El Ratón Pérez cayó a la olla y la hormiguita lo siente y lo llora... ¿Quién no se acuerda de esa historia? La hormiguita se enamoró del Ratón Pérez, prefiriéndolo entre varios animales que la pretendían. La muerte del Ratón Pérez fue muy lamentada por varios amigos, además de la hormiguita. Es una entre muchas historias en que los ratones aparecen dotados de buenas cualidades. Podemos recordar a Tom y Jerry, Speedy González, Super Ratón y "ratoncillo pide a su novia", para mencionar un ejemplo chileno.
Hay muchos animales que desde los albores de la humanidad se han quedado a vivir con nosotros y, consiguiente con ello, hemos evolucionado juntos. Muchos lo han hecho con beneficio mutuo, como es el caso del perro, el gato y el caballo. Pero ratas, ratones, cucarachas y otros bichos, se domesticaron en calidad de plaga. ¿De dónde viene, entonces, nuestra simpatía por el ratón? Ciertamente no es compartida con las ratas, menos aún con cucarachas y moscas. El hecho es que se quedó a vivir con nosotros y le tenemos cierto cariño. Lo que no impide que le pongamos trampas y venenos. Se comen nuestra comida, bien es cierto, pero también nos han beneficiado.
Entre los mamíferos de laboratorio el más común es el ratón, Mus musculus, para utilizar su nombre científico, lo que le da más categoría a esta sámara. Es relativamente dócil y se reproduce con abundancia y facilidad. Siendo pequeño, puesto que el adulto pesa tan solo 20 gramos aproximadamente, es relativamente barato de mantener. Actualmente se sabe tanto de este animalito que se ha transformado en una ayuda irreemplazable para muchos estudios. Yo he trabajado con ratones, ratas, cuyes y conejos. El ratoncillo ha sido el que he utilizado con mayor frecuencia, mas creo que es el menos inteligente de todos los nombrados, y lo mantengo, aunque protesten los defensores del Ratón Agudo.
A pesar de eso le estoy sumamente agradecido. Lo que no quiere decir que sea mi roedor favorito. Mi roedor favorito es el degu. Este animalito, más grande que el ratón, pero menor que una rata, tiene ciudadanía chilena. Degu es una palabra que, en mapudungun, quiere decir ratón. El legendario biólogo Iglesias logró adaptarlos al laboratorio, lo que no creo que fuera fácil porque estos animalitos tienen dientes que crecen continuamente, por lo que tienen que roer a diario, destrozando las cajas que no son de metal. Además no toleran azúcar en la dieta, porque les provoca diabetes. En su vida silvestre son diurnos y tienen un comportamiento social bastante desarrollado. La tarea de amamantar las crías es colectiva y las madres ayudan a la mantención de los degüitos sin preocuparse de si son propios o no, que los pueden distinguir fácilmente por el olor. Puedo imaginar al Círculo de Madres, en Degulandia, juntándose al atardecer para alimentar a sus crías, intercambiándolas festivamente mientras cuentan historias y chismes, riéndose de los degus machos que se dan ínfulas. Porque parece claro que se comunican entre los diferentes miembros de la comunidad. Otra diferencia con el ratón es que tienen una larga gestación, los críos nacen más desarrollados y con los ojos abiertos. Pueden ver desde la parición, y en colores, porque distinguen la luz ultravioleta de la luz roja, por ejemplo. A riesgo de cometer un error, voy a postular que los degüitos ya ven antes de nacer, porque como son criaturas de hábitos diurnos, algo de luz solar se cuela a través de la piel cuando las madres preñadas salen a comer y los bebitos ya tienen los ojos abiertos poco antes de nacer. ¿Será cierto? También esto puede ser cierto con los humanos, porque está probado que un cierto porcentaje de luz se filtra y llega al interior del útero. Si no me creen, pregúntenle a mi amiga Maruja Serón.
Ese ojo que tú miras, no es ojo porque tú lo veas, es ojo porque te ve. Esta admirable sentencia de Antonio Machado, deja en claro que lo fundamental en el concepto de ojo no está en su forma y disposición en el cuerpo, mas sí en su función. La función de "ver" puede estar localizada en un órgano anatómicamente muy diferente del ojo humano, pero igualmente es un "ojo", porque examina el medio ambiente usando la luz como información. Por cierto, esa información recibida por el ojo tiene que ser procesada e interpretada por el sistema nervioso para que se estructure como una "imagen" y adquiera sentido. Me he topado con colegas, sin embargo, que ponen la cosa patas arriba citando el dictum de otro poeta: Lo que vemos, no es lo que vemos, sino lo que somos. Es decir, cada uno ve lo que le dicta su propio yo, habiendo personas que ven sabandijas salir de los rincones, allí donde nadie más las ve. Pero Fernando Pessoa estaba hablando de algo completamente diferente, puesto que cuando soñamos vemos cosas sin la participación de nuestros ojos. Los expertos nos dicen que para ver las cosas hay que aprender a usar la información que los ojos nos proporcionan, y aquello comienza desde el nacimiento. El recién nacido abre los ojos y recibe la luz circundante, pero no distingue formas porque sus ojos no pueden enfocar, y probablemente solo ve, a muy corta distancia, formas imprecisas. Pero puede que algo, en lo que a ver respecta, ya lo sabe el bebé antes de nacer. Eso creo yo y les voy a contar por qué.
Cuando nuestra nieta Eloise estaba por nacer, el parto se demoraba y los médicos decidieron intervenir para no aumentar el riesgo para la madre y la hija. Completada la operación, sin problemas, nos autorizaron para que entráramos a verlas. En la conversación que tuvimos, nuestra hija nos contó que los obstetras la visitaron tras la operación y le dijeron que lo primero que notaron al abrir el útero fueron los ojos de Eloise, muy abiertos y brillando como ascuas, que los miraban desde la oscuridad.
Es un argumento poderoso.
Cambridge, Enero 2011
