Versión electrónica de la
Revista Dedal de Oro. Nº 56 - Año IX, Otoño 2011 |
ENTREVISTA |
La Ruta de Ricardo Astorga
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“EN LOS LUGARES MÁS REMOTOS,
CADA VEZ QUE PUEDO
MENCIONO AL
CAJÓN DEL MAIPO” |
SIENDO LOS CHILENOS TAN BUENOS PARA MIRAR TELEVISIÓN, POCOS SON LOS QUE NO CONOCEN A RICARDO ASTORGA MORENO, EL HOMBRE QUE VIAJA POR EL MUNDO HACIENDO EL PROGRAMA CULTURAL DEL CANAL 7, “LA RUTA”. PERO NO TODOS SABEN QUE RICARDO -EL PONCHO- ES DEL CAJÓN DEL MAIPO, DE SAN ALFONSO. DESDE HACE TIEMPO ESTA REVISTA QUERÍA CONVERSAR CON ÉL, PERO POR RAZONES QUE PRINCIPALMENTE TIENEN QUE VER CON MILES DE KILÓMETROS DE DISTANCIA, SIEMPRE SE POSTERGABA EL ENCUENTRO. AHORA, LA CONVERSACIÓN -ENTRE DOS CAJONINOS QUE SE CONOCEN DESDE HACE MUCHO- POR FIN CUAJÓ. EL PONCHO LE CUENTA DE SUS AVENTURAS VIAJERAS AL PAYO, DE DEDAL DE ORO.
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-Poncho, tú y yo íbamos a tener esta conversación hace unos días, pero te fuiste a pasar el fin de semana con la familia a la montaña. ¿Cómo les fue?
-El primer día granizada y lluvia… El segundo, un viento, Payo, pero como de 80 ó 100 kilómetros por hora. No había visto un viento tan fuerte allá arriba, atrás del Embalse del Yeso, en unos potreros lindos, un estero precioso, una laguna… Se nos rompió la carpa grande y después el campamento base, así que arrancamos nomás.
-¿Existe la posibilidad de bañarse ahí?
-Si eres valiente, en esa agua helada… Las mujeres se bañan, los hombres somos más cobardes.
-¿Sí? A ver, Poncho, imagino que con todos tus viajes, con todas las culturas que has conocido, todas las mugres que has comido…
-Ja ja ja…
-… pienso que en algo, que en mucho, eso te ha dado una visión del mundo.
-Es que son muchos años viajando. Va quedando como una pátina de comprensión, te vuelves más tolerante, llegas a saber muchas cosas, sin usar la palabra “erudición”… Pero más sabe el Diablo por viejo que por Diablo. Te distancias de los fanatismos, de los dogmas, y los entiendes. Si uno no cambia en un viaje, no sé para qué viaja uno. Se puede viajar por muchos motivos. Sir David Livingstone, en África, viajaba por salvar almas; Sir Morton Stanley, quien fue a buscarlo cuando el anterior desapareció, por la fama y la fortuna; el almirante inglés James Cook, por el reconocimiento social… Marco Polo era curioso no más, y creo que yo también empecé a viajar por curiosidad.
-¿Tu primer viaje fue para la televisión?
-Mi primer viaje, Payo, llegó hasta la Plaza Italia. Debo haber tenido 14 ó 15 años, íbamos con otros amigos a Tongoy, y esa noche me fui a dormir a la casa de uno de ellos y eché de menos a mi mamá, y hasta ahí llegó el viaje. Quién podría sospechar que después mi destino iba a ser viajar.
Después del Golpe, el 74, cuando ya tenía 18, nos fuimos a Ecuador, y ahí empecé a viajar. Yo era fotógrafo y recorrimos Ecuador y empecé a hacer reportajes para revistas. Volví a Chile como el 78 y empecé a hacer lo mismo. Me caminé este país entero. Después empecé a viajar para afuera.
-¿Cuántos viajes has hecho?
