Revista Dedal de Oro N° 68
Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 68 - Año XII, Otoño 2014

CINE

Algunas reflexiones generales (y personales) en torno al uso del tiempo
JUAN AGUSTÍN CASTELLÓN MUNITA, Abogado, Profesor universitario.
Zorba el griego
ZORBA EL GRIEGO



Lolita
LOLITA



El ángel azul
EL ÁNGEL AZUL




Muerte en Venecia
MUERTE EN VENECIA

Muchas veces al leer un libro, al ver una película o al escuchar música, nos hemos preguntado si eso que estamos haciendo vale la pena. Dicha pregunta atañe al valor alternativo del tiempo, y tiene muchísimo sentido.

Lo anterior lleva, también muchas veces, a destinar poco tiempo a esas actividades, o a realizarlas en horas residuales, tales como en los momentos previos a dormir, o en el baño, mientras nos transportamos, etc.

En un tiempo necesariamente finito, ¿tiene sentido invertir dos horas en una película, o en un libro, o en la audición de una pieza musical?

Días atrás me correspondió presenciar la siguiente disputa entre dos jóvenes: uno de ellos estaba tratando de visionar toda la obra de Tarantino y de descubrir sus claves. El otro lo criticaba por perder el tiempo, que podía dedicar mejor a la lectura, al estudio o al deporte.

Pensé en ese momento que la crítica era injusta: que no se pierde tiempo viendo una película. Pensé también que la visión de películas es una experiencia que se puede compartir siempre, lo que no sucede con la lectura y solo ocasionalmente con el estudio o el deporte, lo que le otorga un carácter más generoso.

Podemos incorporar a este análisis otras experiencias tales como la audición de música, el audio o visión de deporte, y ya tenemos una primera reflexión que hacer: se trata en todos los casos de actividades pasivas que tienen un contraste con las experiencias activas de hacer cine, de escribir obras literarias, de crear o interpretar música y de hacer deporte.

¿Son inferiores estas actividades pasivas?

No lo creo. Son distintas y atañen a momentos distintos: hay un tiempo para dar y un tiempo para recibir. Hay un tiempo para crear y un tiempo para disfrutar lo creado.

Nosotros mismos, cuando creamos, solemos hacerlo con el propósito de que nuestra obra sirva de solaz o de reflexión para su destinatario, y no de que gatille en él un impulso creador igual al nuestro, muchas veces solitario, árido y triste.

Pienso también que no existe una diferencia esencial entre las actividades descritas: que no es mejor ver películas de cine que oír música clásica o popular, o ver deporte por televisión. Que se trata en todos los casos de experiencias vitales personalísimas y válidas, y que cuando se desea abrir en otra persona el mundo de la música o del cine clásicos, se trata simplemente de expandir su horizonte vital a nuevas y nuevas emociones o experiencias; nunca de reemplazar otras pasiones ya arraigadas.

No se es mejor por oír cierta música o por ver cierto cine, y si esas expresiones consiguen por momentos elevarnos a lo mejor de nuestros sentimientos y de nuestros pensamientos, se trata de vivencias personales e intransmisibles. Por otra parte si, como dijo el joven de mi relato, la lectura requiere un mayor esfuerzo de concentración que la visión de películas, no cabe duda de que la audición de la música más selecta no requiere esfuerzo alguno, y es muy usual que ella se escuche entre medio de otras actividades, o inclusive cuando se está durmiendo.

¿Caminar?, ¿ver televisión?, ¿oír música?, ¿conversar con amigos?, todas actividades perfectamente buenas y dignas de ocupar parte de nuestro tiempo.

Aclaro primeramente que, cuando aludo al Cine, se trata de películas de cine que hoy se pueden ver a placer, enteras o recortadas, en forma simultánea o sucesiva con otras películas o actividades, en nuestro televisor y en nuestra casa.

¿Es el cine un arte? Cuando uno se introduce en él, se van abriendo, como en un abanico o una baraja, un sinnúmero de pequeños mundos: el cine temático, el cine de directores, el cine de épocas, el cine de actores, etc. Al comienzo, habiéndose visto lo mismo que todo el mundo, se cree saber mucho de cine. Una vez vistas unas 200 películas y adquirida la rutina de ver 2 o 3 películas por semana, se comprende que no se sabe nada de cine.

Tan solo por géneros o por épocas, el cine es un universo inabordable. Pensemos solo en el "Cine Negro" o en el "Cine del Oeste", para entender que nos sería muy difícil conocer siquiera esos limitados movimientos culturales.

Lo que contamina al cine, como al deporte de alto rendimiento, es su parafernalia: su alto costo, el glamour, los escándalos de sus estrellas; todo ello lo rodea de un ambiente artificial y frívolo. No se conocen realmente los héroes del cine como aquellos que han dado su vida, su libertad o su paz por las otras artes. No están los Van Gogh ni los Bizet, que con la profundidad de sus vidas contribuyeron sin duda a comunicar profundidad a sus artes.

Los héroes del cine, los Polanski y los Herzog, no tienen la aureola del romanticismo o del misticismo, sino de la excentricidad o el desvarío, nunca totalmente destituidos desde el punto de vista económico.

También está la crítica de que las grandes obras de cine, o al menos muchas de ellas, han sido grandes obras literarias antes: "Lo que el viento se llevó", "Lolita", "Doctor Zhivago", "Zorba el Griego", etc., justifican este punto de vista.

Pero hay más que todo eso.

Llamo maestros en la vida real, intelectual o artística, a aquellos que abren nuevos horizontes vitales, y puede pensarse que películas como "Estación Central de Brasil", permiten al espectador advertir que es posible la redención a cualquier edad.

También hay maestría en describir, en un mínimo de tiempo, un fenómeno, una tendencia, una ley social o personal, y ahí están "El ángel azul", "Lolita", "Into the wild", "Muerte en Venecia" o "Beau Geste" para describir complejos, a veces complejísimos, tipos sicológicos o sociológicos.

Si se piensa que el arte es tal porque nos impacta, porque nos interpela, porque nos abre nuevas vías de emoción o de pensamiento, existe cine que, en poco tiempo, deja instalada en nuestra personalidad imágenes, pensamientos y frases, que nos sería muy difícil o costoso incorporar de otro modo.

 
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