Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 53 - Año VIII, Invierno 2010
SUEÑOS
LA NOCHE DE LÁGRIMAS SECAS
PAZ GABRIELA

Comenzó la noche... y me sumergí en cielos verdes y blancos, brumas de sueño y piel, donde la salida era sin darse cuenta y todo era posible, aunque no lo quisiera. Por alguna razón, escondida entre unas plantas, tuve que acercarme a un lugar que desconocía y sí conocía él. Intercambié palabras con una niña que jamás había visto, sintiendo que ella jugaba conmigo y me manipulaba... Estaba en un lugar metálico, lleno de maderas y plantas a la vez, un lugar al que no había ido antes. Sin embargo, sabía que se llamaba tal como el lugar al que debemos viajar cada día para aprender de lo que amamos. Me resultaba inquietante estar ahí, en una clase, sabiendo que él estaba en otra sala cercana a la mía. Como si no le importara mi presencia.

Entre tanto, yo estaba rodeada de seres burlescos y jóvenes que me trataban en forma cínica, como si escondieran algo, o como si vieran un payaso en mi rostro del que ellos reían. Me sentía estúpida estando ahí, y mientras hacía una especie de tarea o trabajo buscaba desesperada la puerta de escape. No quería seguir ahí, el aire caía mal. Algo ocurría en este ambiente que me traicionaba y rompía... las imágenes, los sentidos y los pensamientos.
 

Sonó una campana que me liberó. Pero aquella niña me persiguió. -¿Quieres almorzar conmigo? –dijo ella. Y yo, en mi malestar, asentí con la cabeza, siendo que prefería huir hasta él. Empecé a caer por toda una construcción de madera y fierros, muy moderna. Escaleras anchas y miradas ansiosas. Me sentía observada, apuntada y perseguida. De alguna manera caí hasta llegar a él, que estaba riendo con sus amigos, esos que conocí en otro mundo. Me senté a su lado, él se levantó, me sentía una intrusa patética, sus amigos me miraban con pena y burla a la vez, empezaron las frases extrañas y cada vez yo me hundía en una tristeza que me ahogaba. La niña que no conocía aparecía a ratos mientras yo seguía escuchando comentarios, más mis pensamientos. Él se apartó avergonzado: ellos lo habían delatado.

Entonces, recordé cuando era niña y quería estar sola. Me sentaba junto a unos arbustos, en el patio de mi colegio, apoyada en una muralla de ladrillos. Ahí podía llorar, pensar y reír tranquila, sin gente que me observara.

Cuando me alejé y comencé a caminar, él se levantó para seguirme. ¿Sentía que me debía una explicación? La fuerza de mi sentimiento traicionado lo alejaba. Ya no quería verlo, por lo menos no en el momento. Sentí abrir los ojos, golpeé el libro que estaba en mi mesa verde, junto a mi cama... me olvidé. Volví inconsciente a hundirme. Vi otra vez aquel rincón añorado y me senté a llorar... ¡qué dolor sentía! Todos en ese lugar se rieron de mí, por él.

Llevaba una falda celeste. El aire era tibio. El cielo verde se volvió café. Cuando apoyé mi cabeza en mis manos pude notar que lloraba sin llorar... mis lágrimas estaban secas. Necesitaba desahogar aquella pena, la desilusión, traición mía (que soñaba estas cosas), pero no había rastro del llanto que sentía en mi garganta. Toqué mis ojos... y nada. Me arranqué la vista, pero lo vi venir... ¿qué quería de mí? Y entonces estaba segura: debía despertar.

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