Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 53 - Año VIII, Invierno 2010
De cómo el Cajón del Maipo nos
salvó de una muerte segura…

De esta historia se van a cumplir sesenta años. Hacía poco me había incorporado a LAN-CHILE como copiloto. Ese día volaba a Buenos Aires integrando la tripulación del avión Glen Martin 202 junto al comandante Videla, al radio-operador Caviquioli, al sobrecargo Montes y a la azafata Silvia Peric. Despegamos desde Los Cerrillos con un pronóstico meteorológico bastante bueno para el viaje de ida. Había cierta preocupación con respecto al regreso pues en ese mes del año –octubreera frecuente que en la pampa argentina se formaran cadenas de cumulus nimbos, nubes muy peligrosas por la turbulencia existente dentro de ellas. Tal como nos habían pronosticado, el vuelo hacia la capital argentina no tuvo problemas. Llegamos a nuestro destino sin novedad.

Mientras el despachador de Buenos Aires procedía a efectuar el cambio de pasajeros, fui junto al comandante Videla a informarme sobre los posibles cambios meteorológicos que pudiéramos encontrar en el vuelo de regreso. Y así fue. Nos informaron que encontraríamos, atravesada en la ruta, una cadena de cumulus nimbus muy activa.

Con esta posibilidad salimos rumbo a Santiago. Cuando llevábamos volando poco más de una hora avistamos la famosa cadena de nubes. Se mostraba imponente. Cabe recordar que en ese tiempo no se conocía el radar meteorológico,
 
GLEN MARTIN 202,
EL DE ESTA HISTORIA CASI FATAL


DOUGLAS DC 6- B CUADRIMOTOR, PROTAGONISTA DEL FATAL ACCIDENTE DEL 16.2.1965, CERCA DE LO VALDÉS,
CAJÓN DEL MAIPO.

indispensable actualmente para detectar con anticipación esos centros de turbulencias y así evitarlos, ya que son muy desagradables tanto para el pasajero como para nosotros los pilotos. Hoy día no se concibe un vuelo sin este imprescindible elemento. Tampoco teníamos cabinas presurizadas, se colocaban mangueras con oxígeno a los pasajeros y a los tripulantes.

Teníamos, como ya dijimos, las nubecitas tan perturbadoras frente a nosotros y había que pasarlas. En un claro que avistamos entre la nubosidad nos “tiramos el salto”. En un comienzo “calma chicha”, pero de pronto empezó sin previo aviso una turbulencia severa. En aviación existen distintos grados para medir la turbulencia. Van desde la ligera a la severa pasando por distintos grados. La que estábamos sufriendo escapaba a cualquier graduación. A nosotros nos pareció que había durado una eternidad. Al final, salimos a un cielo totalmente despejado y calmo. Montes, el sobrecargo, entró a la cabina de pilotos reportando que la parte de los pasajeros estaba desastrosamente afectada: Silvia, la azafata, había sufrido un golpe quebrándose un diente y sangraba por la boca; a un pasajero se le rompió el cinturón de seguridad siendo lanzado contra el techo, quebrándose una costilla al caer sobre su asiento; un sacerdote rezaba a gritos; los termos de la comida flotaban por el interior del pasillo de pasajeros golpeando a quien encontraba en su camino. En fin, algo apocalíptico. Pero había que seguir el vuelo a su destino, Santiago. Y seguimos.

Al acercarnos a la cordillera pudimos apreciar que estaba totalmente cubierta y que tendríamos que ascender a más de 20.000 pies para poder cruzar por encima de esta nubosidad. Así fue como subimos a 22.000 pies y empezamos a cruzar la cordillera. Después de haber volado una media hora, debido a la precariedad de los elementos de ayuda a la navegación de esa época, no podíamos saber con exactitud si ya habíamos cruzado o si estábamos en la mitad de la cordillera. Sabíamos que nuestro deseo era cruzar por el río Maipo, pero no podíamos calcular si muy al norte o al sur, si el viento existente nos permitió avanzar mucho o poco.

Este avión, el Martin 202, era un excelente avión, pero para volar a niveles intermedios, vale decir, 17.000 pies. Nosotros, para poder ir a Buenos Aires, teníamos, muchas veces, que ascender sobre esas alturas, lo que significaba la posibilidad de que los motores perdieran potencia y el avión tuviera que descender rápidamente. Cuando fallaba un motor nos podíamos defender, pero en esa ocasión nos fallaron ambos motores.

El avión empezó a perder altura rápidamente. En ese momento entró a actuar, y con mucha efectividad, SAN LAN. Justo bajo nuestro avión se abrió un hueco en la nubosidad permitiéndonos descender sin meternos en nubes. El radio-operador Caviquioli se nos unió al comandante y a mí a mirar para afuera con la esperanza de ubicar en qué lugar íbamos cayendo. Estos fueron minutos interminables, no sé cuánto tiempo fue, lo que sí sé es que ninguno de los tres dejó de “pelearla”. El que más podía dedicarle tiempo a observar el terreno era Caviquioli, pues Videla y yo “le peleábamos” a los motores tratando de que se arreglaran. De pronto Caviquioli gritó con un grito que le salió del alma: ¡¡el maipo, el maipo por la puta!!

En ese instante, como ya habíamos descendido a 14.000 pies, los motores se normalizaron y pudimos seguir por dentro de nuestro -desde ese momento y hasta el día de hoy- QUERIDÍSIMO Cajón del Maipo. Habíamos caído justo sobre el cerro Catedral, donde, por extraña coincidencia que parezca, quince años después cayó un DC6-B de nuestra empresa.

Seguimos el vuelo y arribamos a Los Cerrillos, donde fuimos recibidos por toda la jefatura pues, cuando íbamos cayendo, Caviquioli comunicó por radio lo que nos acontecía dando la frase correspondiente a la de una catástrofe. El avión estaba sucio entero, techo, piso, ventanillas. El café y los jugos corrían por el piso. El pasajero herido fue sacado en camilla, el sacerdote quería hacer una misa en el aeropuerto. En fin, así fue como el Cajón del Maipo nos salvó de una muerte segura.

Sólo me cabe agregar que, de toda la tripulación, soy el único que permanece en este mundo. El año 2000, cuando cumplimos cincuenta años, reuní a los tres que estábamos vivos y celebramos nuestro aniversario. Poco tiempo después murió Montes y hace unos meses nos abandonó Silvia Peric, compañeros de aventura a quienes dedico este escrito.

Amaro Bamón Montecinos,
Ex comandante de aeronave de Lan Chile

Volver a Inicio