-Empecé a viajar para la Revista del Domingo, después haciendo reportajes para El Mirador, con Pato Bañados. A mi entender, fue el programa cultural más importante de esa década. Ahí empezó a abrirse la televisión a la democracia, y a los dos años ya todos los canales estaban con programas similares. En esos tiempos comencé a viajar fuera de Chile. Crucé toda Australia, conviviendo con los aborígenes; estuve en Alaska dos veces, cazando focas y morsas en el Estrecho de Bering, con los Inuit, y estuve en la ceremonia en que los niños, a los 13 ó 14 años, deben matar un buey almizclero. Me fui al Amazonas, uno de mis grandes desafíos. Lo recorrí dos veces, desde donde nace hasta donde muere. Después se creó el concepto de La Ruta, de hacer programas de viajes, con lo novedoso de que salían de alto nivel a no muy alto costo, pues se hace un viaje de tres meses para ocho o nueve documentales. Por ejemplo, en La Ruta de Oceanía partimos de Santiago a París, de ahí a Hong Kong, Malasia, Tailandia, Singapur, Indonesia, Australia, Guinea, vuelta a Australia, vuelta a Indonesia, finalmente Isla de Pascua y Santiago. Espantoso, cuarenta y tantos aeropuertos, pero son cosas notables, desde gente que sigue comiendo carne humana hasta unas fiestas, en Nueva Guinea, con unos disfraces de lo más ingenioso y fantástico que te puedes imaginar.
-Todo eso está documentado, naturalmente.
-Todo documentado, en cintas.
-¿Fotos?
-Dejé de tomar fotos como hace quince años porque mi relación con la fotografía se estaba transformando en una cuestión económica. Iba manejando y de repente veía una montaña y decía ¡ah, ésta la puedo vender! Y un día dije no, así que de los primeros viajes no tengo fotos. Volví a tomar fotos hace como cinco o seis años. Pero a la mayoría de los lugares en que no hice fotos he vuelto, y a los que me faltan, voy a volver.
-¿Qué es lo que cae espontáneamente en tu cabeza si te pregunto por el hecho más impresionante que hayas experimentado en algún viaje?
-Hay tanto… Me impresionó mucho la India, a la que fui hace poco, pero ya había estado allí hace como siete años, en Varanasi, la ciudad más potente del mundo. Allí están los crematorios más importantes y es la ciudad más sagrada del hinduismo. Está La Meca para los musulmanes y Jerusalén para los cristianos y los judíos. Varanasi no tiene lo confrontacional de Jerusalén ni lo cerrado de La Meca, que estuvo prohibida durante siglos para los occidentales. Varanasi es luminosa. Cuando aquí los mayas no habían puesto ni una piedra, allá era un centro religioso importantísimo, ya dos mil años antes de Cristo. Y ahora es una ciudad a la que todos los hindúes, alguna vez, tienen que ir. Una ciudad llena de peregrinos, con el río enorme y sagrado, y se están bañando y haciendo ceremonias todo el día todos los días, y en la noche ceremonias de fuego y los templos llenos… Varanasi, para mí, es la ciudad más notable que hay en el mundo. Nadie puede vivir esta vida, Payo, sin ir a Varanasi.
-Pero, por otro lado, es una ciudad normal, sigue la norma de…
-En la India nunca vas a encontrar una ciudad normal. Había un embajador gringo que decía: “Nosotros manejamos por la derecha, los ingleses por la izquierda y los indios por el medio, y en ambos sentidos”. Delhi es una ciudad con barrios modernos por los que pasan elefantes con sus jinetes. En la India no hay nada de lo que conocemos como normal. Cierto que es un país que tiene premios nobel científicos, que produce más software en el mundo, que tiene en facebook más gente que toda Asia junta, pero por otro lado es un país con una tremenda riqueza cultural de miles de años, la cultura viva más vieja del mundo.
-¿Más vieja que en China?
-La cultura china empieza como tres mil años antes de Cristo, pero no se ha mantenido. En la revolución cultural barrieron con todo. Yo la recorrí entera, y eran edificios cuadrados estalinistas. Se acabó la China antigua. Toda esa zona puede ser muy rica, pero no es lo que existía hace tres mil años. Los reinos no son los mismos, y en la India sí, se ha mantenido todo, hay todavía herederos de reyes de hace ochocientos años, que viven en sus palacios… Ya no tienen poder, pero lo tuvieron hasta hace cuarenta años.
-Es difícil entender a la India.
