¿Cuánto vivió? Por muchísimos años fue la pareja fiel de su compañero (a la izquierda), que aún tiene fuerzas de supervivencia. Pero él se rindió, se secó, y hubo que hacerlo caer como a un gigante de setenta metros, vencido por el viento, la lluvia, la nieve, el inclemente sol de verano y el tiempo que nada perdona. Cuando se inauguró la Estación El Melocotón, en 1911, ellos ya estaban ahí, y por larguísimos años fueron testigos mudos de las cien mil y una pasadas del trencito.
Sí: pasa el tren, todo pasa, nada queda. Pero de algún modo todo queda, todo permanece en los corazones y se comunica por los corazones. Es el misterio de la vida: hay un inmenso archivo que contiene los aconteceres de todos los tiempos en el mundo de los vivos y de los muertos.
Alejandro Astorga Moreno, el día 15 de noviembre de 2012, hace un corte más y otro trozo del árbol se precipita a tierra. Un retumbar remece la Estación al tocar tierra el pedazo de madera.
(FOTO: JPYB)
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