Encabezado Dedal de Oro
TRADICIÓN ORAL
''Enamorados''
Relato hablado, rescatado por Cecilia Sandana GonzÁlez.
Ilustración de ''Enamorados''

Las mañanas primaverales hacen bien. El sol aparece temprano y sus rayos dorados comienzan quemando La Isidora, montaña imponente que cerca y cuida como un gigante a San José Maipo y en la que se entrecruzan bellos colores: el gris de sus rocas, el verde de su vegetación y el azul del cielo prístino que la cuida.

A sus pies vivían dos abuelos llenos de vida y pasividad, de esos que sólo entrega el campo, con una salud envidiable gracias a los alimentos que con la ayuda de sus propias manos producían: papas, choclos, cebollas, perejil, orégano y mucho más expeliendo olores culinarios a su hogar. La carne la obtenían de su ganado y para que durara más la salaban y secaban, haciendo charqui. Había huevos frescos de gallina infaltables en los ricos desayunos y por supuesto vino tinto en las comidas, aunque ese debían ir a comprarlo al pueblo.

En verdad, su pasiva vida sólo los hacía ir al pueblo a comprar velas, sal, azúcar, té y tinto. La platita se obtenía vendiendo cargas de leña, la cual se recolectaba en la quebrada del Papagayo. La gente llegaba a comprar y ellos la bajaban cargada en un macho.

Siempre que cruzaban al pueblo lo hacían muy rápido. La sed era tremenda. Él cariñosamente subía a su mujer al anca del macho, sentada de lado como una dama, y él, como buen jinete, comandaba a la bestia. Cruzando por el puente colgante de El Toyo salían a la carretera y al llegar al pueblo su primera parada era en la botillería Don Félix. Pedían dos botellas para empezar y se sentaban en la cuadra que da hacia la calle del cerro. Allí estaban largo rato, hasta que comenzaban a subir la voz. La gente no entendía el porqué, pero poco a poco comenzó a quedar claro que su amor, que no esperaba ni descansaba, sumado a los traguitos de vino, los hacía ponerse celosos de quienes pasaban por la calle, damas o varones.

Uno de esos días partieron raudos al pueblo a ponerse unos quiños. Se subieron al macho, como de costumbre, y después de cruzar el puente colgante de la Pata de Diablo e instalarse en la carretera, el anciano apuró el tranco. La idea era llegar temprano para instalarse en la botillería, pero dicen que de repente la bestia encogió el culo y la mujer se desplomó al suelo, quedando tirada en la calle… El hombrón nada escuchó y siguió su marcha, hasta que una persona conocida lo alcanzó en un vehículo, cerca ya de la cruz roja, y le dijo:

-Oiga 'iñor, su viejita está tirada más arriba, llorando, diciendo que del macho se había caído y usté no se dio cuenta. Con nosotros no se quiso venir...

Asustado, el hombrón se devolvió, pero a peñascazos fue recibido. Y le gritaba la mujer:

-¡Viejo 'e mierda, me botaste del macho pa` ir a mirar mujeres pal` pueblo!

Él le respondía con pena y risa, a su amor, a la que casi pierde botada en el camino sin darse cuenta siquiera. DdO

Volver al relato anterior Relato Siguiente
Volver al Índice de Tradición Oral
Ponga su aviso aquí, será visto por más de 13.000 personas. Ponga su aviso aquí, será visto por más de 13.000 personas. Ponga su aviso aquí, será visto por más de 13.000 personas. Ponga su aviso aquí, será visto por más de 13.000 personas.