Revista Dedal de Oro N° 61
Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 61 - Año X, Invierno 2012
EN EL ANIVERSARIO Nº 220 DE SAN JOSÉ DE MAIPO
RECOPILACIÓN DE DOS HISTORIAS RURALES DEL CAJÓN DEL MAIPO:
MIGUEL CASTRO Y ANTONIO ORTEGA
PAULA GONZÁLEZ PINO.

LA AUTORA SE PRESENTA:
ESTUDIO ANTROPOLOGÍA SOCIAL Y ARQUEOLOGÍA EN LA UNIVERSIDAD DE CHILE, ACTUALMENTE CURSO QUINTO AÑO. HICE ESTE TRABAJO PARA EL RAMO ANTROPOLOGÍA RURAL, Y EL OBJETIVO ERA APROXIMARSE A UNA HISTORIA RURAL QUE TUVIERA RELACIÓN CON EL PROCESO AGRARIO CHILENO. LA IDEA ERA DAR UNA MIRADA PARTICULAR, DESDE LA EXPERIENCIA PERSONAL, A ESTE PROCESO. ME INTERESÓ TRABAJAR LA ZONA DEL CAJÓN DEL MAIPO PORQUE ACÁ NO HAY ESTAS GRANDES HACIENDAS QUE CARACTERIZARON EL MUNDO RURAL HASTA HACE 50 AÑOS, PERO SÍ FUE UN LUGAR RURAL Y CON TRADICIÓN AGRÍCOLA Y GANADERA A PEQUEÑA ESCALA QUE TAMBIÉN SUFRIÓ DE ALGÚN MODO LAS CONSECUENCIAS DE LA DESARTICULACIÓN DE LO RURAL. A MODO PERSONAL, LO QUE MÁS ME MOTIVÓ PARA COMPARTIR ESTE TRABAJO ES DARME CUENTA DE QUE COMO "NUEVAS GENERACIONES" SOMOS BIEN IGNORANTES DE LA REALIDAD QUE VIVIERON NUESTRO PAPÁS, ABUELOS Y OTROS ANTEPASADOS NO HACE TANTO TIEMPO, Y DE QUE LOS CAMBIOS SUCEDEN RÁPIDO Y SE NOS OLVIDA CÓMO ERA LA VIDA ANTES, EN NUESTRO PROPIO PUEBLO. PARA MÍ FUE LINDO HACER ESTE TRABAJO Y ENTENDER UN POCO, POR EJEMPLO, A MIS ABUELOS, LA VIDA QUE TENÍAN ANTES AQUÍ, POR QUÉ SON COMO SON, POR QUÉ TIENEN CIERTOS VALORES Y POR QUÉ VEN TODO TAN DIFERENTE A NOSOTROS "LOS JÓVENES". TENGO 22 AÑOS.

El desarrollo agrario chileno ha vivido en las últimas décadas momentos de cambio muy radicales, tanto así que es posible afirmar que su trayectoria clásica ha dado un vuelco paradigmático. La institución sobre el campo del sistema hacendal desarrolló un patrón de organización de las relaciones rurales -sociales y de poder- muy estable, con características particulares fuertemente arraigadas, que se reprodujeron por más de tres siglos. Todo este mundo fue desarticulado -tanto en sus aspectos materiales como en los intangibles- en menos de medio siglo. La necesidad de modernizar, de producir a escalas mayores, de homogeneizar los estilos de vida, hizo imprescindible la reforma. La Reforma Agraria chilena, impulsada inicialmente por el Gobierno de Frei Montalva, y continuada por el Gobierno de Salvador Allende, y más tarde por la Dictadura Militar, fue el proceso encargado de llevar a cabo la tan necesaria misión. Si bien cada uno de los gobiernos tuvo diferentes motivos e intereses -de hecho en la práctica es posible afirmar que cada uno de los tres grandes sectores políticos del país (izquierda, centro y derecha) tuvieron en sus manos el proceso de reforma-, la modernización de la estructura agraria se presentó como necesidad que está por sobre los gobiernos de turno, como un imperativo estructural que impone el sistema económico mundial, que penetra aceleradamente en Chile. La Dictadura Militar da el golpe final al proceso, y define el cariz que tendrá a partir de entonces la estructura agraria del país.