-La India, Payo, es un lugar de iniciación a todo nivel. Yo creo que los indios son intensamente religiosos, pero no tan espirituales…
-Pero esa pobreza en la India, ¿no tiene que ver con lo espiritual?
-Tiene que ver con la milenaria cultura de no acumular y con una religiosidad compleja que los induce a compartir y buscar las cosas que hay más allá de lo material: el alma, la otra vida, el camino a la trascendencia, etc. Además, te repito, la India no es la pobreza que caricaturiza la tele. La miseria ha disminuido a velocidades fantásticas. Nosotros estuvimos en una aldea de una precariedad absoluta, pero como decía Violeta Parra, “Lo que yo no tengo es porque no lo necesito”. Tienen sus casas impecables y el alimento necesario, y más que nada… tienen sus dioses. Mira, en el oeste de la India, en una zona prohibida a la que no llegan turistas, vive la pequeña tribu Paroa. Ellos no comen desde hace diez años.
-Pero, ¿cómo puede vivir alguien sin comer durante diez años?
-Nosotros no tenemos la intención de probar o desaprobar lo que la gente nos dice. Los zombies -esos muertos vivos que vimos y grabamos en África, y con los que también conversamos- son muertos para ellos, por tanto serán eso para nosotros. Así, si los Paroa nos dicen que hace diez años, una noche, todos tuvieron el mismo sueño, en que su dios les decía que no comieran más, y que desde ese evento nunca más comieron nada, solo jugo de coco, les creemos. Es su realidad y es tan real para ellos como la nuestra para nosotros.
-¿Qué otros lugares han acaparado tu atención, además de Varanasi?
-Myanmar -la ex Birmania-, Etiopía -un país maravilloso- y Mongolia. Tengo grandes regiones favoritas también: Amazonas y Patagonia. He estado mucho tiempo en Amazonas -conviví con las tribus, consumí sus drogas, sus comidas, sus lagartos, sus ratones, todo- y, por supuesto, nuestra Patagonia. Yo supongo que no hay más de diez personas en el mundo que la pueden conocer como la conocimos nosotros, un grupo de gente que se metió a investigarla hace mucho tiempo.
-¿Chilenos?
-Sí, básicamente, encabezados por el que hoy día es senador por R.N., Antonio Horvath, que en este momento es como el brazo derecho de Piñera, en términos ecológicos.
-¿Y de anécdotas de personas?
-¡Ufff, imagínate! Todas esas fotos que a veces muestro en charlas que hago sobre el programa La Ruta es de gente que conocí. Conocí a sus familias, conviví con ellos. Guillermo es un jefe yanomami que rapta y viola mujeres; suena duro, pero es así y es mi amigo. He vivido con Yutubun, en una carpa en Mongolia, y me he emborrachado con toda su familia con leche de yegue fermentada. Tengo amigos que viven desnudos y tiran autos con su pene. Trato de decirte que he querido y amado a mucha gente en esos viajes, y están allí, en las películas y las fotos; gente tan diferente como nadie puede imaginar, pero que están en este momento en sus casas o vagando por las selvas. Y me han enseñado también. Una vez, a uno de esos amigos -un sabio que vive en el Himalaya, en el nacimiento del río Ganges-, le pregunté: ¿Qué necesito yo para ser feliz? Y me dijo: Un dios, un mantra y un maestro. Ninguna de las tres cosas tenemos en Occidente, o tenemos un dios que lo relegamos al domingo en la hora de misa. Un mantra es un vehículo para alterar tu estado de conciencia, para meditar, para concentrarse. Y un maestro es algo que no existe en Occidente desde Cristo, que fue maestro de sus apóstoles.
-El concepto de Dios de ellos difiere del nuestro.
-Al final todas las religiones tienen el mismo concepto. Dios para ellos es el alma universal, es el todo omnipotente y omnipresente. En cada uno de nosotros hay una gota de esa alma. El trabajo de ellos es volver a unirse al alma universal. Si tú piensas en las definiciones que tienen de dios los cristianos, musulmanes, judíos, es muy parecido.
-Pero el dios cristiano es un dios castigador.
-Es que allá tienen trescientos treinta millones de dioses, y por supuesto hay algunos horrorosos. Todos los dioses tienen diferentes manifestaciones.
