Encabezado Dedal de Oro
EL TREN: A TRAVÉS DE DEDAL DE ORO
ME DEJÓ EL TREN, ¿...O LO DEJÉ IR...?
Extracto de "SUEÑO, SUEÑAS, SUEÑA, SOÑAMOS" del Dedal de Oro N° 31, POR: Equipo de RedacciÓn.

La gente siempre sueña. Soñar no cuesta nada y sirve mucho, porque los sueños rescatan del sótano de la mente la sabiduría innata y las más secretas vergüenzas y traumas de cada cual. Soñar da pistas, soñar puede sanar. En esta sección presentaremos sueños, ya sean de lectores/as (escríbenos un sueño y envíalo) u otros. Podrá ser un relato o algún intento de interpretación o profundización, como sucede esta vez con el sueño siguiente (del archivo de Dedal de Oro), cuando el soñante, ya despierto, dialoga con algunos elementos de su sueño con el fin de entenderse.


Ilustración de Susana Vallejos S.

Soñé con un tren. Primera escena: entro al baño desde un pasillo en que viajan algunos adolescentes. Estoy sentado en el WC. De pronto hay otro hombre allí, que al parecer se acaba de duchar. Su presencia me molesta, pero yo le soy indiferente. Cuando me paro del excusado tiro la cadena, pero la mugre, con papeles, no se va del todo. El hombre sigue allí, metido en sus propias cosas. Segunda escena: el tren se va, no lo alcanzo. Todas mis cosas, mis maletas, se van en él. Corro junto al tren, junto a la locomotora. Conduce una mujer que me ve correr, pero no se detiene.

Para entender mi sueño, trataré ahora de dialogar con la conductora:

Yo: ¿Por qué no detiene el tren para que yo suba?
Ella: No puedo, el tren ya partió.
Yo: Pero yo quiero subirme, mis cosas van en él.
Ella: No es mi misión parar, cada cual debe preocuparse de subir en el momento adecuado.
Yo: Francamente no pensé que podría perder el tren. Ni siquiera sé en qué momento me bajé.
Ella: Lo siento de verdad, pero no es mi problema. Es el suyo.
Yo: ¿No la apena verme correr así?
Ella: Creo que sí, pero no puedo ayudarlo. Es su problema no haberse subido a tiempo.
Yo: ¿Cree usted que he perdido el tren para siempre?
Ella: No. Quizás tenga fuerza para seguir corriendo hasta la próxima estación. Allí podrá subir.
Yo: Quizás, pero en todo caso usted me desilusiona.
Ella: Eso está bien, no es bueno vivir de ilusiones.
Yo: ¿Por qué es usted una mujer? A los trenes suelen manejarlos los hombres.
Ella: Sin embargo, yo me siento bien en este rol. Como sea, si el conductor fuera un hombre, él tampoco estaría autorizado para parar. Su suerte no cambiaría, igual tendría que correr tras el tren.
Yo: Dese cuenta de una cosa: yo he creado este sueño, y por lo tanto yo la he creado a usted.
Si es así, yo soy como su Dios. ¿Me reconoce como su Dios?
Ella: Interesante: una simple mortal deja a pie a su Dios, y lo hace correr, lo hace sufrir.
Yo: ¿Entonces es usted Dios? ¿El tren es mi destino, es mi vida, mi oportunidad que dejo escapar?
Ella: Yo no soy Dios. Yo simplemente conduzco un tren al que usted quiere subir, y no estoy autorizada para detenerme.
Yo: ¿Quién debería autorizarla?
Ella: El tren es autónomo.


Ahora voy a dialogar con el tren:

Yo: ¿Por qué me dejas?
Tren: Porque no subiste. Corre, corre. Yo soy tu oportunidad, sí. Pero la conductora ya te lo dijo: subir o no subir depende de ti.
Yo: Hace poco defequé en uno de tus baños.
Tren: Sí, en mí se puede hacer cualquier necesidad. En mí se puede vivir, se puede viajar.
Yo: Pero no es cómodo. Había otro hombre allí mientras yo defecaba.
Tren: Lo que pasa en mi interior lo hacen los viajeros. Yo no decido, no actúo, yo simplemente voy. Si tú defecas, defecas; si te apeas, te apeas; si subes nuevamente, subes. Mi misión es solamente ir.
Yo: ¿Y cuál es mi misión?
Tren: Si tú quieres subir para que te lleve, entonces supongo que tu misión es lograr subir.
Yo: ¿Por qué no puedo subir? ¿Por qué me he quedado a pie? ¿Por qué te vas con mis maletas? ¿Por qué no puedo hacer mis necesidades naturales en paz? Quiero poder viajar sin problemas, quiero poder vaciar mis mugres sin problemas, quiero vivir sin problemas para poder tener paz y poder conceder mi paz a otros. La vida no me deja hacerlo.
Tren: Ya te lo ha dicho la conductora y te lo repito yo: depende de ti, no de nosotros.
Yo: ¿Qué debo hacer?
Tren: Subir.
Yo: ¿Cómo?
Tren: Yo voy. Tú debes saber cómo alcanzarme.
Yo: ¿Para eso sueño, para terminar sabiendo lo que ya sé, que soy el responsable de mí mismo?
Tren: Eso también depende de ti.
Yo: Esta discusión es demasiado filosófica, no me ayuda. Necesito algo práctico. Recomiéndame algo.
Tren: Insúltame.
Yo: Eres un hideputa, un mezquino, un incapaz de ayudar a alguien.
Tren: ¿Y tú realmente te encuentras tan desamparado como para tener siempre que rogar?
Yo: Chao pescao.

Comentario: Buena pregunta la del Tren, acaso verdaderamente me siento tan desamparado como para tener que estar pidiendo ayuda. En realidad, yo siempre he buscado mi autonomía. Jamás he sido miembro de un partido político o de un club deportivo o de lo que sea. Pienso que mi desarrollo debe estar situado en mi mismo. Existe algo superior, sí, pero el responsable de mí soy yo. Uno no está solo, no está desamparado, porque el cielo lo cubre a uno, pero eso no significa que uno es un bebé que necesita que lo lleven en brazos. Tiendo a culpar al cielo de todo lo que me resulta mal. Nones, no, no. Mi esfuerzo debe dirigirse hacia mí mismo. El cielo debe ser mi propia psique. El único cielo real es mi propia psique. Yo creo el mundo. Soy un campo energético que crea la realidad.

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