Este escrito busca poner el enfoque en las experiencias particulares sobre el campo. Es la vivencia personal en torno a lo antes descrito lo que guiará las líneas posteriores. Sin embargo, el lugar donde se desarrolla la vivencia es también protagonista. En este caso, el lugar es el Cajón del Maipo, sector en el cual recogí las historias que serán presentadas enseguida. Me pareció importante relevar este elemento, pues no es el mero espacio común que habitan los protagonistas, sino que marca fuertemente sus relatos: la alusión constante a la cotidianeidad -compartida también por mí, quien los entrevistó-, a lo local, generan una mirada particular -porque hay una vivencia particular- sobre los procesos que debieron atravesar. La geografía articula en gran medida las historias recopiladas, esencialmente por ser un aspecto fundamental en la constitución de la percepción individual de todo acontecer social. Este énfasis tiene también otro fundamento: debido a su ubicación precordillerana y su geografía montañosa, la zona del Cajón del Maipo no es un espacio tradicionalmente agrario; aquí la agricultura no tiene una importancia económica central, lo que no ha impedido que existiera producción agrícola e instituciones hacendales. Sin embargo, las dinámicas productivas y sociales de estas instituciones, debido a su tamaño e importancia, no se inscriben necesariamente en el grueso de los casos. Ello causa que el desarrollo del proceso agrario posea en esta zona un tinte particular, fuera de los clásicos parámetros agrario-rurales.

EL LUGAR: CAJÓN DEL MAIPO

San José de Maipo es una de las tantas villas fundadas durante el periodo colonial. Fue fundada en 1792 por Ambrosio O'Higgins. El motivo de esta fundación dice relación con la minería de plata que se desarrollaba en la zona, gracias a la cual -a la época- se había generado una pequeña cantidad de asentamientos mineros. La villa viene a fortalecer las labores mineras, y en su fundación consta apenas de 27 manzanas.

La itinerancia que instalan los eventos políticos y económicos del siglo XVII, en concreto la descampesinización y el peonaje, generan una red de migraciones rurales que termina depositando en este incipiente poblado a una variedad de habitantes de distintas zonas del país. Además de la plata, también se desarrolló la minería de carbón y de yeso. Es por ello que en otra época el Cajón del Maipo acogió a pequeños pirquineros que buscaron aquí un escuálido sustento. Lo montañoso del lugar impidió la masificación de la actividad agrícola, y esta sólo se desarrolló en pequeña escala por algunos. Si bien la fisionomía de la zona desfavorece esta actividad, permite el desarrollo de otra: la ganadería. La historia de los arrieros del Cajón es antigua y en gran medida desconocida. Como en toda zona donde los hombres se adaptan a la naturaleza y se alían con ella, es difícil encontrar resistencia a los grandes hitos naturales. Los arrieros, los baqueanos del lugar, hacen de la cordillera un hogar, y no reconocen un límite en las fronteras artificiales que desde los centros de poder se les intenta imponer: Argentina y Chile están unidos por los senderos que transitan los arrieros, por los intercambios que establecen, por la continua movilidad que su actividad instala, por las familias que crean a este lado y al otro.

Otras actividades económicas que dieron sustento a los habitantes del sector y que atrajeron trabajadores desde otras áreas son, ya en el siglo XX propiamente tal, las obras de construcción de centrales hidroeléctricas y acueductos.

La primera central hidroeléctrica que se construye en el Cajón del Maipo se localiza en el sector de Maitenes, y su construcción finaliza en 1923. Este tipo de obras trae a la localidad una pasajera bonanza económica, pues implica por una parte contratación de mano de obra para la construcción de la obra gruesa, y por otra, la llegada de afuerinos itinerantes a trabajar, lo que conlleva una reactivación de los servicios del pueblo, como alojamiento, pensión, etc. Sin embargo, se trata de un auge breve puesto que una vez terminada la construcción de la central, esta no requiere mano de obra para su funcionamiento. Esta realidad se repite a lo largo del siglo y hasta la actualidad.

El aire seco y limpio de la precordillera es considerado beneficioso para sanar las enfermedades al pulmón, por lo que se instalan tres sanatorios: "Casa de Salud", "La Preventiva" y "LAENNEC", orientados a atender pacientes en su mayoría tuberculosos. Ellos, en su tiempo de auge, generan una importante cantidad de puestos de trabajo tanto para hombres como para mujeres.

El Ferrocarril Militar comienza a construirse en 1906 para hacer más fluida la labor minera. Este hito pasa a ser fundamental, pues se vuelve un medio de transporte muy importante para los lugareños, pero también atrae a otras personas, como los turistas. El turismo comienza tempranamente a hacerse presente en San José: se desarrollan actividades de montaña como andinismo y esquí.

