Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 54 - Año IX, Primavera 2010
EVOCACIONES
Corredor de Segunda
GINO PALMA

El año 1950 se nos fueron los humos a la cabeza. A pesar del rodado, tres años antes, la Sociedad Anónima Deportes Lagunillas iba de bien en mejor. Teníamos seguridades de que el camino iba a ser terminado muy pronto y habíamos ganado el campeonato anual de ski por clubes, superando esta vez a los temibles Ski Club Portillo y Universidad Católica. Éramos cinco clubes lagunilleros frente a la Asociación de Ski y Andinismo. Pedimos que se nos asignaran más competencias, a pesar de la oposición de los esquiadores, a quienes no les gustaba la obligada subida a pata desde la plaza de mulas. El gran argumento era que no disponíamos de una buena pista para un descenso. Decidimos hacerlo sabiendo que no podríamos competir tan fácilmente con la Piedra de Jack en Portillo o Los Pumas o el Cono en Farellones.

Se propuso organizar la carrera en lo que actualmente es el trazado del andarivel de La Lola, con el shuss inicial en la pared de Punta Adriana y la meta frente al refugio del suizo. Se aplanó la pista (no muy contentos todos) con el muy antiguo método de a patita, ya que teníamos que vernos con nieve muy recién caída.

Yo era corredor de segunda categoría, por lo tanto debía esperar la partida de todos los que estaban en primera. En la espera, mi amigo el gigante Pancho Ulrich, me convidó un chocolate que, se suponía, es la panacea para darte la energía necesaria para el esfuerzo de la competencia. Maquinalmente me lo eché a la boca, y no alcancé a ingerirlo cuando me llamaron a la partida...

Cinco, cuatro, tres, dos, ¡¡¡UNO!!!... Y los jueces de partida, que te tenían agarrado, te soltaban y ya estabas en carrera. Tuve la mala suerte de que un despistado de los que nunca faltan viniera subiendo a pie con sus skis cruzados en los brazos, por la pista recién aplanada. Haciéndome el ánimo de esquivarlo saliéndome de su pista, me disponía a pasar por su lado cuando el caminante, viendo la tromba que se le venía encima, saltó a un lado, poniéndose exactamente por donde yo pensaba pasar. Sólo enredé uno de mis bastones en sus cruzados skis, lo que bastó para que hiciera los siguientes metros de la carrera sobre mi cabeza o alguna parte menos santa de mi anatomía, naturalmente perdiendo valiosos segundos y toda posibilidad de alguna figuración digna.

 

 
EN ESOS TIEMPOS NO EXISTÍA EL ANDARIVEL DE LA LOLA. NO ERA DE ESPERAR QUE ALGUIEN ANDUVIERA POR ESOS LADOS. EN TODO CASO, CON NIEVE RECIÉN CAÍDA ERA MÁS FÁCIL CAMINAR POR LA PISTA RECIÉN APLANADA. DEBE ACORDARSE AÚN DEL SUSTITO QUE LE HICE PASAR.


ESTA ES LA PISTA DE DESCENSO. ESTÁ DIBUJADA EN AZUL SOBRE LA FOTO QUE MI AMIGO COTÉ TORREBLANCA TUVO LA AMABILIDAD DE TOMAR PARA DDO. EL PHOTOSHOP SÓLO SE UTILIZÓ PARA BORRAR LAS TORRES DEL ANDARIVEL, QUE NO EXISTÍA EN ESA ÉPOCA. SÓLO EN 1965 Y USANDO MÉTODOS PELIGROSAMENTE RUDIMENTARIOS TRAZAMOS, CON SALVADOR LEDDA, LA UBICACIÓN DEFINITIVA DE LAS TORRES.

Terminé la carrera lo mejor que pude y, una vez atravesada la meta, me dejé caer, extenuado, sin poder recuperar mi aliento y, desembarazándome de los guantes, metí un dedo a mi boca y logré romper el estuco en chocolate que llenaba mi cavidad bucal. Mi maldita costumbre de correr con la boca abierta, además de retener el aliento mientras duraba la carrera, habían producido el fenómeno… Pancho no pudo entender por qué no le acepté, de ahí en adelante, sus deliciosos chocolates noruegos.

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