Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 53 - Año VIII, Invierno 2010
PREAMBULO
DosCientos aÑos no es nadA
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Hace doscientos años, cerca de las tres de la tarde del martes 18 de septiembre de 1810, se puso término a una asamblea que se celebraba en un local ubicado en el centro de Santiago de Chile, colonia española. De la raíz de ese acto brotó en aquel instante la brizna de la independencia chilena. Desde entonces comenzaríamos a crecer hacia la florcita que somos hoy. Aquel primer brote de la patria fue celebrado por los sones al viento de las campanas de la ciudad y por innumerables corazones de ciudadanas y ciudadanos patriotas que posiblemente pensaban: un día seremos árbol. Amén.

Desde la mañana de ese día, calles que hoy llevan nombres como Lord Cochrane (ex Callejón de Ugarte), Arturo Prat (ex Callejón de San Diego), Portugal (ex Callejón de la Ollería), Santa Rosa (ex Callejón del Hospital), Avenida Bernardo O’Higgins
 
(ex La Cañada de San Francisco), estaba n resguardadas por tropas al mando del sargento mayor Juan de Dios Vial, patriota. Los esfuerzos de la Real Audiencia –el más alto tribunal de la Corona Española- y de los realistas en general por conseguir que las tropas desobedecieran a los patriotas habían sido en vano. A las nueve de la mañana se habían reunido numerosas personas para iniciar aquella asamblea que daría inicio a la patria. Entre ellas había jefes de un cuanto había, prelados de órdenes religiosas y vecinos importantes. Como a las diez llegó el jefe del estado, Mateo de Toro y Zambrano, entre vivas y flores lanzadas al aire. Iba acompañado por el Cabildo de Santiago, por su secretario, José Gregorio Argomedo, y su asesor, José Gaspar Marín. Poco después, sesión abierta, don Mateo se puso de pie y su voz retumbó: Aquí está el bastón, dispongan de él y del mando. Al rato, la creación de una Junta de Gobierno fue aprobada. Presidente: el mismísimo Mateo de Toro y Zambrano; vicepresidente: José Antonio Martínez de Aldunate; vocales: Fernando Márquez de la Plata, Juan Martínez de Rozas, Ignacio de la Carrera, Francisco Javier de Reyna y Juan Enrique Rosales; secretarios: José Gaspar Marín y José Gregorio Argomedo.

Desde hacía varios meses y hasta ese día, Santiago era terreno de nadie y estaba inmerso en gran agitación. Ante el peligro de reacción de los realistas, que buscaban a toda costa mantener sus privilegios, las calles, por la noche, eran recorridas por civiles patriotas armados para garantizar su pronto arribo al poder. Meses antes, frente a la difícil situación, el Presidente, don Mateo de Toro y Zambrano -ciudadano de 86 años que recién había sido nombrado en su cargo por la Real Audiencia en vista de los desórdenes que dominaban la capital- había convocado a un cabildo abierto para aquel 18 de septiembre. De allí nacería la patria (a la cual algunos, por lo demás, llaman matria, palabra usada por notables del mundo entero, por ejemplo Virginia Woolf, Isabel Allende, Miguel de Unamuno, Jorge Luis Borges, etc).

En aquel tiempo, pues, se luchaba. Hoy también. Conseguir algo siempre cuesta sudor y sangre. Desde que el hombre se organiza, hay grupos en lucha con otros grupos. Desde esta perspectiva, doscientos años no es nada. Si pegamos el salto desde hace dos siglos hasta el día de hoy, no nos encontramos con una lucha de poder de las características de entonces, pero sí con rivalidades políticas que justamente este 2010 –año del bicentenarioha producido cambios históricos. Sale un bloque, entra otro, que, si bien no representa, como entonces, la dominación de un país sobre otro, sí representa la dominación de una idea sobre otra. Como personas, como raza humana, eso es lo que más nos entre-tiene, nuestro pasa-tiempo más preciado, siempre y por doquier: la lucha por dominar. Lo cual, natural-mente, está muy bien.

Lo que no está tan bien es que a menudo el motor que mueve las ansias de dominación no es hacer el bien común, sino el individual, ya sea como persona, grupo o clase. Los ricos siempre han defendido sus riquezas y los pobres siempre las han ansiado. El rico, cuando se hace pobre (sucede), lucha por recuperar su riqueza, y el pobre, cuando se hace rico (sucede), lucha por conservarla e incrementarla. En la naturaleza del ser humano está el poseer bienes materiales, lo cual está muy bien mientras no sean acaparados y no se use el dinero como arma de dominación, ya sea corporal o psicológica. Como en general el dinero es mal usado, surge la rivalidad, la lucha, la revolución, la guerra, las conquistas y... la dominación otra vez. Otra vuelta de espiral.

Don Mateo de Toro y Zambrano usó bien su poder, su dinero, sus posibilidades como ser humano. Don Mateo sabía lo que hacía: había aceptado el cargo de Gobernador de parte de los realistas porque era lo más cuerdo en ese momento y después había entregado el mando ante los patriotas porque ya las condiciones habían cambiado y era lo más indicado en ese nuevo momento. Y la asamblea, sabiamente, lo elige como Presidente. Don Mateo es un personaje especial de nuestra historia. De chiquitito quedó huérfano, pero surgió y llegó a tener una gran fortuna. Sus méritos eran tantos, que el Rey de España -antes de que fuera nombrado Gobernador (interino) de Chile por la real Audiencia con el fin de que calmara los acalorados ánimos de la comunidad chilenale había otorgado los títulos de Vizconde de la Descubierta y Conde de la Conquista. Como vimos, terminó convocando a un cabildo abierto para visualizar el futuro del país. Esos actos significarían el primer paso hacia la independencia de Chile. Fue él quien movió los hilos para que en el país se completara una vuelta de espiral y comenzara la nueva vuelta, la etapa independiente.

Y aquí estamos, después de muchas vueltas. Hoy nos creemos buenos para el fútbol porque estuvimos en el Mundial y nos creemos a punto de entrar en el primer mundo. Que así sea, pero sin olvidar que lo mejor es ir despacito por la piedras, solidarizar con el vecino, no ir chaqueteando ni aserruchando pisos, deportes muy apreciados por nosotros. Aprendamos de Don Mateo. No somos jaguares, y si lo somos, Dios se apiade. Para engrandecer de verdad la patria, tomemos iniciativas de base, hagamos como ciudadanos cosas sensatas y llenas de sentido. Por ejemplo, éstas que siguen después de estos dos puntos finales:

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