su magia que a todos nos atrae. Los trenes y tranvías circulan por las ciudades europeas entre plazas y jardines. Transporte limpio, cómodo y seguro.
Pero cuando recuerdo cómo en Chile se eliminó la Estación Mapocho -que afortunadamente no se demolió- y la que estaba en Plaza Italia -que era una joya arquitectónica y que sí se demolió-, y cómo se sacaron los tranvías y los trenes, cómo se pavimentaron (y se pavimentan) las calles adoquinadas (llevándose a sus casas las piedras los vivos de siempre), cómo alcaldes empresarios acaban con plazas y jardines, sólo puedo constatar que no están en el Poder los que deben estar. Un Ministro de Hacienda de turno destruyó los ferrocarriles del país porque “no eran rentables”. ¿Rentables para quién? ¿O se gobierna para unos pocos? ¿Y no es más caro repavimentar caminos destruidos por el tráfico que subvencionar los trenes? Demencia técnica de profesionales incultos y depredadores, muchas veces con intereses creados.
Un tren militar salía de Puente Alto y llegaba a El Volcán. En los años setenta este último era un pueblo minero de cuatro mil habitantes. Hoy no llega a la cincuentena debido a que cerró su explotación la Mina Merceditas por culpa de un mal administrador puesto por estos mismos ministros de soluciones coyunturales, incapaces de mirar hacia el futuro. Estos genios decidieron acabar con la línea de la misma manera que hicieron con el resto de los ferrocarriles del país. Pero para que la destrucción fuese completa, vendieron los rieles y durmientes a vil precio, cortaron en pedazos las locomotoras, abandonaron los vagones y las estaciones, que fueron desapareciendo en una lenta agonía. Hoy, gracias a antiguos militares ferrocarrileros, a una empresa privada y a la colaboración gratuita de ciudadanos, se ha salvado una locomotora de carbón del año 1906, tres locomotoras diesel y unos cuantos vagones que se están restaurando en la Estación El Melocotón, al alero del Proyecto Ave Fénix. El daño causado a esta zona de San José de Maipo va mucho más allá que el cambio de medio de transporte. La sobrevivencia de ese tren sería hoy un polo de turismo importantísimo para una zona con una alta cesantía; además, un lugar seguro de esparcimiento para los habitantes de la Región Metropolitana, en la que escasean los lugares de este tipo.
Volviendo a Valparaíso, es uno de los puertos más bellos del mundo, cuyos cerros esconden la historia de su pasado glorioso que ayudaron a construir inmigrantes británicos, alemanes, italianos y tantos otros, que se fundieron a los chilenos para formar una sola raza. Es también un hito importante en el desarrollo cultural, comercial e industrial de nuestra Patria, y es nuestra obligación conservarlo, desarrollarlo en su actual potencial turístico y portuario y evitar la pérdida de su identidad. Por lo anterior, los porteños y los chilenos en general debemos unirnos para evitar el desmantelamiento de los ascensores de Valparaíso y exigir que sigan operando normalmente, hechas las mantenciones que correspondan.
Esta defensa del patrimonio debe hacerse siempre y jamás claudicar en esta tarea, que nos exige estar alertas. De lo contrario, pedazo a pedazo, ladrillo a ladrillo, viga a viga, caerá nuestro pasado y detendremos nuestro futuro. Entonces, nuestra Patria se irá cayendo en jirones, nuestras tradiciones perdiéndose y nuestro porvenir será el triste destino de los pueblos que son absorbidos por culturas foráneas y desaparecen sin pena ni gloria.
SAN JOSÉ DE MAIPO, 25 DE MAYO DE 2010