máximos estándares de seguridad, las de Onagawa, Tokai y Fukushima. La progresión del peligro en esta última va en aumento en el momento de cerrar estas líneas, con consecuencias imprevisibles para la población japonesa y, extrapolando, también para la humanidad.
He escuchado a algún periodista comentar que el ataque nuclear a Hiroshima y Nagasaki, en agosto de 1945, fue un ataque contra Japón realizado por los humanos, y que, en cambio, la situación actual en ese país debido a la crisis nuclear, es un ataque directo de la naturaleza, como consecuencia del movimiento telúrico. Claramente, sin embargo, la realidad es otra: esas centrales fueron construidas a sabiendas de que Japón es un país sísmico. Por tanto, esas centrales fueron planeadas sólo con la cabeza pensante y fueron construidas en nombre del desarrollo material, mal llamado “progreso”. Es el mismo argumento que hoy, en Chile, se utiliza con miras a un futuro nuclear en nuestro país.
Al realizar este tipo de acciones, el hombre siempre argumenta que las medidas de seguridad son perfectas, pero la realidad está, una vez más, diciendo lo contrario. En consecuencia, nadie, nunca, puede asegurar que la seguridad de lo que la técnica humana va creando, es realmente segura. Frente a la naturaleza, no podemos hacer nada. El hombre ambicioso es porfiado. Ningún corazón pensante haría eso, ningún corazón pensante construiría trampas atómicas habiendo sufrido ya las bombas nucleares cayendo sobre las cabezas de su pueblo.
Los expertos dicen que nuestro planeta, últimamente, está especialmente sensible en cuanto a movimientos telúricos. Los terremotos de febrero 2010 en Chile y el de marzo 2011 en Japón se inscriben entre los más intensos de la historia del planeta desde que se tiene registros. Ambos sismos han variado la posición del eje de la Tierra, produciendo alteraciones en la duración de los días y en la geografía terrestre. Y no olvidemos que en Chile tenemos el movimiento sísmico más fuerte de la historia registrada del mundo: el de Valdivia, el 22 de mayo de 1960.
Esa es nuestra realidad, como país y como planeta. El hábitat que nos aloja como comunidad de seres humanos de carne y hueso, tiene la palabra, ante la cual, como individuos, cada uno de nosotros, en cualquier punto de la Tierra, reacciona con su propio proceso interior, que lo lleva a pensar con la cabeza ambiciosa o con el corazón cálido. Situándonos en Chile, cada uno de nosotros, cada chileno, debe tener su propia reacción ante la posibilidad de tener, un día, centrales nucleares. Esa es la cuestión, hoy, para los chilenos. Habitamos quizás el país más sísmico de nuestro planeta. Seamos conscientes de que las centrales nucleares en nuestro país serían como una lotería en la que el premio mayor es la muerte.
Si se trata de fuerza atómica, no hay convenio internacional en pro de la seguridad, a favor de la vida y de la protección de la salud de los chilenos –como se dice-, a no ser que ese convenio descarte para siempre su utilización. ¿Para qué un convenio que apunta a la investigación y a la capacitación si no es en la perspectiva de desarrollarse en esa dirección? No nos engañen, por favor. Si se quiere proteger la vida de los chilenos y el medioambiente del país, el único camino, en cuanto a energía nuclear se refiere, es descartarla sin contemplaciones. En esto, puede ser que la cabeza pensante negocie, pero el corazón no.
La civilización humana está a punto de desbordarse. La inteligencia cerebral crea una tecnología al servicio del dominio de la naturaleza, con el fin de conquistar una posición material que se pretende identificar con el bienestar y el progreso. Es hora de que la otra inteligencia –la espiritual, la emocional, la del corazóncomience a dominar el curso de nuestro comportamiento y nos sitúe en nuestra verdadera dimensión de seres humanos. Respetemos a la naturaleza. Que el grito de un “no” a la energía atómica –un “no” emergiendo desde los corazones de toda la gente, incluso de aquellos que suelen calcular sólo con la cabeza- sea el disco “Pare” a la enajenación del consumo, la ambición y el desarrollo arrollador e irrespetuoso.
Afuera, posado en el parrón, un par de pájaros picotea la uva. Bajo él, un par de gatos se lame los bigotes. Más atrás, un par de perros acecha. En la cocina, alguien prepara un guiso de pollo y repollo. Quizás más rato tiemble, o llueva. Es el mundo, dejémoslo como está. Desafiarlo es auto eliminarse, someterlo es imposible. Nuestro buen destino, como humanos, es comprenderlo, recordarlo tal como lo divisamos desde lo más hondo del corazón. Eso nos ilumina. Hemos olvidado nuestra condición de seres humanos.
MARTES 12 DE ABRIL, AL CIERRE DE ESTA EDICIÓN: LA AGENCIA DE SEGURIDAD NUCLEAR DE JAPÓN ELEVÓ DE 5 A 7 LA GRAVEDAD DE LA CRISIS SURGIDA DESPUÉS DEL TERREMOTO DE ESTE AÑO, EQUIPARÁNDOLA ASÍ CON LA GRAVEDAD DEL DESASTRE DE CHERNÓBYL EN 1986. |