Como puede apreciarse en esta caracterización general del sector, la actividad agrícola no es un punto fuerte en la economía local. Sin embargo existió, y ello ayudó al abastecimiento alimenticio de la zona durante mucho tiempo, tanto por lo producido en los pocos fundos agrícolas que hubo, como por los pequeños propietarios o chacras familiares. Esta realidad ahora no existe. La producción agraria de la zona ha desaparecido casi en su totalidad, en todas sus formas, producto del proceso de modernización y urbanización de la comuna. Los testimonios presentados a continuación dan cuenta de este cambio, y entregan algunas apreciaciones y valoraciones personales sobre lo que significó la pérdida de la pequeña agricultura del sector, tanto a nivel económico como a nivel social.

Para construir este relato conté con la experiencia de dos personas, Miguel Castro y Antonio Ortega. Como ya mencioné, los dos son habitantes actuales de la comuna de San José de Maipo, más específicamente de la localidad de El Canelo. Ambos vivieron y trabajaron en fundos del sector, aunque desempeñaron roles muy diferentes: Miguel Castro fue capataz del fundo "Los Toros", de la localidad de El Canelo; Antonio Ortega, por su parte, vivió sólo su infancia y adolescencia en el fundo "El Manzano", porque luego fue expropiado.

"EL MANZANO" Y "LOS TOROS"

La historia de Miguel Castro tiene su origen en una familia de ovejeros de la zona sur, que al parecer siempre estuvo ligada al trabajo agrícola o ganadero en los fundos: "Mira, algo me decía mi padre, se acordaba... esos viejos (los abuelos) cuidaban ovejas, eran ovejeros, no sé qué cargo tendrían. Eran ovejeros los viejos. También en fundo, pero no por aquí, para el lado de Pichilemu. Mis tíos se quedaron todos por allá... no tengo yo idea de mis tíos, ni primos... de que existen sí... yo me vine como de 7 años". Cuando la familia se trasladó a Santiago en busca de mejores perspectivas económicas, el padre de don Miguel entró a trabajar en el fundo "La Dehesa", en la comuna del mismo nombre. Aquí es donde se inicia la historia agrícola de don Miguel, el mayor de cinco hijos, pues es en este fundo donde desde su infancia comienza a adentrarse en la realidad agrícola. "¡Ese sí que era fundo!", son las palabras que de entrada nos lanza don Miguel apenas se refiere a este lugar. Se trata de un fundo de más de 14.000 hectáreas de terreno, que cada temporada entregaba alrededor de 4.000 sacos de trigo y contaba con más de 15.000 animales. Don Miguel cuenta: "Yo era niño en este fundo, no hacía nada... 12 años, no trabajaba". En este fundo el papá de don Miguel estuvo trabajando alrededor de 10 años ("debió tener unos 38 años cuando llegó"), y se desempeñaba como un administrador secundario. Tras muchos años en este fundo, la familia se traslada a otro, "El Peral", en la zona de Noviciado, en Renca: "Este fundo era chico, no más de 100 hectáreas". Casi todo lo que se cosechaba era interno, porque tenían hectáreas de terreno donde se sembraba pasto, alfalfa y trébol, todo lo que se guardaba para los mismos animales, porque tenían 500 vacas lecheras. Don Miguel me cuenta que a su papá no le convenía trabajar en este fundo, así que vio un anuncio en el diario que solicitaba trabajadores para otro fundo, en el Cajón del Maipo, y la familia decidió trasladarse. La itinerancia de esta familia acaba finalmente en el fundo "Los Toros", en la localidad de El Canelo, en el Cajón del Maipo. Este fundo perteneció a don Emilio Puyó, un abogado que no vivía del él, lo ocupaba principalmente como lugar de paseo. El fundo eran 230 hectáreas de cultivo. 30 eran agrícolas y 200, secanas; en él se cultivaban sobre todo almendros. El papá de don Miguel trabajó 10 años allí: "Murió aquí mi padre, más de 50 años estuvo trabajando...".

Como es posible apreciar, Miguel Castro posee una vasta experiencia agrícola, ostentando conocimientos productivos, no sólo de los lugares donde trabajó, sino que además ha construido un mapa mental de la estructura agroganadera de Chile. En concordancia con esto, analiza las posibilidades productivas del Cajón del Maipo, y de entrada afirma que la zona no es agrícola, porque no hay muchas planicies. En este cajón, señala, no se siembra trigo, ni papa, ni chacras, ni verduras. En las zonas cordilleranas es posible tener animales para ganadería, pero principalmente en verano. En invierno hay que bajar todo ese ganado "y llevarlo para afuera". Don Miguel, cuando llega a este lugar ya tiene mucha experiencia con respecto a la producción y el trabajo en los fundos. Su padre siempre trabajó como administrador o llavero, nunca ejerció labores propiamente agrícolas, y don Miguel, su hijo, también se dedicó a dicho oficio, lo que le da una perspectiva diferente a la de un agricultor. Además, debido a sus labores, don Miguel siempre ha tenido una mayor cercanía a los patrones que un inquilino cualquiera, y una mejor situación económica.