-Esos son dioses, dioses con minúscula. Pero existe Dios, la energía primordial.
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RICARDO ASTORGA MORENO, «EL PONCHO», CON SUS HIJAS MATILDA Y TRINIDAD EN LA CASA DE SAN ALFONSO. |
RICARDO ASTORGA EN
PAPÚA NUEVA GUINEA |
JAVIERA
CONTADOR EN
PAPÚA NUEVA GUINEA |
FIESTA DE
NATIVOS EN
PAPÚA NUEVA GUINEA |
«NADIE PUEDE VIVIR ESTA VIDA
SIN IR A VARANASI».
CREMATORIO |
ZOMBIES: EN ÁFRICA, LOS ESPÍRITUS
SE POSESIONAN DE CUERPOS VIVOS. |
«SADUS» DE LA INDIA. RENUNCIAN A LA VIDA
NORMAL PARA UNIRSE AL ESPÍRITU UNIVERSAL. |
INDIO TÁNTRICO COMIENDO CARNE HUMANA, LA QUE OBTIENEN EN EL CREMATORIO O EN EL RÍO. |
YANOMAMIS, CONOCIDOS COMO
EL PUEBLO FEROZ DEL AMAZONAS |
UN NATIVO Y RICARDO ASPIRANDO «YOPO», DROGA YANOMAMI. |
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-Sí, pero Dios para ellos es un proceso. Dividen a ese Dios en actitudes o etapas de ese proceso. Hay una tríada: Brahma, Shiva y Vishnu...
-Pero son manifestaciones de un mismo Dios…
-Son avatares o manifestaciones del todo universal, del alma universal, y el trabajo de cada hindú es que su gota de alma, parte de la universal, vuelva a fundirse con el todo. Puchas, definir el hinduismo y sus dioses es demasiado para mí. Es tan complejo como que te puedo decir que así como hay grupos que no comen desde hace diez años, existen otros, sectas tántricas, que tienen feroces ceremonias sexuales y comen carne humana.
-¿Estuviste con ellos, u otros caníbales? -En la India vi ceremonias de ellos. Y sí, conviví con caníbales en Papúa, en Nueva Guinea. Estuvimos viviendo con ellos, comiendo y durmiendo ahí. -Pero, perdón, ¿no da miedo estar con caníbales? -No, porque nosotros comprendimos rápidamente cuál es su tipo de canibalismo, que es bastante ritual. Pero igual se comen a las personas... Cuando íbamos para allá nos atacó un grupo de caníbales porque cruzamos su tierra. -Ustedes iban en vehículos. -No, caminando, y de repente sentimos unos gritos y unas flechas ¡sshhiiuu!... Pero no nos querían matar, nos querían asustar. Eran los Kombai. Después hubo una negociación, se les dio unos regalos y nos dejaron pasar. Llegamos a la aldea y también, un recibimiento muy aterrador, los guías se escaparon, nos dejaron a nosotros cagados de susto frente a estos tipos amenazándonos, y después muy amigos… Eran unas personas pero de una cordialidad, como niños, no de ingenuos, sino de la alegría de vivir. Ellos mataban y se comían sólo a los brujos. El peligro era que nos llegaran a considerar brujos, porque brujos son los que ellos deciden. Fíjate que en pueblo anterior a esa tribu, otro grupo de indígenas tenía preso adentro de una choza, colgado del cogote, a un brujo. Lo estaban torturando. Lo que pasa es que se había muerto un tal Carlos, y antes de morir dijo: “Me mordió una serpiente que tenía la cara de Juan”. Y pescaron a Juan y lo tenían colgado. Y los guardias, con unas caras de huevones locos con así unos ojos, le dieron veneno toda la noche, y según cómo reaccionaba era culpable o inocente. Fue impactante. Y cuando salimos, cuando nos fuimos de viaje para encontrar a los caníbales aislados que viven en la selva-selva, vimos que llevaban a Juan por una cancha, del cogote, corriendo, y como dos o tres pegándole varillazos. Es la última imagen que tengo de él. Nunca supe si fue inocente o si lo mataron. Cuando uno vuelve de esos viajes, viendo esas cosas, pasan como cuatro meses en que uno está como levitando, como el Buda. Después la máquina te atrapa y te pones tan neurótico como los demás, pero algo queda para siempre.
