Revista Dedal de Oro N° 60
Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 60 - Año X, Otoño 2012
LINTERNA-TURA
MIGAJAS DE PAN
Enrique Gray

A PUNTO DE IRNOS A IMPRENTA, HEMOS RECIBIDO EL SIGUIENTE MENSAJE DE MANUEL BALLESTEROS VILLAVICENCIO (MAJEBAVI@HOTMAIL.COM):

HOY MARTES 10 DE ABRIL HA FALLECIDO EL ESCRITOR DIÓGENES ESTRADA, SEUDÓNIMO DE ENRIQUE GRAY. PARA QUIENES LO CONOCIMOS, NOS DEJA UN GRAN MENSAJE DE BÚSQUEDA DE UN MUNDO MÁS DIGNO Y LIBRE PARA TODOS. UNA VEZ MÁS EL PAGO DE CHILE SE DEMUESTRA EN LA FALTA DE ESPACIO QUE OCUPAN NUESTROS POETAS. AUN ASÍ, ENRIQUE SE INTERESA HASTA EL ÚLTIMO DE SUS DÍAS EN FOMENTAR EL AMOR POR LA HUMANIDAD.

EN LA HISTORIA DE DEDAL DE ORO, HEMOS PUBLICADO CINCO TEXTOS DE ENRIQUE. ESTE, EL SEXTO, QUE NOS ENVIÓ POCO ANTES DE DEJAR ESTOS PARAJES PARA IRSE A OTROS MEJORES, CURIOSAMENTE TRATA DE LA MUERTE. LO PUBLICAMOS AQUÍ, EN UNA SIMBÓLICA ÚLTIMA PÁGINA, NO PORQUE ASÍ LO HAYAMOS PLANIFICADO, SINO PORQUE ASÍ RESULTÓ: LA NOTICIA DE SU MUERTE NOS LLEGÓ HOY, MARTES 10 DE ABRIL, CUANDO YA PARTÍAMOS A IMPRENTA, Y ENTONCES DECIDIMOS POSTERGAR LO PLANIFICADO PARA ESTE LUGAR Y PONER ESTE CUENTO DE ENRIQUE COMO UN HOMENAJE, UN SALUDO, UN ABRAZO, UN ACERCAMIENTO MÁS A UN HOMBRE QUE, ADEMÁS DE ENSEÑARNOS CON SUS ESCRITOS, NOS ENSEÑÓ CON SU ACTITUD DE VIDA LLENA DE HUMANIDAD.

¡SALUD, ENRIQUE, Y NO SERÁ ESTO LO ÚLTIMO TUYO QUE PUBLICAREMOS!

Después de siete visitas estériles, decidí tomarme un descanso. Vender pólizas de seguros de vida es difícil, sobre todo porque hay que mencionar la muerte. Me dirigí al parque cercano donde el único escaño ocupado era por una mujer de edad madura que alimentaba un enjambre de palomas tirándoles migajas de pan. Me acerqué con cautela, para no espantar a las aves, y señalando el banco le pregunté:

-¿Le molesta si me siento aquí? Me atraen las aves.

-¡No, caballero! –exclamó la dama sin dejar de lanzar sus migajas-. Para mí es un relajo. ¿Ve esa paloma de mechón blanco que tiene una cinta roja pegada en su patita?

-Sí. ¿Está herida?

-No. Se la puse hace más de un mes porque quería saber si las palomas que se juntan conmigo eran las mismas. Y así es. Son fieles conmigo.

-¿Viene usted todos los días?

-Ojalá pudiera, pero trabajo en casa de los Santibáñez ya para los treinta años y me dan el lunes libre, porque en el fin de semana reciben muchas visitas. Yo los atiendo con gran agrado porque además ellos me dejan muchas migajas que recojo para mis amigas las palomas.

Me conmovió esa dualidad amistosa entre una persona y las aves, y me recordó en cuento de la golondrina que dio su vida por el Príncipe Feliz.

Se lo mencioné.

-¿Y dónde sucedió eso? –preguntó ella, deteniendo su mano en el aire.

-En el cuento del gran escritor inglés Oscar Wilde, que lleva ese título: El Príncipe Feliz. ¿Lo ha leído?
Ella suspiró.

-¡Ay, hace tiempo que no leo! El trabajo, mis palomas…

-Le propongo un trato: el próximo lunes le traeré el cuento, si me promete leerlo. La mejor hora para leer es antes de dormirse.

-De acuerdo, aunque yo duermo como un lirón. Me llamo Amanda.

No olvidé mi compromiso. El lunes siguiente, a eso de las seis de la tarde, me dirigí a aquel escaño. No había nadie, excepto un enjambre de palomas que revoloteaban presas de agitación. Esperé una hora. Cuando el sol ya comenzaba a teñirse de púrpura, regresé a casa y llamé por teléfono a casa de los Santibáñez. Contestó una voz de mujer, como en sordina.

-¿Quién pregunta por ella?

Me sentí algo confundido.

-Bueno, nos juntamos en el parque los lunes, día de las palomas.

Lo que oí me anonadó:

-Lo siento mucho, ella falleció el sábado. La sepultamos ayer. Era como de la familia.

Ignoro si hay un Cielo para las aves. Si hay, doña Amanda debe estar platicando con el Príncipe Feliz y tirando migajas de pan a las palomas.

El lunes siguiente, después de haber recorrido mis clientes de las mentadas pólizas, me fui a sentar en el mismo escaño a repartir migas de pan a "mis" palomas, pero noté algo extraño. Una de ellas, parada en el respaldo, parecía no tener hambre. Llevaba una cinta negra pegada en su patita.

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