escudero y yo maltero, ambos nos divertimos mucho en esos momentos que llenan los vacíos con escandalosas risas. Esa niñita me recuerda mi época de universitario, ¡ji, ji!, eso, cuando quería ser filósofo para no hacer nada, nada más que actos poéticos, aconsejar a mis amigas y aprovechar una que otra luz que dejaban ver para mí sus puertas entreabiertas. ¡Déjate de pensar huevadas, viejo de mierda! Tú tienes la culpa, florcita de otoño, ¿qué escribes?
... en frente mío se ha instalado un viejo flaco y alto, de barba descuidada que juguetea con un bastón de roble, creo yo. Me mira como preguntándome “¿qué haces aquí, pendeja foránea?” Pasa una señora gordita con buzo de pantalón azul y chaleco tejido a mano color rosado, ¡qué combinación!, con zapatillas chinas. La acompaña una niñita muy mona de unos ocho años y vestidita a la moda, con bluyincitos con bolsillos bajos, casi por debajo de los cachetitos del trasero. Tierno. Algunos kioscos de artesanía, yerbas y libros viejos, comienzan a instalarse. Un individuo con aspecto de indio yanqui y la mirada perdida, con una chasca horrenda fajada por un pañuelo rojo y un caminar de zombi, se dirige hasta donde está sentado el viejo ese, algo conversan. El vagoneta debe estarle pidiendo plata para comprarse una de ron barato. El viejo desvía la mirada y luego de unos segundos lo ignora. El apache desaparece cruzando la plaza hasta una esquina en donde se ven unos bolichitos observando la montaña.
... ahí viene el “Cenicero”, derechito hasta donde estoy yo. Hola, ¿en qué andas? Hola Roberto, me dice él, oye, ¿me podís prestar quinientos pa’una chelita? Mi respuesta: No, ando con pocas chauchas. ¿Y no querís comprar un reloj marca Kina?, son muy buenos, japoneses, te lo dejo en dos lucas. No me interesa, no uso reloj. De ahí nos vemos. Chao Roberto. Se va. Derechito a donde venden cervezas. A todo esto la lola escribe y escribe, levanta su cabecita, otea, me mira de refilón y continúa. ¿Qué me verá? Mi aspecto de quijote cansino o se enrollará con que soy un tipejo que le viene a mirar las piernas a las chicas. No estoy ni ahí. Estoy aquí conmigo, esperando a Patito para cagarnos de la risa un rato. Lo más chistoso es que nos reímos de nosotros mismos. Me he fijado en algo especial en esa niña, no tiene audífonos de MP54 instalados en sus oídos. Una novedad. Pero sí que debe andar con un Blak, esos celulares tipo pentágono. Ligerito la voy a sorprender con el bla bla a distancia ese.
... me sorprendió el hombre ese. De un bolso andino extrajo un libro, el típico pocketbook, ¿qué leerá? Lo hojea, se detiene en algunas páginas y se queda pegado leyendo las restantes. Saca un cigarrillo y fuma, parece un antiguo hippie existencialista socialistoide. ¿Qué edad tendrá? ¿Cincuenta y tantos? ¿Sesenta? ¿Será solo, separado, con un lote de hijos pujando por la universidad o el instituto profesional? O quizás nada. En la casa su señora lo estará esperando con el almuerzo listo, como buena esposa no liberada, se encuentra satisfecha, ¡cuánta idiotez y cobardía! Y el muy machista, ya llegando al crepúsculo de su vida, fuma despreocupado y lee. ¡La vidita de estos tipos! Menos mal que este montón de sobras sociales va acabándose. Ahora nos toca a nosotros. Norma, mi amigui y yo nos imaginamos cómo será el mundo en la próxima era del matriarcado. Ya me puse tonta, tengo que trabajar, mi tarea consiste en una descripción visual del paisaje geográfico de los monumentos y escritos de placas históricas del entorno, y eso incluye a ese papá que pasea a su hijito que pedalea a duras penas su triciclo navideño y que en este preciso momento cruzan frente a don Ambrosio O’Higgins hasta la iglesia colonial.