-Caníbales muy salvajes, pero también como niños, tienen esa alegría… Será por la vida primitiva ahí, ¿no?
-Claro, pero “primitiva” es una palabra peligrosa. Para los antropólogos, digamos.
-Primitiva en el sentido de que no hay computador, refrigerador, tecnología…
-Lo que pasa es que “primitivo” es una palabra evolucionista, que quiere decir que ellos están en un estado anterior al nuestro, y no necesariamente es así. Ellos están en otra.
-Así como son, sin consumismo, es gente más feliz que nosotros.
-Absolutamente. Igual tienen un problema los Kombai, que son una de las tribus más belicosas, se matan mucho entre ellos. Los dos grupos más importantes con los que he estado, los Kombai y los Yanomami, son precisamente los más belicosos. Los Kombai mataron a Michael Rockefeller, se lo comieron, son muy feroces.
-¿Y los Yanomami?
-Una vez con la Tamara Acosta estuvimos con una tribu Yanomami, en Venezuela, que está como a dos o tres días de la civilización. Le hice una entrevista al jefe, en su ruca. Hablaba castellano y yanomami y era un encanto. Bailaba y se creía la muerte. Y me empieza a contar que sus guerras son por mujeres. Él tenía su segunda esposa ahí, se la había robado. Me contó: “Hace como cinco años salimos de maloca y robamos siete mujeres. Aquí las pongo en el ruco y vienen todos los hombres de la aldea, todos, y se ponen en fila y se las violan durante una semana. Son mujeres jóvenes, de reproducción, y después las regalan como alianza política a otros jefes de clanes, a los hermanos, a los chamanes. Le conté a la Tamara, y dijo “voy a conversar con esas niñas”. Entonces les preguntó y era lo mismo, que las violaban. “¿Y tú qué hacías? “Llorar, nada más”. ¡Fuerte! Sin embargo, yo viví con los yanomami, y jamás vi violencia entre ellos. Las familias son encantadoras, salíamos a cazar con los hombres, a buscar plantitas con las mujeres. Los niños son los dictadores, hacen lo que quieren. La iniciación sexual es como a los 12 ó 13 años, pero ese es un tema más para un antropólogo, no para un periodista.
-Ya que hablaste de la Tamara, cuéntanos un poco de tus acompañantes…
-Primero que todo, ¿por qué lleva uno a una chica? Es una estratagema. Lo hace la BBC, la National Geographic, llevar una actriz famosa para que más gente vea la película. Ese es el primer motivo: rating. El segundo es el trabajo de ellas, comunicar emociones, hacer un nexo emocional entre esos pueblos y Chile. Y el tercero es que hay situaciones en las que no pueden entrar hombres. Por ejemplo, la Javiera Contador grabó ceremonias de luto de mujeres en Papúa Nueva Guinea, en las que ellas lloran en una pieza y se cortan un dedo con un machete. La mayoría de las mujeres veteranas no tiene dedos, porque si se les muere un ser querido, se cortan uno. Esos son los Dani, cada hombre tiene diez mujeres y las cambiaban por chanchos. En la Polinesia, los chanchos son más importantes que las mujeres.
-¿Y conociste mujeres con muchos hombres?
-Sí, la poliandria. Se ve en el Tíbet, poliandria unida con levirato, una mujer casada con varios hermanos. También están las tibetanas de la etnia Mosso, hoy en China, en el lago Lugo. Ellas son las dueñas de todo: de la casa, los animales, el huerto y los hijos. En la lengua mosso ni siquiera existe la palabra “padre”. En la casa vive la mujer con su descendencia, sin hombre, y ella deja la puerta abierta cuando quiere tener relaciones.
El matrimonio dura una noche, a no ser que ella quiera seguir, entonces deja de nuevo la puerta abierta, pero el hombre no se queda. Algunas mujeres han aceptado a un hombre que se queda varios años viviendo en alguna pieza del rincón.
-Un matriarcado.
