de bastón y corbata, activo político de aquellos años. Su madre, Luisa, queda sola a cargo de sus hijos, por quienes trabaja duramente y se esmera en formarlos con valores.
Isabel va creciendo en el pueblo de calles de tierra, acequias, la plaza y la iglesia. Ella recuerda que la gente le decía "Cotoquita"; ya más grande, "Chabelita".
Se hace señorita. Todos me cuentan que era muy hermosa, con unos grandes ojos negros, largas pestañas y de pelo ondulado. Tal vez a eso se debe que el año 1935, la presentan candidata a Reina de las Fiestas Primaverales de San José de Maipo. Fue elegida reina, y a sus 7 nietos y bisnietos les narra esta bonita experiencia, donde toda la gente se unía y participaba con alegría.
Trabajó por muchos años en el Servicio de Salud en diferentes cargos administrativos. Para ella fueron años inolvidables compartiendo con sus compañeros el trabajo y sus travesuras. Aún recuerda los nombres de las señoras de la cocina, de las salas de reposo, de los porteros, nocheros, choferes… Es largo enumerar todo lo que nos ha relatado de su trabajo.
El año 1951 contrae matrimonio con Eduardo Salinas Marchant, pero el destino le quita la dicha de su compañía a los 14 años de casados. Fue un duro golpe, el que aún recuerda con tristeza. Ella se queda con mi abuela Luisa y yo.
Realmente ella, mi madre, es un ser muy especial. Es suave, cariñosa, sincera, de un alma tremendamente generosa. De su vientre solo nací yo, su hija, pero para muchos más ha sido la "mamá" o la "Elita". Todos la adoramos, tanto así, que hace unos días su pequeña bisnieta Adriana le dijo: "Elita, cuando te vayas entre las nubes te extrañaré mucho, mucho".
Y así será. Si algún día parte, en nuestro hogar faltará esa dulzura que brota desde su ya cansado corazoncito. Nos faltará esa mirada pura, sus labios siempre dispuestos a una sonrisa, esa presencia de mujer buena, su humor entre blanco y "picarón". Toda ella, esa presencia digna que no la restan sus casi 100 años de vida.
Permita el Buen Hacedor que pueda estar mucho más con todos nosotros, que podamos seguir gozándola y que hasta su último suspiro sea feliz, esté sanita y sienta nuestra gratitud y el inmenso amor, cultivado desde su propia siembra. Gracias a Dios por esta Bendita.
Con humildad,
Su hija María Isabel.