Liceo. Sólo quedan considerados en un lugar más o menos igualitario a los Colegios algunos Liceos de excepción y el Instituto Nacional.
Lo anterior es producto de una realidad educacional y nada tiene que ver con una discriminación social. Es evidente que el alumno de un Colegio privado tiene mayores posibilidades de desarrollo, mejores laboratorios y profesores con una mayor recompensa salarial. Pero la materia prima, o sea, el alumno, es tan bueno el uno como el otro y la diferencia en el resultado final es culpa del estímulo, de la infraestructura y de la preocupación por la estabilidad emocional y económica del profesorado que le toca a estos en suerte y que influye en su formación integral.
Como un país progresa por el know how que aporta la inteligencia de su población, de una forma u otra, es obvio que las posibilidades que se le den a los sectores más desposeídos van a incidir directamente en el potencial desarrollo de nuestra Nación. Gracias a la computación, vemos con alegría que pequeños de los más diversos sectores manejan con habilidad y destreza estos nuevos elementos y acortan las distancias a las que los relega la falta de medios económicos de sus padres. Esto incide también en una menor tensión social y un vaso comunicante armónico entre los diferentes estratos de la población.
Todo lo anterior viene a mi mente cuando escuché a los alumnos que entraron a clases el 15 de febrero pasado: “Estamos aburridos en nuestras casas y felices de volver a clases”. O sea, deduzco, que niños que viven en estrechos hogares con tristes vacaciones ven en su LICEO un lugar de acogida y tienen “saudade”, la nostalgia brasilera, de sus profesores y de sus compañeros. Se convierte el LICEO en un lugar de encuentro, de bienestar y de desarrollo. Un segundo hogar.
Propongo al Ministerio de Educación que se potencien los establecimientos educacionales estatales y que estén abiertos los doce meses del año; los meses obligatorios para la enseñanza y los restantes para los que quieran ir, siempre prontos a recibir en su regazo a aquellos alumnos que por una u otra circunstancia necesiten de un refugio que los aparte de las drogas, que les dé la oportunidad de participar en actividades deportivas y culturales, bibliotecas y laboratorios y que les abra puertas que les permitan filosofar y pensar en su futuro en un ambiente cordial. Entre medio, tal vez, enamorarse.
Como en el OCIO Griego, en que ajena al trabajo cotidiano, nuestra mente trabaja en buscar la solución a la infinidad de problemas que nos aquejan y la explicación a los misterios que nos rodean, misión aparentemente imposible pero absolutamente necesaria para el desarrollo humano y evitar la entropía.
San José, 15 de febrero de 2010