Recién el año 2008 vine a conocer a Viola en el Cajón del Maipo. Ambos pertenecíamos al Club de Adulto Mayor El Manzano Otoñal. Siempre sonriente, amable, cuidadosa de su persona y elegantemente vestida, con gusto y... "percha". De voz baja y suave, dispuesta a escuchar amable y atentamente a quien lo quisiera. La invité a sumarse a nuestro Taller Literario, sabiendo algo de sus dotes artísticas y de que ella dirigía el Taller de Cerámica Decorativa de nuestro Club.
Al conocerla no imaginé que detrás de esa apariencia tranquila, quitada de bulla… había una mujer rica en valores y experiencias, llena de conocimientos e inquietudes, dispuesta a seguir aprendiendo de esta vida, pero también a trasmitir y enseñar sus conocimientos y maestrías. No significaba esto que ella no fuera una mujer segura de sí misma y dispuesta a defender sus ideas y convicciones. Atenta al quehacer ciudadano, al día en la información del acontecer de la comuna, del país y del mundo, sus opiniones eran claras y definidas, y sus críticas precisas; no se andaba con rodeos.
De una gran sensibilidad social, Viola siempre tenía un gesto amable o una sonrisa para quienes la rodeaban y sus manos generosas estaban siempre atentas a tenderse a quienes necesitaran de su ayuda o sus consejos.
Su corazón estaba lleno de cariño por su familia, por sus hijas, sus nietos y bisnietos, con gran preocupación y entrega. También para sus amigas y amigos, que tuvieron el privilegio de conocerla y compartir con ella momentos de su vida.
Enormemente positiva, Viola vivía la vida con alegría, siempre pensando en un mañana de nuevos proyectos y desafíos, y dispuesta a enfrentarlos como si tuviera toda la vida por delante. Deseosa de viajar, de conocer otros lugares, de aprender lo que faltara por aprender. También dispuesta a hacer algunas locuras "de jóvenes", como si tuviera la mitad de la edad que tenía o menos. No lo pensó dos veces para lanzarse hace un par de años en "canopy" colgada de los árboles milenarios de los bosques del sur, o excursionar por los cerros del Cajón del Maipo sobre los 2.500 m. de altura. Esto, entre otras locuras un poco "impropias"… como diría más de alguien, sobre todo para una "respetable dama de tercera edad" que ya pisaba los ochentitantos. Tampoco los años le impidieron esa vez, recostarse sobre las hojas de pino en el claro de un bosque, a mirar cómo se juntan las copas de los árboles allá en el cielo y soñar. Su sensibilidad por la naturaleza y el amor por la vida eran en ella inmensamente más grandes.
Su avanzada edad, que nunca representó, tampoco fue tema de preocupación para ella. Más bien era su orgullo; una enorme satisfacción de que, a sus años gozando de una excelente salud, pudiera seguir realizando aquellas actividades que sus múltiples inquietudes le requerían y más. Cuando con los miembros del Club de Adulto Mayor, El Manzano Otoñal, recorrerían en comparsa las calles de San José de Maipo, en el desfile para aquella Fiesta de la Primavera, me dijo: Tienes que hacerme un letrero que diga …"Flor de Vieja…". Ella y otras damas irían disfrazadas de "flores", con enormes pétalos de colores rodeando sus alegres rostros… Por respeto a esos años, solo escribí… "Flor de Vieji.." que me sonó más suave. Siempre estuvo dispuesta a embarcarse con alegría en estas y otras locuras que la llenaban de felicidad. Participar en los paseos, los malones bailables del Club y las fiestas de la Pasada de Agosto cada año, la llenaban de alegría.
Poseedora de grandes aptitudes artísticas, Viola fue adquiriendo con los años, valiosas técnicas y gran maestría, especialmente en la pintura. En sus óleos, en el Bauer que aplicaba con maestría sobre objetos de cerámica y sobre género, como también en la confección de mosaicos, se reflejan sus sentimientos, su apego a la naturaleza y, sobre todo, sus "sensaciones", que motivaron siempre su producción artística y esa necesidad de comunicar. Gran parte de esa producción de años, decora su casa de El Manzano, pero también mucho de ello partió de su lado, en manos de algún turista, de amigos y familiares, los que hoy los atesoran junto al recuerdo de esta gran artista y gran mujer.
Un par de años después de la muerte de su esposo (1996), decidió trasladarse al Cajón del Maipo (1998), para vivir en la casa que junto a su marido habían iniciado y aún estaba sin terminar. En El Manzano, entre los cerros, el cielo azul, el aire puro y las estrellas, reinició sola su camino, por decisión personal, transformando poco a poco la pena de la viudez, en fortalezas y creatividad. Pronto se integró al Club El Manzano Otoñal, donde hizo buenos amigos y empezó a participar en sus actividades. Creó el Taller de Cerámica Decorativa, donde capacitó en el arte del Bauer a gran cantidad de socias del Club y vecinos de El Manzano. Hasta poco antes de su partida, cada semana por más de cinco años y ad honorem, hizo sus clases con gran éxito, lo que se reflejaba cada año en valiosas exposiciones. También participó en el Taller Literario, en las practicas de Tai Chi, Kundalini Yoga, gimnasia entretenida y en todas las actividades recreativas de su Club, las que compartía equilibradamente con el cuidado de sus rosas, el riego y la cosecha de los almendros y las frutillas de su parcela, alcanzándole el tiempo y las energías, además, para estar con su familia, nietos y bisnietos.
Su partida ha sido una gran pérdida para El Cajón del Maipo, para su patrimonio cultural, para sus amigos y compañeros de El Manzano Otoñal, el Club donde sus huellas quedaron marcadas a fuego, como el fuego de los hornos que cristalizaban los trabajos del Taller de Cerámica Decorativa, como el fuego que Viola Martínez llevaba en su corazón.
Viola, una mujer admirable, fue para mí una gran e inolvidable amiga.
Humberto Espinosa Poblete.
Diciembre 2012.
