El año 1950 se nos fueron los humos a la cabeza. A pesar del rodado, tres años antes, la Sociedad Anónima Deportes Lagunillas iba de bien en mejor. Teníamos seguridades de que el camino iba a ser terminado muy pronto y habíamos ganado el campeonato anual de ski por clubes, superando esta vez a los temibles Ski Club Portillo y Universidad Católica. Éramos cinco clubes lagunilleros frente a la Asociación de Ski y Andinismo. Pedimos que se nos asignaran más competencias, a pesar de la oposición de los esquiadores, a quienes no les gustaba la obligada subida a pata desde la plaza de mulas. El gran argumento era que no disponíamos de una buena pista para un descenso. Decidimos hacerlo sabiendo que no podríamos competir tan fácilmente con la Piedra de Jack en Portillo o Los Pumas o el Cono en Farellones.
Se propuso organizar la carrera en lo que actualmente es el trazado del andarivel de La Lola, con el shuss inicial en la pared de Punta Adriana y la meta frente al refugio del suizo. Se aplanó la pista (no muy contentos todos) con el muy antiguo método de a patita, ya que teníamos que vernos con nieve muy recién caída.
Yo era corredor de segunda categoría, por lo tanto debía esperar la partida de todos los que estaban en primera. En la espera, mi amigo el gigante Pancho Ulrich, me convidó un chocolate que, se suponía, es la panacea para darte la energía necesaria para el esfuerzo de la competencia. Maquinalmente me lo eché a la boca, y no alcancé a ingerirlo cuando me llamaron a la partida...
Cinco, cuatro, tres, dos, ¡¡¡UNO!!!... Y los jueces de partida, que te tenían agarrado, te soltaban y ya estabas en carrera. Tuve la mala suerte de que un despistado de los que nunca faltan viniera subiendo a pie con sus skis cruzados en los brazos, por la pista recién aplanada. Haciéndome el ánimo de esquivarlo saliéndome de su pista, me disponía a pasar por su lado cuando el caminante, viendo la tromba que se le venía encima, saltó a un lado, poniéndose exactamente por donde yo pensaba pasar. Sólo enredé uno de mis bastones en sus cruzados skis, lo que bastó para que hiciera los siguientes metros de la carrera sobre mi cabeza o alguna parte menos santa de mi anatomía, naturalmente perdiendo valiosos segundos y toda posibilidad de alguna figuración digna.