A diferencia de don Miguel, don Antonio no me entrega datos tan rigurosos del tamaño y producción del fundo donde habitó, principalmente porque era muy joven y nunca se involucró formalmente en el trabajo, pero también porque su padre no ejerció nunca un papel administrativo, sino que fue agricultor. El papá de don Antonio fue inquilino del fundo "El Manzano", perteneciente a la familia Fernández Concha. En este fundo trabajaron 12 inquilinos con sus familias, además de los peones que se contrataban esporádicamente. Aquí se producía una gran variedad de productos agrícolas, aunque no de manera intensiva, ya el fundo no representó para la familia Fernández una importante entrada de ingresos, sino que más bien existía como un campo de veraneo y descanso.

La familia Ortega estaba conformada por el padre y la madre de don Antonio, y sus catorce hijos. De ellos, Antonio es el noveno. El padre siempre trabajó como inquilino al servicio del fundo, mientras que la madre se ocupó de las tareas domésticas, como la atención de los hijos, de la casa, de las chacras y de los animales propios. Además, trabajó mucho tiempo en la lechería del lugar. Según relata don Antonio, ella estuvo a cargo de la lechería por mucho tiempo, mientras que los hijos la ayudaban en lo que podían. Ellos pasaron casi toda su vida en el fundo, ayudando a la familia o trabajando en cosas pequeñas como espantar los pájaros de las siembras o recolectar frutas en ciertas estaciones del año. Don Antonio me cuenta que con sus hermanos casi nunca iban a la escuela, y que de hecho sus hermanos mayores tienen una formación escolar mucho más precaria que la suya, que en sus propias palabras ya es bastante precaria.

La subsistencia de la familia estaba centrada básicamente en el abastecimiento alimenticio, mientras que otro tipo de necesidades estaban en segundo y tercer plano. El trabajo en el fundo permitía asegurarse de cierto ingreso fijo de dinero, mientras que la propiedad familiar de algunos animales y tierras únicamente dedicadas a la producción familiar, hacían el resto. Además, durante los periodos en que el trabajo agrícola no era muy intensivo, era necesario realizar otras actividades, por lo que la familia producía miel, y el papá fabricaba artesanías en cuero. Durante el verano secaban frutas como membrillos, manzanas, entre otras, que eran excedentes de la producción del fundo, para poder alimentarse durante en invierno.

Debido a que don Antonio era joven cuando el fundo estaba en marcha, no trabajó formalmente como inquilino o peón, sino más bien como mano de obra extra para satisfacer la necesidades esporádicas: en las fecha de agosto y septiembre trabajó en el mantenimiento del canal que riega el sector de El Manzano, que sale del río Colorado. Trabajó cuidando el ganado del fundo, lo que le entregó muchos conocimientos sobre ganadería, los que, cuando tuvo que irse de su casa, le sirvieron para subsistir. Otras actividades fueron recolectar frutas para la familia Fernández, principalmente a pedido de la señora de don Felipe, quien según cuenta, era muy cariñosa y usualmente les encomendaba trabajos remunerados a los niños.

Debido a que don Antonio era joven cuando el fundo estaba en marcha, no trabajó formalmente como inquilino o peón, sino más bien como mano de obra extra para satisfacer la necesidades esporádicas: en las fecha de agosto y septiembre trabajó en el mantenimiento del canal que riega el sector de El Manzano, que sale del río Colorado. Trabajó cuidando el ganado del fundo, lo que le entregó muchos conocimientos sobre ganadería, los que, cuando tuvo que irse de su casa, le sirvieron para subsistir. Otras actividades fueron recolectar frutas para la familia Fernández, principalmente a pedido de la señora de don Felipe, quien según cuenta, era muy cariñosa y usualmente les encomendaba trabajos remunerados a los niños.

Sobre las relaciones que se dan al interior del fundo, don Antonio tiene recuerdos bastante positivos: me cuenta por una parte, que la relación que había entre el patrón y sus trabajadores era muy buena, porque él los trataba con mucho respeto, y porque no intervenía mayormente en la organización de las cosas en el fundo. Por otro lado, las relaciones entre los trabajadores también eran buenas; se veía al fundo como una gran familia: los hijos de los inquilinos eran como hermanos, compartían mucho entre ellos, y los inquilinos también mantenían relaciones muy cercanas entre ellos, eran amigos. Don Antonio recuerda con mucha nostalgia esto, y recalca que todos conformaban una comunidad, que celebraban las fiestas, se juntaban los fines de semana a comer, etc.