-Un matriarcado brutal. Hay otras instituciones, como los Guayú, donde un hombre tiene siete mujeres, pero sin embargo los hombres valen hongo -la palabra no es muy académica-, pero valen un cero a la izquierda. Tienen una frase: “chinchorro, chinita, chirrinchi”. Chinchorro es la hamaca, la chinita es la mujer -una preciosura que te está atendiendo todo el día- y el chirrinchi es un aguardiente muy fuerte. Ellas son unas morenas de unos cuerpos muy lindos, que viven en la guajira colombiana, donde hay mucho viento, y andan con unos trajes largos muy delgados que se le pegan al cuerpo desnudo. Una sensualidad abismante. Nosotros fuimos a grabar una ceremonia de enterramiento, en la que sacan a un muerto después de años y lo despellejan. Una ceremonia preciosa en la que hay cinco o seis mujeres llorando, como tres días. Limpian todos los huesitos y los llevan al Cabo de la Luz, que es el paraíso, que insólitamente está en esta tierra. Nosotros fuimos a visitarlo, una tierra que no tenía nada especial. …
-Volviendo a las actrices que te han acompañado en tu viajes…
-Viajé primero con Tamara, después me acompañó Bárbara Rebolledo -periodista-, Bárbara Thayer - también periodista-, después Javiera Contador dos veces, después Tamara Acosta de nuevo, después Paz Bascuñán, después María Elena Swett y por último Carolina Varletta. Ha sido un placer viajar con ellas, chicas aperradas que han logrado tener fama y una cierta situación económica por su esfuerzo, de modo que cada viaje lo disfrutan. Todas han asumido súper bien. Por cierto hay unas que hablan mejor inglés, o una es más trabajadora o mejor entrevistadora. Nunca he tenido problemas con ninguna, al revés, soy amigo de todas y a varias las continúo viendo cada vez que puedo. Allí no hay temas de farándula ni de romances. Habría que ser muy huevón para intentar meterse con alguien, porque el viaje es intenso, hay mucho trabajo, tienes que hacer diez u ocho documentales. A veces hay que levantarse a las cinco de la mañana porque hay ceremonias al amanecer. A veces terminábamos en las noches a las tres de la mañana y a las cinco levantarse… Y viajando mucho, todos los días, llenado el auto de maletas, son viajes muy brutales.
-¿Hasta cuándo piensas viajar? ¿Qué edad tienes?
-Cincuenta y siete. Nosotros estamos haciendo una cosa heroica, hacer programas culturales en el prime time, el horario principal. Eso no existe en otros lugares del mundo. En Chile, yo creo que el canal 7 es el único que tiene eso de meter la cultura en el horario principal. El 13 también tiene algunas cosas, como “Los Ochenta”, que precisamente hace la Tamara. Pero tarde o temprano la televisión exige juventud, y llegará el momento en que yo me canse de este ritmo de trabajo. Primera vez, hace dos semanas, que tomé vacaciones en cuatro años, y las voy a pasar aquí en mi casa porque es muy poco para salir.
-Sí, pues, no te vas a ir de viaje…
-Pero he ido a Pucón con mi familia y lo pasamos muy rico en una parcelita. Y también hemos ido a Chiloé.
Pero este ritmo no lo voy mantener. El año pasado sacamos al aire como treinta documentales, una brutalidad. Yo aquí en la casa de San Alfonso básicamente reviso y escribo, y después hay un equipo que arma las películas.
-Un día se acabarán los viajes.
-Después me gustaría seguir viajando, pero a otro ritmo. Por ejemplo, irme a vivir un mes al Amazonas, en un solo lugar, y hacer una película más íntima que extensa.
-Más íntima significa tomar, por ejemplo, a un grupo familiar en su vida diaria…
-Exactamente, vivir con ellos. Esto lo necesito, tengo que producir porque tengo un sueldo. Dejar de viajar es difícil. Cada vez llego cansado y no quiero viajar más, pero bastan tres meses y empiezo a mirar los mapas otra vez y…
-¿Tú tienes ahora niños chicos?
-Sí, dos mujeres de cuatro y de dos. Pero nunca ha sido un problema, porque mis hijos, las dos camadas, digamos, crecieron con un padre viajero. Nunca me he sentido como un padre ausente y tengo una súper buena relación con todos mis hijos. Me han acompañado, de hecho, en parte de viajes, es exquisito.
-¿Y qué me puedes decir de tu próximo viaje?
