ESTACION DE INICIO
Como en un muelle a orillas del mar
los carros se mecen en las líneas
mientras comerciantes y arrieros,
estudiantes y montañeros
se agolpan en el andén
de la estación de Puente Alto.
Se descargan las mochilas,
se soban los dorsos dolientes,
se acomodan en los asientos
los adioses postreros.
Suena el pito de la partida,
hacia lo alto del Cajón
todo es bulla y miradas
y sollozos del corazón.
De a poco va saliendo
el tren de la estación,
como cuando un niño nace
y se le corta el cordón.
Comienza el ritmo suave
de la máquina y los carros
pasando por Las Vizcachas,
La Obra, Canelo y El Manzano
A veces cabalga en recto;
otras en curvas;
en el río Colorado, el puente
aparece de repente.
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ESTACION INTERMEDIA
San José de Maipo quieto
cuando llega el tren a la estación
dejando atrás Guayacán,
con sus dulces, miel y almendrales.
Pueblo tranquilo y sereno
de gente noble y sencilla
marcado por las montañas
en verano y en invierno.
Se va sintiendo la altura
a medida que avanzamos
culebreando entre los cerros
pasando por la Pata del Diablo.
Van saliendo al encuentro
riachuelos y quebradas
saludando al viejo tren
con sus recuerdos y carga.
Se respira el aire puro
de Melocotón y San Alfonso
con sus montañas a rayas
y su lechosa cascada.
Van cayendo los kilómetros,
las horas de la mañana;
se va retorciendo el camino,
apretado junto al río.
Un descanso en El Ingenio,
con su estación solitaria,
deja atrás el túnel hueco
y las montañas medianas.
Ya disminuyen las siembras,
hay más caballos y cabras;
se atraviesan los camiones
trayendo su blanca carga.
La cascada va chorreando
el agua pura y cristalina
zigzagueante hacia el río
en el villorio del Bollenar.
San Gabriel, acogedor
recibe a los valientes
que se lanzan en tobogán
por los rodados de nieves.
Entramos en un paisaje
de cerros coloreados
de valles resquebrajados
con frutales y pasto. |
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ESTACION FINAL
La nostalgia se va quedando
al pasar El Romeral
en los carros y corazones
al llegar hasta El Volcán.
Poblado donde termina
el viaje del ferrocarril
las añoranzas de pasajeros
y los desechos de las minas.
Gentes de caras curtidas
de arrieros, entrando y saliendo;
de minerales, de yeso
depositados con esfuerzo.
Hoy no siguen funcionando
la locomotora y los carros,
las estaciones y líneas,
los puentes y los boletos
que un día tejieron sueños,
en el alma juvenil.
Nunca dejarás de bajar y subir
Mientras exista el fiel arriero,
y el deportista montañero
que más de un día se subieron,
buscando para sus vidas un sendero
en este tren del Cajón del Maipo. |