EL FIN DE LOS FUNDOS

En la década del 60 los fundos El Manzano y Los Toros comienzan a ver su fin. Aunque sólo uno de ellos es expropiado por el proceso de reforma, las dos propiedades dejan de ser fundos propiamente tales.

El fundo El Manzano es entregado a CORA, y el fundo Los Toros es vendido. Estos hechos son síntoma de que la gran propiedad de la tierra, aunque no sea directamente por el proceso de reforma, ya está acabando; la tenencia de estas propiedades comienza a verse como una actividad poco rentable por los dueños, que en realidad tienen sus
HUASO CAJONINO. (FOTO: ANDRÉS ZAVALA.)


CAMIÓN YESERO EN LA CUESTA DE LOS AFLIGIDOS. LA YESERA. AÑOS 40. (FOTO GENTILEZA DE FAUSTINO RUBIO.)


ESTACIÓN DE SAN JOSÉ DE MAIPO. AÑOS 20.
(FOTO GENTILEZA DE FAUSTINO RUBIO.)


CAJÓN DEL MAIPO, PLANTACIÓN DE NOGALES. (FOTO: JPYB)


PAISAJE TÍPICO DE LA ZONA, RÍO COLORADO. (FOTO: JPYB)


LA PIRCA, LA TIERRA, EL CERRO, EL CIELO...
(FOTO: ANDRÉS ZAVALA.)


PAISAJE DE LAS ALTAS CUMBRES DEL CAJÓN DEL MAIPO... (FOTO: COTE.)


BAÑOS MORALES (DETALLE). (FOTO: GUSTAVO ZENTENO.)
negocios y actividades profesionales en la ciudad. Para ellos los fundos nunca significaron una gran fuente de ingresos, y eran más una propiedad recreativa y de veraneo, que una productiva.

Para don Miguel, este cambio no genera grandes consecuencias en su vida personal, pues él ya es mayor y se ha jubilado. En cambio para la familia Ortega, que ha recibido una porción de la tierra que antes era de don Felipe Fernández, es un cambio muy brusco, y la familia se ve obligada a modificar su estilo de vida.

El proceso de desvinculación de la población con las tierras agrícolas comienza, sin embargo, mucho antes que la reforma. Estas dos familias -los Castro y los Ortega-, cuyos antepasados siempre han vivido ligados a la tierra, han visto con el paso del siglo cómo poco a poco sus miembros buscan otras actividades económicas a qué dedicarse. Los hermanos de Miguel Castro no buscaron su destino en el sector primario, sino que se orientaron al sector terciario, al igual que su único hijo. El mismo don Miguel, una vez que abandonó la infancia y debió definir su futuro, decidió probar suerte en la ciudad: hizo el servicio militar, viajó al sur para intentar levantar un negocio, pero finalmente, debido a circunstancias superiores a su decisión, volvió a trabajar al fundo con su familia, donde pasó el resto de su vida laboral.

TRANSFORMACIÓN DEL SISTEMA AGRARIO

La transformación del sistema agrario fue un evento de suma importancia para los trabajadores de los fundos, porque significó un cambio radical en el modo de vida, sobre todo para los inquilinos. Para estos campesinos el proceso causó una desestructuración en la organización económica del hogar.

Cuando el fundo El Manzano fue expropiado se transformó en asentamiento, pero esto generó muchos problemas para los doce asentados. Los exinquilinos estaban acostumbrados a organizar su economía de acuerdo a las lógicas hacendales: el trabajo agrícola para el patrón era un complemento del trabajo en la producción doméstica (la producción familiar de miel, leche y quesos, chacras donde sembraban, etc.). Don Antonio nos relata la vivencia de su familia: "Aparte de trabajar, el fundo le daba un cuarto de tierras para que usted lo sembrara, para usted... nosotros ahí teníamos papas, porotos, maíz, trigo, para el consumo de nosotros, nosotros éramos hartos, como te digo éramos catorce hermanos que vivíamos ahí". El sueldo que recibían los inquilinos nunca fue un rasgo esencial de la economía, pues las necesidades alimenticias ya estaban satisfechas por la producción de la misma familia. Con respecto a esto, don Antonio nos cuenta: "Se ha perdido mucho lo que era antiguo, se ha perdido mucho el... cómo te explico... se ha perdido mucho la vida... antes se sembraba el trigo, se cortaba el trigo y se hacía la harina tostada, manualmente; la hacíamos nosotros en una piedra de moler, hacíamos la harina, el mote maíz, el mote trigo... todo lo teníamos, el huesillo, ¿ve?, o sea si usted con poquito tenía para lo demás, y lo demás todo había que hacerlo, cosecharlo, sacrificarse... Nosotros para el 11 de septiembre, para el Golpe, no teníamos azúcar para endulzar un té, no había azúcar, no hay dónde comprar... ¡pero teníamos miel!, con miel endulzábamos el té, con miel... no había pan, no había harina... ¿qué hacemos? ¡Cocemos papas y tomamos té con papas cocidas al desayuno! ¡La vida del campo es así! Hay cebollas... ¡hacemos cebollas! Pero comíamos, teníamos qué comer, gente que no tenía... nosotros teníamos, todo artesanal, pero teníamos, no pasábamos hambre... a veces no veíamos un pancito dentro de una semana, ¡pero hay papas! Hay harta papa...".