-Me voy a pegar un viaje al lugar más remoto del mundo, el más largo que he hecho, y va a durar como tres meses y medio. Es la historia de un imperio que duró desde 1162 hasta 1920, el más grande que ha existido en la historia del mundo.
-¿Y qué actriz te va a acompañar?
-Todavía es secreto, sólo puedo decirlo fuera de cámara, como se dice…
-De acuerdo.
- ........
-¿Y no lo puedo poner?
-No.
-Entonces, a otra cosa. Con respecto a Chile frente al mundo, ¿qué diferencias ves en relación a los prejuicios que hay en ciertos temas? Por ejemplo, con respecto a la sexualidad. ¿O no existen tanto en Chile comparado con otras partes? Yo lo que menos tengo es ser viajero, para mí el mundo está en el jardín de mi casa, pero puedo comparar Chile con Alemania, país en el que viví muchos años, y entonces Chile en ese sentido me parece un país muy…
-… súper pacato, claro. Pero Chile ha ido cambiando. Aquí, el discurso oficial es muy diferente al real. En Chile, el ochenta por ciento se declara católico, pero ese ochenta por ciento quiere la píldora del día después. Chile tiene un doble discurso muy notable. Como sociedad, por supuesto que la India, por ejemplo, es más honesta. Y con respecto a los países musulmanes, por supuesto que hay una doble explotación de la mujer, pero se es menos hipócrita de lo que pueden ser algunos países occidentales. Yo he estado en sociedades musulmanas ortodoxas, y las niñas lo único que quieren es que llegue el momento en que pueden usar su velo. Su sueño es taparse la cara, porque tiene su lado sensual. No estoy diciendo que sea la maravilla, sino que, a veces, las sociedades más conservadoras son menos hipócritas. Entre nosotros, lo que molesta es el doble discurso. Pero fíjate que yo me he reencontrado con este país. De joven, tuve el discurso que todos tuvimos alguna vez, que Chile es fome, pacato. Pero es un país bastante divertido, sólo en Chiloé hay más fiestas que días del año. Es un país muy fiestero, amigo de sus amigos, de comer… Y la corrupción es más del compadre, del amigo, que de la coima. Si tienes un amigo en el ministerio, estás salvado. Es un país mucho más solidario que otros en los que he estado, que tiene un montón de cosas, de las que uno se va dando cuenta envejeciendo. Es más evolucionado y democrático de lo que uno piensa. El discurso oficial sigue siendo pacato y cínico, pero ese no es el país.
-Una cosa que me llama la atención en Chile es la cantidad de niñas que tienen hijos y que son cuidados por los abuelos, de modo que el hijo pasa a ser como hermano de su mamá. Como ejemplo tenemos al Cajón del Maipo.
-Pasa mucho, mucho. Es el concepto de familia.
-Lo encuentro muy sabio, esta posición de los padres de aceptar al nieto como hijo, sin castigar a la niña madre.
-Sí, y eso pasa en todo el campo chileno.
-Dime, Poncho, después de recorrer tanto mundo, ¿qué es el Cajón del Maipo para ti?
-Una vez íbamos bajando con un amigo, Felipe, mi productor en terreno, creo que era otoño, y de repente me dice: «Oye, ¿qué le tiene que envidiar esta cosa al Himalaya?» Y nos dimos cuenta de la belleza que estábamos mirando. La puesta del sol en Santiago es una cosa impresionante. Se pone un sol gigante a las nueve de la noche y se mete esa luz al Cajón… El Cajón es mi casa, es como el útero materno. Cuando yo vuelvo a Chile, la primera emoción después de mucho tiempo, es cuando se ve la cordillera, se pasa el Aconcagua, se toma tierra…, pero cuando entro al Cajón yo me siento renacer. Ahí podría bajarme de la camioneta y seguir caminando. El Cajón es mi vida. Aquí he jugado fútbol desde niño, están mis amigos, mis recuerdos, mis muertos… Con eso, ya no quiero más.
-Y aquí te vas a morir, supongo.
-Aquí tengo mi lugar para que me entierren…
-Ahí donde está tu padre.
-Ahí. En los lugares más remotos, cada vez que puedo menciono al Cajón. El Cajón es mi mamá, mi pachamama, para decirlo en lenguaje hippie.
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