Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 56 - Año IX, Otoño 2011
CRÓNICA: PROYECTO AVE FÉNIX
AVE FÉNIX Y LA FUENTE DE LA VIDA
JUAN CARLOS EDWARDS VERGARA

El ave Fénix o Phoenix, como lo conocían los griegos, es un ave mitológica del tamaño de un águila, de plumaje rojo, anaranjado y amarillo incandescente, de fuerte pico y garras. Se trataba de un ave fabulosa que se consumía por acción del fuego cada quinientos años, para luego resurgir de sus cenizas. Según algunos mitos, vivía en una región que comprendía la zona del Oriente Medio y la India, llegando hasta Egipto, en el norte de África. Muy presente en la poesía árabe.

El resplandor de las llamas atrae la mirada como un imán. Su danza en la chimenea o en la fogata, en una infinita variedad de movimientos, crea una especie de suave hipnotismo que nos fascina y entretiene. Es la fuerza del sol que da vida en sus
 
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diferentes formas y que al quemarse la madera, vuelve a convertirse en fuego.

El fuego solar es la base de nuestra vida y existimos gracias a su energía calórica. Nuestro planeta está a la justa distancia del astro, lo que le permite existir al ecosistema terrestre tal como lo conocemos. Tal vez hay vida en lugares fríos, sin soles, ya que mientras exista un átomo, la energía se encuentra en ese minúsculo sol. Y en todas partes, según los astrónomos, hasta en el negro aparente vacío espacial.

El Ave Fénix representa el renacer de entre las cenizas en que la convirtió el fuego que la consumió. Nos muestra la vida después de la muerte en un continuo cambio o transformación. Antoine Lavoisier, químico francés, expresó: “Nada se crea, nada se pierde, todo se transforma”. Todavía tenía mucho que entregar este sabio a la humanidad cuando fue guillotinado a los cincuenta años por los revolucionarios. El Presidente del tribunal le dijo a los que abogaban por él: “La República no necesita sabios”. Lagrange dijo al día siguiente: “Ha bastado un instante para segar su cabeza; habrán de pasar cien años para que nazca otro igual”. La estúpida crueldad humana siega valiosas vidas, pero nacen otras miles y la humanidad y la ciencia renacen de entre las cenizas. Como el Ave Fénix, metáfora mitológica. Como el trencito del Cajón del Maipo.

El Ave Fénix nos guía a la Fuente de la Vida y ésta alienta la creencia en la inmortalidad del alma y que ella nos da la energía que mueve nuestro cuerpo, que da alas a nuestra imaginación, que da fuerzas para luchar, crear, construir, matar y morir. Los antiguos árabes hablaban de su existencia terrestre. Juan Ponce de León la buscó inútilmente en los pantanos de La Florida. Alguna antigua civilización habló de ella y la trasmitió a las venideras sin que entendieran su significado. Porque esta Fuente es otra cosa; se trata del origen del Universo, del Big Bang, del Dios Supremo -creador de todo lo que existe-, de lo inalcanzable e incomprensible, del Santo Grial, de lo que renace y se transforma sin desaparecer jamás.

El Fuego nos da calor y energía, pero también destruye en instantes lo que construimos en años. Como el incendio de la Biblioteca de Alejandría; de Persépolis quemada por un borracho Alejandro a instancias de una vengativa hetaira; de los manuscritos mayas y aztecas arrojados a las llamas por fanáticos; de los planos desaparecidos en un incendio de la querida Esmeralda; de cosas amadas convertidas en humo; etc.

Nacemos y morimos, pero el ave mitológica nos trae la esperanza de que somos inmortales y de que regresaremos a la vida.

Los terremotos y el mar derriban y arrasan, pero volvemos a construir.

Países se desangran en guerras interminables, pero vuelven a levantarse.

Y entre la cordillera y el mar, Chile busca la Fuente de la Vida y renace de los embates que lo asolan, como el Ave Fénix.

San José de Maipo. 8 de mrzo de 2011.

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