El relato de don Antonio nos introduce además nuevos elementos a la problemática que implicó el cambio de vida: surgen nuevas necesidades como tener estudios, que es un requisito para trabajar en la actualidad; pero también comienzan a aproximarse a un mundo donde hay un patrón de consumo diferente: antes no era necesario tener azúcar, ahora sí. Hay que comprar muchas más cosas; antes con lo adecuado para comer se estaba bien, hoy no. La vida, en muchos aspectos, antes era más sencilla, menos exigente, se podía vivir con poco. Aunque eso no significa que fuera fácil, pues había que sacrificarse mucho, el trabajo era muy pesado. Con el fin del fundo se impone un patrón de requisitos sociales mucho mayor: "Así vivíamos antes, en esos años, en ese tiempo se vivió eso, y yo lo viví... me acuerdo como si fuera ahora, lo viví y fue un poco triste también, porque no sé... uno, bueno... lo ve por otro lado y se sufrió harto también... cosas así... Pero el fundo El Manzano era muy lindo antes, había de todo, había trabajo, el que no trabajaba era flojo nomás. Con decirle que hasta corriendo pájaros usted se ganaba la vida, ¿ve? O arrancando porotos o cosechando, como fuera, pero se ganaba la vida igual... ahora una persona si no tiene estudios no se gana la vida... Yo me he ganado la vida desde los ocho años... Yo no tengo estudios, no tengo ni un estudio, me cuesta leer, me cuesta... qué se yo... la mano derecha (escribir), me cuestan todas esas cosas, yo fui muy poco a la escuela... pero he vivido bien, he sabido salir adelante... y he luchado, con mi vida, con mi vieja, y aquí estamos ahora, trabajando aquí en esto, no nos ha faltado... No es necesario a veces tener un gran estudio para ganarse la vida, solamente tener ganas de trabajar... con sacrificio, con ganas se hacen muchas cosas".

La desaparición de la figura del patrón, un personaje con poder e instrucción, capaz de administrar la economía del fundo, el trabajo y el dinero, fue un evento grave en la vida familiar de los Ortega. El padre de Antonio debió ahora enfrentarse solo a la organización productiva de sus hectáreas, pero también a los cobros fiscales por su nueva propiedad. Para hacer frente a esto resultó necesario comenzar a generar dinero, pues ya no era suficiente la satisfacción de las necesidades alimenticias. Surgió entonces un imperativo: vender la producción. Este fue un evento complejo, pues en la práctica un pequeño productor tiene muy pocas posibilidades de asegurarse buenos intercambios: "La parcela que nos tocó la seguíamos trabajando; ahí hacíamos lo mismo, sembrábamos maíz, trigo, chacras... después se nos hizo mucho más complicado porque había que pagar letras de la parcela, había gastos, comprar semillas, entonces las platas que uno lograba hacer no alcanzaban mucho, porque las cosechas no eran mucho lo que se sacaba... nosotros sembrábamos trigo y lo vendíamos en la fábrica de Carozzi, allá entregábamos el trigo, lo llevábamos a granel, en la camioneta... Pero igual había letras que pagar, contribuciones del terreno. Después mi papa jubiló y con la jubilación se arreglaba para lo que era algo de mercadería que había que comprar... ya tuvimos que eliminar unas pocas vacas lecheras, porque la parcela se dividió, hubo que hacer divisiones en la parcela y dejar solamente unas partes para los animales nomás, entonces ya fueron de menos, a menor, a menor... se fueron complicando más las cosas por los pagos".

