Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 55 - Año IX, Verano 2011
DEDALITOS DE ORO Y SIEMPREVIVAS
Sobre aquella vida llamada muerte

Habéis creado una sociedad en la que no se está de acuerdo con que uno quiera morir, en la que no se está de acuerdo con que uno esté de acuerdo con la muerte. Puesto que tú no quieres morir, no puedes imaginar que nadie quiera morir, independientemente de su situación o sus circunstancias. Sin embargo, hay muchas situaciones en las que la muerte resulta preferible a la vida y que son imaginables si se piensa en ellas sólo un momento. Sin embargo, esas verdades no se te ocurren -no resultan patentes- cuando te hallas ante alguien que decide morir. Y la persona agonizante lo sabe, puede percibir el nivel de aceptación que hay entre los que le rodean respecto a su decisión. ¿Te has fijado alguna vez en cuánta gente espera a que la habitación en la que se encuentra se halle vacía para morirse? Algunos incluso les han dicho a sus seres queridos: «Vayan tranquilos, vayan a comer algo», o bien: «Vayan a dormir, estoy bien, nos veremos mañana». Y luego, cuando sus fieles custodios los han abandonado, lo mismo hace el alma con el cuerpo del custodiado.

Si les dijeran a sus amigos y parientes allí reunidos: «Simplemente quiero morir», ellos le responderían: «¡Oh, no digas eso!», o bien: «¡No hables de ese modo!», o bien: «¡Resiste!», o bien: «¡Por favor no me dejes!». Todo el estamento médico en su conjunto ha sido formado para mantener a la gente con vida, pero no para proporcionarle los medios para que pueda morir con dignidad. Fíjate en que para un médico o una enfermera la muerte es un fracaso. Para un amigo o un pariente, es un desastre. Sólo para el alma la muerte es un alivio, una liberación. El mayor regalo que se puede hacer a los moribundos es dejarles morir en paz; no pensar que deben «resistir», o seguir sufriendo, o preocuparse por uno en ese paso crucial en sus vidas.

Muy a menudo, eso es lo que ha ocurrido en el caso del hombre que dice que va a vivir, cree que va a vivir, e incluso reza para vivir: que, a nivel del alma, ha cambiado su mentalidad. Ha llegado el momento de dejar que el cuerpo deje libre al alma para otras ocupaciones. Cuando el alma toma esta decisión, nada puede hacer el cuerpo para cambiarla. Nada que la mente piense puede alterar el alma. Es en el momento de la muerte cuando aprendemos quién lleva la voz
 


cantante en el triunvirato cuerpo-alma-mente. Durante toda tu vida crees que tú eres tu cuerpo. Alguna vez piensas que eres tu mente. Pero es en el momento de tu muerte cuando descubres Quién Eres Realmente.

Ahora bien, también ocurre a veces que el cuerpo y la mente no escuchan al alma. Eso crea también la situación que tú describes. Lo que más difícil le resulta hacer a la gente es escuchar a su alma (fíjate qué pocos lo hacen). Sucede, pues, que el alma decide que es el momento de abandonar el cuerpo. El cuerpo y la mente -siempre criados del alma- lo saben, y se inicia el proceso de liberación. Pero la mente (el yo) no quiere aceptarlo. Después de todo, supone el fin de su existencia. Entonces, ordena al cuerpo que resista frente a la muerte, lo que éste hace con mucho gusto, pues tampoco quiere morir. El cuerpo y la mente (el yo) reciben un gran estímulo y grandes elogios por ello del mundo exterior, el mundo de su creación. Así la estrategia se confirma.

Ahora bien, en este momento todo depende de hasta qué punto el alma quiera salir. Si no tiene una gran urgencia, puede decir: «Está bien, tú ganas. Me quedaré un poco más contigo». Pero si el alma tiene muy claro que permanecer junto al cuerpo no sirve a sus más altos propósitos - que no hay ninguna manera de que pueda seguir evolucionando a través de su cuerpo-, entonces lo abandonará, y nada podrá detenerla, ni nada debe intentarlo. El alma tiene muy claro que su objetivo es evolucionar. Ese es su único y propio objetivo. No le preocupan los éxitos del cuerpo o el desarrollo de la mente. No tienen sentido para el alma. El alma tiene claro también que abandonar el cuerpo no supone ninguna tragedia. En muchos casos, la tragedia está en permanecer en el cuerpo. Así pues, has de entender que el alma ve la cuestión de su muerte como algo diferente. Por supuesto, también ve la «cuestión de la vida» de modo distinto, y ese es el origen de gran parte de la frustración y ansiedad que uno siente durante su vida. La frustración y la ansiedad provienen de no escuchar a la propia alma.

(De un libro de Neale Donald Walsch)

ILUSTRACIÓN DE GABIRUBI.BLOGSPOT.COM
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