Revista Dedal de Oro N° 66
Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 66 - Año XII, Primavera 2013

SAMARA : SEMILLA AL VIENTO

Divagación atonal para clarinete - Ilustración con un clarinete.
dodecafonía
DODECAFONÍA



Euterpe : Musa de la música.
FUENTE : WWW.ZEROCHAN.NET/1212180

Debo iniciar esta sámara con una declaración categórica. Como músico soy una nulidad. Me gusta escucharla, pero mi capacidad interpretativa es muy pobre. Hay varias razones que justifican mi osadía al escribir sobre el tema, la razón inmediata viene de escuchar a la clarinetista británica Emma Johnson, porque aprecio tanto su música como su personalidad. Su capacidad para expresar verbalmente lo que hace ella con su clarinete, en una forma lúcida y simple, me hizo recordar a un amigo que tuve en Chile: Alfonso Leng; y lo llamo amigo aunque tenía 60 años más que yo. Era músico, compositor; aunque con más de 80 años y casi ciego mostraba un gran deseo de adquirir más conocimiento sobre temas de química y bioquímica, pidiéndome que le explicara el proceso de la síntesis de proteínas y cosas por el estilo. Cuando yo tenía que recurrir a diagramas para aclarar algo, él los seguía con una lupa y gran esfuerzo, hasta que todo quedaba claro y razonablemente entendido. Las sesiones sobre ciencias biológicas siempre las teníamos entre los dos, solos en la quietud de su hogar, y cuando las dábamos por terminadas solíamos charlar de otras cosas. Así fue como le pedí que me explicara las bases de la dodecafonía. Se dirigió al piano y me dio una clase breve, clara y precisa. Aunque ahora, pasado medio siglo, no recuerdo todo lo que me enseñó, creo que se trata de un sistema musical basado en reglas bastante rígidas en sí, pero que quiebran los cánones establecidos para la composición al rechazar la armonía "natural". Cuando se compone una frase musical de esta manera, me decía, toda secuencia de notas no puede sonar "bien", porque si suena agradablemente está "mal". Habiendo, él mismo, compuesto una pieza dodecafónica para piano, confesaba que cada vez que se enfrentó a una serie de alternativas durante el proceso creativo de aquella obra, siempre eligió la opción que, a su oído, sonaba peor. Parece que la obra fue bien recibida en el ambiente musical chileno de la época, pero aquello no me lo dijo. Se expresó, eso sí, sobre lo que podría ser el origen de aquella música, que él veía asociada a los procesos de igualdad social. Si nosotros los humanos somos iguales -grandes y chicos, gordos y flacos- y tenemos igual valor, en el mundo de la música las cacofonías también deberían tener igual derecho que las melodías. Lo que creo entender de la dodecafonía es que tiene reglas muy rígidas, cosa extraña si fue engendrada con un espíritu libertario. Para mi tosca oreja -y de remate, actualmente sorda- las disonancias siempre han tenido cabida en la música tradicional, incluso la clásica, aunque valen para ocasiones muy particulares. Como el niño invitado, solo y muy brevemente, para hacer su gracia en tertulia de adultos. En otra ocasión este mismo amigo y compositor hizo recuerdos de cuando él era joven. Hace ya muchos años -dijo- estaba yo siendo afeitado en una barbería en el centro de Santiago y el ambiente estaba pletórico de sonidos: el clik-clik de las tijeras, el ting-ting de los tranvías en la calle, las batidoras de cócteles en el bar del restorán "La Bahía", que estaba al lado. Aquel universo de sonidos me hizo pensar que todo aquello constituía los elementos que se plasmaban en música y aquel pensamiento me fue grato. Dejé la barbería en excelente estado de ánimo y me puse a canturrear, bajito, un tema muy hermoso de Lohengrim. Esta melodía, por contraste con la compleja sinfonía que acababa de escuchar, me pareció tan simple y en cierto modo menos rica.

¿Qué es la Música, entonces? Considerada como una de las Artes Mayores, con musa propia y todo.