Los asentamientos no son considerados un aporte por ninguno de los dos entrevistados: don Antonio nos aclara que el asentamiento en el fundo "El Manzano" fue una institución totalmente inoperante, que en la práctica no capacitó a los trabajadores: "No prestaron ayuda en esos años, no prestaron ayuda, se expropió digamos, a usted fue como venderle la parcela... Le llegaba a usted una letra al año, y contribuciones... entonces esa plata había que hacerla, entonces el fundo se terminó, se terminaron los sueldos para toda la gente: "De aquí para adelante arréglatelas solo". Entonces muchos echaron de menos eso, el sueldo mensual...". Es complejo para los campesinos, ajenos a las problemáticas nacionales y a las discusiones y polémicas sobre la organización de la estructura agraria, comprender qué significa un cambio tan drástico. Tanto para la familia Ortega como para los Castro, la política corresponde a una esfera separada de su realidad, y las razones por las que se expropió el fundo El Manzano no son leídas como una ayuda para los campesinos ni como un proceso de independización ni como la posibilidad de surgir. Como está mencionado más arriba, don Antonio siente que a su familia y al resto de los inquilinos les vendieron las tierras del fundo. Por otro lado, don Miguel tiene una opinión muy clara acerca de lo que fue el proceso de reforma. Para él, quienes iniciaron el proceso de Reforma Agraria en Chile son unos estafadores que hicieron algo totalmente absurdo, que arruinaron la producción agrícola del país. Tanto don Miguel como don Antonio, acostumbrados a una vida de sacrificios, piensan que las cosas deben ganarse por el propio esfuerzo, por el sudor y el trabajo. No existen cuestionamientos con respecto al origen de la propiedad de las haciendas ni de la subordinación campesina, de modo que para ellos las grandes propiedades de la tierra en manos de ricas familias chilenas son una realidad incuestionable, a la que hay que adaptarse.

La expropiación del fundo "El Manzano" generó múltiples problemas en la organización de la economía doméstica. El cambio drástico a las lógicas capitalistas produjo una desorganización en la vida de los campesinos. En el caso de los Ortega, este problema se expresó sobre todo en la dificultad para enfrentarse a las lógicas monetarias, para transformar los recursos producto del trabajo en dinero. Hay dos tipos de racionalidades económicas que se enfrentan en este proceso: la campesina y la capitalista. Se produce un cambio radical, sin un proceso eficaz que medie en el cambio de una a otra. Don Antonio me cuenta con mucho pesar las dificultades que debió enfrentar su padre cuando se vio obligado a seguir solo: "Nosotros, por ejemplo teníamos 5 hectáreas de trigo, hacíamos un contrato con una fábrica, tenemos tanto trigo... Comprábamos los líquidos, los matamalezas, después nos pedían una muestra del trigo que sembráramos, y ellos hacían un análisis de esa muestra, y ahí le sacaban el precio a cuánto se lo podían pagar a usted. Pero de ahí esa plata había que dividirla, para pagar letras, para pagar contribuciones, y era poco lo que quedaba... después que se repartió la parcela, mi papá siguió trabajando hasta cuando él fue capaz de trabajar... porque qué es lo que pasaba: ya no estaba saliendo a cuenta sembrar; por ejemplo, un año sembramos porotos, harto poroto, vendimos los porotos, pagamos la letra, pagamos las contribuciones y nos quedó la nada misma para nosotros, porque el periodo de la siembra son tres o cuatro meses, y usted en esos meses tiene que vivir, tiene que comer. Y ya necesitábamos andar con algo de plata en los bolsillos, y a veces no se podía, entonces nosotros salíamos a hacer pololitos en el invierno, cuando no había trabajo en la parcela, juntábamos tierra de hojas, juntábamos leña y cosas así, y vendíamos". Es en este momento cuando los hijos de la familia se ven obligados a buscar nuevas perspectivas laborales fuera del mundo agrícola, situación que poco a poco va expulsando a los Ortega de la parcela que recibieron. Se casan y se van a vivir al pueblo de San José o a la ciudad, y ya no pueden vivir de la tierra: "Antes, la vida -por ejemplo para el alimento- no era difícil, porque había muchas cosas que se producían... aves, en la casa habían hartas, sembraran una hectárea de maíz para las puras aves... Antes era así la vida, ahora está todo cambiado, ahora si usted no tiene plata no vive; antes si usted no tenía plata vivía igual, con plata, sin plata, se vivía. Nosotros, de los hermanos, ni uno tuvo estudios, ni uno tiene una profesión, con suerte saben leer algunos, los más chicos, pero estamos todos bien".

LA VIDA EN EL FUNDO: NOSTALGIA DE LA COMUNIDAD...

