Revista Dedal de Oro N° 64
Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 64 - Año XI, Otoño 2013

SAMARA: SEMILLA AL VIENTO

MOSCA
CARLOS MORENO LARA
PROTOPHORMIA TERRAENOVAE
PROTOPHORMIA TERRAENOVAE





MOSCA DOMÉSTICA
MOSCA DOMÉSTICA





MOSCA DE LOS ESTABLOS
MOSCA DE LOS ESTABLOS



DROSOPHILA BIFURCA
DROSOPHILA BIFURCA

El alumno desarrollaba con cierta dificultad el tema de su presentación. Se trataba de un curso internacional de inmunología, al cual yo asistía en calidad de profesor invitado. Era evidente que su poca experiencia con el inglés contribuía al nerviosismo, pero además el director del Centro no se lo ponía fácil, y con cara de científico mal genio le hacía comentarios críticos, que a mi juicio eran justificados. Todo esto ocurría en el Instituto Butantan, en Sao Paulo, un lugar antiguo, hermoso y sombreado; los pájaros cantaban, pero había bastantes moscas, impertinentes, que nos habían declarado la guerra y no facilitaban el esfuerzo del alumno que hacía la presentación. Debo aclarar que las moscas paulistas son muy mal educadas. Cuando uno las espanta con la mano, vuelan unos pocos centímetros para posarse en la misma zona de la piel y siguen jorobando desde allí. Eso le ocurría al pobre estudiante: una mosca viajaba de un lado a otro por su frente, dando solo cortos vuelos para evitar los manotazos del sufrido alumno, que seguía adelante con su exposición sin perder, totalmente, la compostura. El que la perdió en forma súbita fue el director del Centro, que inesperadamente soltó un manotazo a la mosca posada en la cabeza del expositor, con lo que solo logró darle una magnífica bofetada al alumno sin tocar la mosca. Tan solo en dibujos animados yo había visto algo semejante. El seminario se paralizó por algún tiempo entre risas, mientras el hechor, totalmente abochornado por su actuación pedía disculpas al alumno. De manera que el asunto de la mosca resultó beneficioso para aquel alumno, pues el Director cayó en un mutismo total y, al finalizar la presentación, le dio su aprobación con una inclinación de cabeza y una breve frase laudatoria.

Las moscas comunes, domésticas y transnacionales nos molestan en todas partes, pero no son la única especie de mosca con hábitos semejantes. Un profesor que yo tuve, connotado entomólogo chileno, estaba en terreno con nosotros no lejos de una granja lechera. A dos metros de distancia una mosca se posó sobre un madero. Sin moverse siquiera y mirando de reojo, el profesor dijo que no se trataba de una Musca domestica, que es la mosca común, sino de Stomoxys calcitrans, también llamada "mosca de los establos". Esta maldita mosca pica y chupa sangre. Su pariente, por estos lados andaluces es muy odiada. Es la "mosca cojonera", llamada así por más de una razón. Es una peste para el ganado en muchas partes.

Pero hay moscas peores, lo que hace casi inevitable que la literatura contenga notables ejemplos de obras en que las moscas han jugado un papel maligno. Recuerdo lo impresionado que quedé cuando leí, siendo joven, la obra teatral "Las moscas", de Jean Paul Sartre; estrenada en París en 1943, durante la ocupación alemana. Es notable que pasara la censura nazi, porque aunque la trama transcurre en la Grecia Clásica, la asociación con lo que ocurría entonces en Francia es clara, como también es el sentido alegórico asignable a las moscas en relación a la ocupación militar y la guerra. De igual manera, el papel de las moscas, en un sentido que representa la cara malvada de la humanidad está delineado, para mí al menos, en la famosa obra de William Golding, "El señor de las moscas".

Sin embargo, hay moscas buenas… Yo, sin más, le tengo afecto a las mosquitas del género Drosophila, las llamadas moscas de la fruta, o del vinagre. ¿Quién no las ha visto rondando la fruta madura? Son inofensivas, no son vectores de enfermedades peligrosas y depositan, poéticas, sus minúsculos huevos sobre las flores. Han sido generosas con los genetistas, puesto que gracias a ellas se han podido desentrañar muchos aspectos de la herencia y expresión de los genes. Como también la participación de diferentes genes en el desarrollo embrionario. Hay muchos laboratorios en el mundo que trabajan con estas mosquitas. Debo mencionar un aspecto que, en mi opinión, pide mención honrosa para una especie de estas mosquillas. Debiera decir mosquillos, porque el macho de Drosophila bifurca produce los espermios más largos del reino animal. Miden seis centímetros; toda una hazaña para un bichito que mide 3 mm. Comparen con los orgullosos humanos: nuestros espermios miden, cuando más, 0.06 mm. Dicho sea de paso, tanto unos como otros hacen su trabajo. No está clara la ventaja evolutiva, para las Drosophila bifurca, de esos espermios increíblemente largos. Al macho le caben muy pocos en el cuerpo, y van muy empaquetados. Ya nos enseñarán algo más estas mosquitas.

Y como estamos con las moscas de la fruta, no puedo resistir el relatar una historia referente a un amigo y colega de universidad que trabajaba en genética de drosófilas. Pues resulta que su esposa confesaba renuencia a declarar en qué trabajaba su marido, porque en una reunión con antiguas compañeras de liceo se enfrentó a la ronda de preguntas sobre lo que estaban haciendo los maridos en aquel momento. Una dijo que su esposo estaba por el sur de Chile trabajando en la construcción de un puente; otro estaba dirigiendo un colegio secundario, un tercero había sido enviado por la compañía a California. Nuestra amiga no tuvo más remedio que decir la verdad, que su esposo estaba cazando moscas en Arica.

Hay más moscas útiles y por otras razones: el moscón Protophormia terraenovae pone sus huevos en las heridas de animales y humanos. Las minúsculas oruguitas se alimentan de carne muerta y al mismo tiempo producen un antibiótico que controla la infección bacteriana. Mantienen limpia la zona y pueden salvar la vida de un herido, como ocurrió a muchos soldados durante la Gran Guerra del 14 al 18.

Los humanos tenemos tendencia a polarizar, y la gran mayoría, imagino, enfrentada a elegir dónde poner las moscas en general, si con el bien o con el mal, elegirá ubicarlas en la malignidad. Recordemos el siniestro personaje "Mosca", en el Volpone de Ben Jonson. Resumía todas las malas cualidades que puede tener un ser humano. Era incluso más ruin que su amo Volpone. Jonson lo bautizó así por una buena razón.

Medina Sidonia, noviembre 2011.

 
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