Debo decir, con cierto azoramiento, que en este momento no me acuerdo de qué musa se trata. Hago pausa para averiguarlo y aquí estoy de vuelta: su nombre es Euterpe y toca la flauta, aunque imagino que lo haría muy bien con el clarinete. Sin embargo, lo que he relatado parece indicar que no necesitamos de flauta u otro instrumento musical para hacer música. La cosa no está muy clara cuando uno se propone definir la "Música". Leonardo da Vinci, -dijo un presentador de radio BBC3 de Londres- merece un sitial en la historia de la música, tan solo por la definición que dio de ella. Esta transmisión la escuché en Londres hace más de 30 años y en inglés, por supuesto. No me ha quedado en la memoria la versión precisa que el locutor entregó de aquella "definición" de música. Lo cierto es que en ese momento me pareció una frase magistral, que tan solo puedo reconstruir en inglés como "grasping the unattainable", y que es algo como "atrapar lo inasible". Por décadas traté de encontrar lo que Leonardo realmente dijo. Tan solo hallé comentarios suyos sobre la música que no eran pertinentes. Hasta el mes pasado, en que di con una cita, originalmente de anotaciones hechas por Leonardo y descubiertas en la Biblioteca Nacional de Madrid en 1967. En ellas dijo que la música es "figuratione delle cose invisibile". Vaya uno a saber cuántos cambios sufrió dicha cita desde el original en italiano al inglés y de allí a un cerebro desmemoriado como el mío. En realidad no se trata de una definición, sino de un rasgo descriptivo de la música que puede ser compartido con otro tipo de expresiones. De todas formas me gusta más lo mío -atrapar lo inasible- que el original de Leonardo. Es más poético, aunque tampoco ayude mucho en lo que se refiere a definir la música, aun más, creo que una definición "global" no es posible. Diferentes culturas y grupos sociales solo comparten algunas de sus propiedades, habiendo particularidades que, incluso, son fuertemente rechazadas en otros grupos sociales. Hay, sin embargo, elementos universales probablemente "inasibles", en el sentido que no hay palabras para describirlos con precisión. Posiblemente por eso Leonardo dijo:

"El poeta se queda por debajo del pintor en la representación de lo visible y muy por debajo del músico cuando quiere representar lo invisible".

Da Vinci fue un genio, tal vez el más grande que haya existido, pero no estoy de acuerdo con él. Rara vez peco de modesto, pero tengo ayuda ajena. En la obra teatral "Amadeus" de Peter Shaffer, hay un extraordinario monólogo de Salieri cuando describe la serenata de Mozart para 13 instrumentos de viento. Aquí va mi traducción:

"¡Extraordinario! En la partitura no se notaba siquiera. El comienzo era simple, casi cómico. Justo un pulso con el fagot y los clarinetes bajos, como una prensa herrumbrosa. De pronto, desde muy arriba, una sola nota del oboe, persistiendo enervante hasta que el clarinete se hizo cargo endulzándola para convertirla en una frase deliciosa. Esta no era una composición para un mono de circo. Yo jamás había escuchado música semejante. Plena de tal añoranza que me dejó temblando. Me pareció que oía la voz de Dios".

El autor -Shaffer- me ayuda con esa descripción magistral de algo que, originalmente, es pura música. La partitura no basta y la interpretación mediatiza el contenido poético del parlamento. Aquello de por "encima" y por "debajo", en el sentido valórico que le dio Leonardo, pierde fuerza. Pero hay que recordar que tenemos varios siglos y muchos pensadores de ventaja.

A modo de contraste quiero citar al gran Unamuno:

¿Música? ¡No! No así en el mar de bálsamo
Me adormezcas el alma; No, no la quiero

Y más adelante:

Quiero cruda luz, la que sacude
los hijos del crepúsculo Mortales sueños,
¿Música? ¡No! No quiero fantasmas
flotantes e indecisos. Sin esqueleto.

Entre música y poesía, don Miguel se queda con esta última. Es posible que, simplemente, tuviera mala oreja para la música. Pero su argumento no es trivial; tiene vigor literario. Cada creador tiene derecho a elegir dónde sembrar y dónde cosechar, aunque yo creo que no es obligatorio elegir. Se puede hacer música poética, o poesía musical. La neurología moderna, con tan magnífica tecnología a su disposición, ha llegado a demostrar que la información sensorial que procesamos en nuestro cerebro no es totalmente aislada, en el sentido que lo visual, auditivo o de otra naturaleza puede intercambiarse, en determinadas ocasiones. De manera que la música podría adquirir color o forma, como por ejemplo, un aroma podría asociarse con una melodía. Me pregunto si detrás de todo esto hay una explicación para la designación de colores específicos que Rimbaud dio a cada vocal. Loquillo era, pero genial. Estoy pensando en crear una obra plástica que, cuando se toca con los ojos cerrados, tiene sabor a zanahoria púrpura y evoca el sonido de un clarinete.

Cambridge.Marzo 2013.

 
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