La disolución del fundo no sólo causa una dificultad para afrontar la vida en el plano económico, sino también en el social. Lo que me relata don Antonio con respecto a las relaciones sociales al interior del fundo "El Manzano" es la permanente alusión a una vida comunitaria ahora perdida. En este caso, el fundo se veía como una comunidad en la que se interactuaba, como una unidad que media entre la familia y la sociedad: se recuerda con nostalgia la pérdida de dicha comunidad, que acaba cuando acaba el fundo. Luego se queda sola la familia. "Las relaciones entre los individuos eran unas relaciones que ya no se ven, porque antes era tipo una relación como más familiar... amigos. Por decirle, en una casa había un casamiento... estaban todos los viejos convidados... y todos compartían, todos la pasaban bien y nadie peleaba... se hacían cualquier broma, cualquier talla y todos felices.... (…) el día se pasaba no sé cómo, era otra unión, era otro tipo de relación con la gente, eran como todos familia, y no eran familia. Todos trabajaban ahí, conocidos, compañeros... Lamentablemente todo eso se perdió, se perdió cuando entró CORA".

INTRODUCCIÓN DE LA MODERNIDAD EN LA COMUNA DE SAN JOSÉ DE MAIPO.

El proceso de modernización de la vida rural -más allá de la Reforma Agrariahizo que los dueños de los fundos vieran en ellos un negocio poco rentable. Don Antonio y don Miguel coinciden en señalar que sus patrones sólo tenían sus fundos como parcelas de agrado, para venir en vacaciones con las familias, o los fines de semana. Ellos tenían sus profesiones y sus negocios en Santiago, de modo que con el paso del tiempo, ambos decidieron deshacerse de los fundos. Según don Antonio, la familia Fernández entregó voluntariamente a CORA las tierras planas -es decir cultivables- del fundo, y el resto -la parte montañosa- lo vendió a un alemán, conservando sólo su casa. En el caso del patrón de don Miguel, Emilio Puyó, regaló un sector de su fundo a una sobrina y vendió otro. La venta de este sector comienza a perfilar lo que en la actualidad es una de las vocaciones económicas del sector: el turismo. Es de hecho la misma familia Fernández la que compra esa parte del fundo "Los Toros" y la convierte en un centro turístico.

Ahora bien, en el caso de los campesinos, ellos se ven forzados a encontrar nuevas perspectivas laborales. Don Miguel no se enfrenta a este problema, porque él jubila, pero los hijos de la familia Ortega son jóvenes aún y deben abandonar la casa de sus padres, porque ahí ya no hay espacio ni capital para ellos, que han formado nuevas familias, y ya no se rigen por las lógicas campesinas: hay necesidad de conseguir dinero contante y sonante, entonces buscan trabajo asalariado, lo que los lleva a trabajar fuera de la comuna, a la ciudad.

La comuna por otra parte pierde de la autonomía en el abastecimiento de productos agrícolas, porque estos ya no son producidos localmente, sino que deben ser traídos de otras regiones. Esto es lo que más resiente don Miguel: "Ya no hay agricultura en ninguna parte, y por eso la verdura es muy cara, porque ya no hay fundos en ninguna parte, todo porque los fundos fueron expropiados... Antes habían lecherías, siembras, que se entregaban a todos los que vivíamos en la comuna, a los hospitales... pero ahora no hay nada, nadie puede criar nada, ¡nadie puede sembrar nada porque está todo parcelado!

San José de Maipo es un lugar donde la condición oficial es la urbana, sin embargo ella se entremezcla con la ruralidad arraigada por años en sus distintos pueblos y habitantes. La pérdida de la pequeña producción agrícola, y la cada vez menor actividad ganadera son eventos que de una u otra forma contribuyen a la intromisión del proceso de urbanización y dependencia económica de la comuna, que a su vez resiente los estilos de vida tradicionales. Las generaciones más antiguas son las únicas capaces de percibir el cambio, porque lo han vivido en carne propia, pero para muchos de ellos es difícil asimilarlo; las conversaciones con las personas mayores del sector siempre redundan en una profunda nostalgia de la vida antigua, donde se vivía con menos -recursos económicos, educación, tecnología, etc.-, pero mejor. La vida era más amena, más segura, más tranquila, con más valores y cercanía con la comunidad. En la actualidad cada vez se pierden más estos elementos, y lo propio del lugar, lo que daba identidad a sus habitantes, se homogeneiza poco a poco con la vida de la ciudad, y a pesar de la distancia física que separa a nuestros pueblos de la urbe, la distancia cultural se minimiza a tranco largo. Como podemos apreciar a través de los testimonios presentados, el cambio en la orientación económica genera un cambio total en el estilo de vida de la gente: las costumbres, tradiciones familiares, valores, etc., todo se ve modificado. La presión modernizante que envolvió al país dejó un rastro poco perceptible para las nuevas generaciones sobre lo que fue hasta hace poco la condición principal de nuestros antepasados: la condición campesina.

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