... “y el mexicano que aprendió a mascar chicles... y el brasileño de insolente fotómetro... y la chilena con su amante gringo...”, putas, nos cagó el Benedetti, ¡grande Benedetti y que en paz descanse! Me pregunto si a esa bella estudiante que se sienta frente a la glorieta le encantaría tener un amante gringo, pues suele suceder... Me está empezando a doler el poto con tanto estar sentado sobre estas maderas invasivas. Interesante esa familia de coreanos, ella con esos gorritos de fantasía de guardabosque en el congo, dos niñitos iguales, y él parecido a Cho, el de la matanza de estudiantes en Virginia, ¡atroz!, saca fotos y habla huevadas en su idioma. Ríe la pareja y muestran sus dientes. ¿Y qué hay con esa niñita del frente? Debe tener su pololito y todo eso, carrete, enreditos, conflictos, pruebas, lecturas tediosas y unos padres que la contemplan embebecidos. ¿Qué estudiará? ¿Antropología, como mi hija? No, no tiene pinta, ésta es de discoteques y lo más probable es que estudie algo técnico, o pedagogía. ¡Eso! Puede ser pedagogía en castellano o algo así, ¡diantre!, ¿qué me importa?
... empieza a llegar gente, mucha juventud, grupitos identificados entre ellos, se ven alegres y optimistas, un caballero con pinta de gásfiter cargando una maletita metálica repleta de herramientas a tranco lento avanza hacia la esquina de la farmacia. Bonita foresta tiene este lugar, el ambiente es agradable. Ya se completaron las veredas con stands de artesanos, tarotistas y otras nueces. Por mi derecha se aproxima un grupo de tres o cuatro pendejas creídas, metidas a grande, bastante cocorocas las pendorchitas. No me cabe duda de que ese hombre las va a mirar, viejos cochinos que diletan mirando a mujeres jóvenes y se pasan rollos cochinos, ¡viejos sucios! Ese tiene toda la facha de ser uno de esos viejos verdes. A buey viejo pasto tierno, ¿dice el dicho? Efectivamente las mira con descaro y atrevimiento, diría yo. A mí también me ha dado unas miradas sin lugar a dudas libidinosas, estoy cierta que le fascinaron mis muslos... ¡Viejo caliente! Muchas veces me he preguntado si mi padre tiene conductas como ésta ¡Qué horror! No quiero ni pensarlo.
... miren, allí vienen unas niñitas simpáticas, son como frutitas fresquitas, alegres, una uvita, una guindita, una damasquito, una ciruelita y esa gordita una membrillita desarrollándose. Casi veo a mi hija menor jugueteando su adolescencia junto a ellas y evaluando a los chaparros jóvenes que se ven por aquí. Cabros divertidos, que la tienen toda por delante... La alumna del frente como que se ha quedado meditando, me mira como si yo fuese un letrero o una señalética. Aprecio su linda figura, fina y de cadenciosos muslos. ¿Se dará cuenta de ello su pololo? ¿Y cómo será ella por dentro? ¿Espiritual, mística, pragmática, romántica, terca, buena, mala, león o piscis? ¡Vaya copuchento!
... el celular. Hola amigui, estoy en el Cajón del Maipo.... lindo, maravilloso, ¿hai sabido del Isma? Lo he llamado pero no contesta... ¿Jugando rugby? Ah. Ya. Todavía no he hecho nada pero ahorita mismo me pongo a trabajar, estoy sentada en un banco de la plaza y al frente mío al otro lado de una glorieta hay un viejo sentado en un banco que me intriga enorme, ¿cachai? ¡Na’que veeer! Sí, es un viejo..., sí, se ve interesante. Bueno, Normi, te tengo que cortar, voy a principiar a movilizarme, chao. El hombre se ha levantado de su asiento, guardó el libro. ¿Qué mierda leería? Una novela de acción, seguro. Va a pasar por mi lado, se apoya en su bastón y se mesa la barba, ahí viene, caminando pausado, va a pasar por mi lado. Pasa. “Este es mi banco preferido, señorita, así que para la próxima voy a llegar antes que usted”, me dice, y quedo consternada..., sí, consternada. Allá lejos se topa con un individuo bajito y canoso, se saludan efusivamente. Dibujo una redondela en mi croquero y me voy.
... me muero de sed. Una maltita con harina me caería muy bien pero mi amigo no llega, parece que va a tener que buscarme en el restaurantito. En todo caso, antes iré a echarle un vistazo a los libros viejos y a mi casero que me vende la revista Okey, ya tengo como cincuenta. Estas revistas de cuando yo era niño, el Okey y El Peneca, nos compraba mi papá a mi hermana y a mí. Me paro. Le haré una broma a la niñita esa. Camino y al pasar por su lado le digo con una sonrisa picaresca: “Este es mi banco preferido, señorita, así es que para la próxima voy a llegar antes que usted”. Me alejo dejándola más metida que un supositorio. Allá veo a Patito, ¡hooola compadre, qué tal! Aquí estamos esperándolo pa’una cervecita y mi maltita con harina, que me cuesta un ojo de la cara. Simpática mañana.