Antes de que existiera la humanidad existían sólo los vicios y las virtudes. No se conocían entre sí, ya que vivían en lados opuestos del mundo.
Un día, a la iniciativa, que es una virtud, se le ocurrió hacer una fiesta con el fin de que los vicios y las virtudes se conocieran. La fiesta se realizó en el centro de la tierra.
La primera en llegar fue la puntualidad. Después llegó la disciplina y congeniaron de inmediato.
La alegría llegó después de la tristeza.
Llegó la conciencia y llegó el descaro.
Llegó la ternura, y de puro tierna se quedó en la puerta esperando a todos los invitados, diciéndoles:
-¡Que bueno que vinieron!
Llegó la pereza sacándose las legañas.
Llegó la cortesía.
Llego el amor.
Llegó la locura con el pelo verde, rojo, de todos colores.
Llegó la gula, la mentira, el odio. Y así muchos más.
Durante la fiesta, el tedio dijo:
-Qué fome está esto, estoy aburrido.
De inmediato la iniciativa propuso:
-¿Juguemos a las escondidas?
-¿Y para qué? -dijo el negativo.
-¡Sí, sí, juguemos! -dijo el entusiasmo.
-Yo la cuento -dijo el voluntarioso.
Y el juego comenzó…
La mentira y la envidia se escondieron en el fondo del mar, y la mentira le decía a la envidia:
-Ahora te voy a contar todo lo que hablan de ti…
La envidia fue indiferente ante la ternura.
El orgullo se escondió en el alma de todos.
El ingenio se inventó un escondite.
La gula se escondió en las siembras.
La tristeza se escondió en el corazón de la alegría.
La astucia se escondió en la luna llena, porque sólo aparecía una vez al mes.
La pereza se quedó en el sillón, porque cuando empezaron a contar para esconderse ella se puso a contar ovejas y se durmió.
La humildad fue la última en esconderse, porque no encontraba un lugar para ella.
Y así se escondieron todos por muchos, muchos años.
Pero la voluntad empezó a encontrarlos a todos. Al primero que pilló fue al entusiasmo, porque estaba tan entusiasmado que se cambiaba de un lugar a otro, y así se delató.
Después apareció la ternura y dijo:
-¡Uy, me pillaron!
Y fueron apareciendo la conciencia, la alegría, la tristeza, la paciencia, la locura, todos… Pasaron muchos años y el único que no aparecía era el amor. La paciencia y la voluntad salieron a buscarlo nuevamente, mientras el pesimismo decía:
-Yo sabía que esto no iba a funcionar.
Siguieron buscando por muchos años…, hasta que el entusiasmo gritó:
-¡Ohhhh , yo quiero jugar de nuevo!
Pero la tristeza lloraba al no encontrar el amor.
-Ya sé -dijo el Ingenio-, consultemos a la sabiduría.
Y la sabiduría les preguntó:
-¿Han buscado en el fondo del corazón?
-¡Pues sí! -respondieron todos.
-¿Han buscado dentro del alma?
-¡Pues sí! -respondieron todos.
-Pues…, se me ocurre que no debe estar lejos de aquí. ¿Ven aquellos matorrales? Puede que ahí se encuentre el amor.
La impaciencia y la locura fueron corriendo hacia allá y empezaron a removerlo todo. La locura, en su desesperación por encontrar al amor, comenzó a cortar ramas con una picana y, sin querer, hirió los ojos del amor.
-¿Qué has hecho? –le dijo la justicia-. ¡Has dejado sin ver al amor!
En ese momento llegaron todos los vicios y virtudes, y al verificar que la locura había dañado al amor, todos sin excepción decidieron castigar a la locura por el resto de la vida. Le dijeron:
-Desde hoy serás el lazarillo del amor…
¿Una moraleja?
Que el amor es ciego
y siempre irá acompañado
de la locura. |