Revista Dedal de Oro N° 62
Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 62 - Año XI, Primavera 2012

TRADICION ORAL

SERES HELADOS
CECILIA SANDANA GONZÁLEZ
Profesora de Historia y Geografía, cajonina desde siempre.
RÍO COLORADO, SECTOR DEL ANTIGUO PUENTE DE MADERA
RÍO COLORADO, SECTOR DEL ANTIGUO PUENTE DE MADERA,
YA INEXISTENTE. FOTO: JPYB, 23.06.2007

El Río Colorado nace de la vertiente occidental del Tupungato y vacía sus aguas en el río Maipo después de haber recorrido varios kilómetros en un cauce estrecho entre las altas cumbres. Su nombre se debe a su color, que producen las arcillas y los elementos que arrastra a su paso. Es uno de los ríos más caudalosos, que deja ver peñascos enormes, contra los que las aguas juegan besando sus grietas.

Este Cajón entrega montañas fantásticas llenas de colorido, tierras y rocas con especulativos minerales, hierbas que sirven para toda dolencia, y arbustos y árboles con hojas perennes y verdes casi todo el año, entre los que se deja ver fauna nativa que alberga la tierra.

Los viejos, cerca del año 40 del siglo pasado, bajaban leña a lomo de mula para hacer carbón. Partían por varios días a dejarla cortada y luego, con las bestias cargadas, se dirigían hacia donde estaba el horno. Para los arrieros y todo hombre que anduviera en la cordillera había "descansos", que no eran más que unas cuantas latas paradas, una ramada, un fogón y una cama de payasa. Para los que pasaban por ahí era obligación de caballero dejar alimentos junto a un atado de leña, que pudieran servir a alguien, porque a todos podía ayudar. En esa época nadie robaba por robar.

Un hombre llamado Lucho hacía estos menesteres. Tenía como 25 años, su cabeza llena de sueños y las manos rotas de tanto trabajar en la cordillera. Soñaba con aprender a manejar camiones, pero la vida todavía no le daba esa posibilidad. Mientras ayudaba a su papá a bajar leña, se iba tres días para el cerro. Llevaba ropa de abrigo, un poco de harina, té, azúcar, sal y varias latas de salmón para comérselo con cebolla. Partía con el bolso al culo y la mula que cargaría la leña. Dicen que tenía una voz de pájaro, que cantaba rancheras por todo el camino, hasta que llegaba al refugio. Allí hacía fuego, preparaba pan sobre unos cueros y los metía en la ceniza mientras se iba a cortar leña para adelantar la pega.

Pero ese día fue distinto. Tenía un mal presentimiento. Andaba con el alma asustada, pero era hombre de campo, no podía tener miedo. Ya atardeciendo, corrió hacia el rancho, sacó el pancito, se preparó un buen tacho de té y, sobre unos cueros, se acostó a mirar las estrellas, a sentir la soledad. El ruido de los seres nocturnos animaba su corazón. Tarareaba canciones aprendidas con su madre, que ya era finada. En la noche, a la mula se le alumbraban los puros ojitos.

la pieza estaba llena de sapos y ranas. Los pateó, los tiraba para afuera. Cansado de tanto manoteo, se reía de puro susto, pero los bichos no lo dejaban en paz. Se acordó de que su papá le había contado que esos seres les tenían miedo a las culebras, y que si se rodeaba la casa con una soga se iban lejos. A tientas encontró un pedazo de cordel, pero era corto, así es que sólo le dio vuelta a la cama. Chillando, asustados, se fueron los animales. Y ahí entendió por qué las patas de la cama eran tan altas.

Cuando contó en San José su historia los amigos se reían porque decían que a los que no sabían siempre les pasaba lo mismo. Era una talla de principiantes. Los demás ya sabían que después de las lluvias, en esa zona del río Colorado, siempre aparecían sapos y ranas por montones.

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