Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 47 - Año VII, Febrero y Marzo 2009 |
Respuesta de Rolando Naveas L. a la carta aparecida en
el número anterior: (Ver carta)
Interesante y motivante su carta, Dr. Salvatierra. Muchas gracias. Le sugiero que visite los anales de la Biblioteca Nacional Braidense de Milán y la Biblioteca de la Universidad Rafael Landívar en Guatemala. Se impresionará con los documentos que guardan relacionados con el bioferonte.
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Señor Director:
Leí con interés lo que su colaborador Rolando Naveas escribió sobre un animal nombrado “bioferonte”. Ya tengo 78 años de edad y la primera vez que escuché sobre esa bestia (que no es tal) fue a los 8, es decir, hace más de 70 años –por ahí por 1938-, junto al lecho de muerte de mi tía Alicia, quien, durante varios días, me relató sus “aventuranzas” junto a su abuelo aventurero (el padre de su madre) por las cumbres interiores del Cajón cuando ella era niña y luego adolescente. |
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Mi tía -juzgo por lo que oí de su propia bocaera una gran conocedora de los misterios del bioferonte, aunque no una estudiosa de él. Su conocimiento, más que erudito y científico, era empírico y –sobre todo- emocional. Si le interesa, puedo intentar escribir lo que ella me relató sobre el día que por primera vez vio a esos animales. Por favor, comuníquemelo. Lo saluda atentamente,
Félix Mora Garrido.
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