Versión electrónica de la
Revista Dedal de Oro. Nº 56 - Año IX, Otoño 2011 |
LINTERNA-TURA |
La Leyenda de la Lola
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HUMBERTO ESPINOSA POBLETE |
En el folclore chileno existen, entre otras expresiones populares, muchas leyendas sobre personajes humanos y sobrenaturales, y sobre lugares y fenómenos que se producen en alguna parte y que adornan con gran riqueza nuestro patrimonio cultural. Muchas leyendas han sido recopiladas y registradas en un libro. Otras andan dando vuelta por ahí, de boca en boca, recorriendo tertulias y sobremesas familiares, junto a un mate o una cerveza, alegrando, distrayendo y también asustando a nuestro pueblo, en especial a los más chicos.
Quiero contarles lo que escuché de niño, de boca de arrieros y maruchos del Cajón del Maipo, junto a una fogata de bostas de caballo en una negra |
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noche allá arriba entre los cerros. También la escuché de mis padres y de alguno que otro andinista, una tarde de invierno junto a la chimenea en el Refugio de Lagunillas, mientras el viento silbaba afuera haciendo crecer nuestro miedo: la leyenda de la Lola.
Cuenta la leyenda que cuando azota el viento y la tempestad arrecia entre los cerros de la alta cordillera, se escucha a lo lejos una voz lastimera de mujer que gime y a veces pronuncia un nombre, el que debe corresponder a alguno de los que lo oyen, quien muere, haga lo que haga por evitarlo. Es La Lola, un fantasma de mujer que sale a altas horas de la noche a buscar a su hombre, que una vez la abandonó, extraviado en la montaña, al perder la vida en el fondo de una quebrada, en lo más profundo de un abismo. Esta hembra dolida, que también se aparece en las frías noches de invierno cubierta de un sudario blanco de nieve, se aparece a los arrieros, a los cabreros y baquianos en plena cordillera y también en la pampa norteña a los mineros, pirquineros y cateadores que, extraviados de su ruta, se pierden en las soledades de la montaña. La Lola, con su femenino lamento, su atractiva imagen blanca de hembra en pena, sale al encuentro de este o aquel hombre que pudiera ser el suyo, conduciéndolo a la muerte. Más de algún arriero del Cajón del Maipo tuvo que responder serio y cabizbajo «... al Peiro se lo llevó La Lola el invierno pasado, patrón...», al preguntársele por algún camarada desaparecido hace tiempo.
Mi padre, otro amante de la montaña, escribió hace muchos años un poema sobre La Lola (ver recuadro), leído y premiado junto a una fogata andina entre los cerros iluminados por la luna, en medio de un campamento de andinistas en el Cajón del Maipo.
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HUMBERTO ESPINOSA CORREA., 1959.
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No se ría patroncito
que a mis años no se miente:
En la soledad del campo
en las noches sin estrellas
se oyen gemidos lejanos
entre el silbido del viento.
Es el llanto de «La Lola»
que deja aullando a los perros…
Dicen que allá -entre las nieves bien
cerca de la frontera
la pobre busca a su amado,
que en una noche muy negra
arreando mulas de carga
se perdió en la cordillera.
Y su queja inconsolable
galopa con la tormenta...
Mis ojos viejos la vieron
una noche muy tremenda:
Volvía al rancho en mi yegua
por un atajo cualquiera
cuando sentí a mis espaldas
como un suspiro de hembra
y un bulto blanco, flotando
en el anca de la bestia...
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Dio un bufido el pobre bruto
yo le piqué las espuelas
y corriendo cerro abajo
entre rezos y blasfemias
llegué -sudando de miedohasta
el rancho de mi negra.
Sólo Dios sabe, Patrón
lo que fue la noche aquella...
Desde entonces yo le enciendo
todos los viernes una vela
a esa alma atormentada
que pena en la cordillera.
Y aunque digan que son cuentos
que inventaron los arrieros
yo la vide -con estos ojos en
el anca de mi bestia... |
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