Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 54 - Año IX, Primavera 2010
SENDERO DE ARENA
Polvo de estrellas en el Tupungato
ANTONIO GIL
El tiempo es tan misterioso como el hielo. A veces, caprichosa y lentamente, va deshaciéndose gota a gota y minuto a minuto para descubrir aquello que traía oculto por décadas y hasta por siglos. Es exactamente lo que ocurrió hace ya diez años, cuando una expedición argentina integrada por andinistas civiles y militares del Regimiento 11 de Infantería de Montaña (RIM 11), con asiento en el departamento Tupungato, descubrió el bombardero Lancaster, inglés, modelo ampliamente utilizado en la Segunda Guerra Mundial, que se estrelló cerca de la cumbre del volcán en 1947, manteniéndose desde entonces atesorados sus restos entre la nieve. Un recio temporal habría sido el causante de la tragedia que costó la vida a los once ocupantes de la nave. El último vuelo del Lancaster matrícula G-AGWH, caído en la montaña, realizaba frecuentes viajes entre Londres y algunas capitales sudamericanas. Sus dueños eran la British South American Airways, quienes habían bautizado al
 
TUPUNGATO SIGNIFICA "MIRADOR DE ESTRELLAS" EN EL IDIOMA DE LOS HUARPES O WARPES, INDÍGENAS DE CUYO.
avión como Star Dust (Polvo de estrellas). Todo indica que el vuelo entre Buenos Aires y el aeropuerto mendocino de Los Tamarindos, hoy Plumerillo, no había sufrido contratiempos. Un vuelo normal, en una aeronave con capacidad para catorce ocupantes. Su piloto, James Cook, de 29 años, había combatido en la Segunda Guerra y era asistido por otros cuatro tripulantes, entre ellos Iris Evans, una mujer de 26 años que cumplía funciones de azafata. La nave contaba con combustible suficiente para aterrizar en Cerrillos y se encontraba en perfectas condiciones para realizar dicho vuelo sin contratiempos, a unos siete mil metros de altura y con una con una velocidad de 472 kilómetros por hora. Cook había pilotado ese avión, dotado de cuatro motores Rolls Royce Merling de 1.280 caballos de fuerza, miles de horas durante la guerra. Eran las tres y cuarto de la tarde de un sábado 2 de agosto de 1947 cuando el experimentado Cook presintió el peligro y tomó contacto con el aeropuerto de Los Cerrillos de Santiago. Se recuerda la flemática frase del aviador diciendo, entre siseos y frituras electroestáticas: "El tiempo no es bueno, pero voy a pasar a ocho mil metros para evitar el temporal". Luego se oyó un claro STENDEC: Severe Turbulence Encountered Now Descending Emergency Crash-Landing (encontradas fuertes turbulencias, descendiendo, aterrizaje forzoso de emergencia). Pese a que esa palabra técnica ha recibido las más exóticas interpretaciones por parte de ufólogos y amantes de los sucesos misteriosos a lo largo del tiempo. Luego se hizo un silencio total, que duraría 53 años.

Al avión se lo dio por perdido al caer la tarde, tras una búsqueda intensa en la que intervino un veloz caza Spitfire inglés. Los pasajeros eran Casis Said Atalah, quien regresaba a su casa en Santiago tras viajar a Palestina para visitar a su madre moribunda; se encontró un diamante escondido en el forro de su chaqueta. Jack Gooderham, empresario británico. Martha Limpert, alemana de 67 años, emigrante, que regresaba a su casa en Temuco trayendo las cenizas de su marido fallecido en Europa. El suizo Harald Pagh, empresario y conocido vividor. Peter Young y Paul Simpson, un británico que resultó ser nada menos que un "Mensajero Real" a cargo del transporte de una gran saca de lona conteniendo documentos diplomáticos para la Embajada británica en Santiago. En Cerrillos, familiares y funcionarios esperaron en vano al Polvo de Estrellas. Las cenizas del alemán jamás llegaron a Temuco, ni pudo el embajador Hillman abrir su correspondencia, ni Yazmín Hourani, la prometida de Said, lucir jamás en su anular el brillante color champaña de doce puntos. Todo, como un gran dragón de hielo, se lo tragó el Tupungato.

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