Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 51 - Año VIII, Verano 2010
ORÍGENES
Villa del Valle y sus Fundadores

José del Valle Valenzuela era amante de la montaña. Prueba de ello es que desde el año 1930 conocía el sector de “Baños Morales”, teniendo que valerse de cualquier medio de movilización para poder llegar allí, como camiones de la yesera El Volcán, caballo o sus propios pies. En verano, durante las vacaciones, hacía el campamento aprovechando una marquesina calcárea que se encontraba bajo la actual casa de la señora Digna. Se llegaba al frente de las pozas de Baños Morales y, para cruzarlas, se ocupaba un delgado camino de tierra, en zigzag hacia al río, donde había un rudimentario puente de madera apoyado en una enorme roca que había (y hay) en medio de las aguas.

El General de Ejército Jacinto Ochoa, quien tenía una hija inválida que transportaba diariamente a los baños con fines curativos, acampaba donde actualmente se encuentra el “Shopping”. Los baños de ese entonces consistían en cinco pozas de aguas de diferentes colores y temperaturas muy agradables. En la zona sólo habitaba un arriero y la vegetación no existía, salvo espinos o toronjil cuyano. Los víveres debían ser comprados en San Alfonso o San de José de Maipo.

En el año 1934 se construyó en Lo Valdés el refugio Alemán, cuyos propietarios eran del Club Alemán de Excursionistas de Valparaíso. Su administrador, por décadas, fue don Gerardo von Plate, persona muy amable, seria y, sobre todo, servicial. José del Valle Valenzuela comenzó a concurrir en forma permenente al refugio Alemán y también a llevar a sus hijos José y Patricio del Valle Chorba, con quienes hacía continuas excursiones por las montañas de la zona. Así, llegó al refugio Plantat, que se encontraba ubicado alrededor de los 3.800 metros de altura en el mismo volcán San José. Este refugio se caracterizaba porque mientras se ascendía por un angosto sendero, en un recodo, lo primero que se veía era una enorme estatua de bronce representando a un perro con unas piedras rojas como ojos. También hacía excursiones a los Baños de Colina, las Pozas Azules, el Valle de la Engorda, Laguna El Morado, etc.

Con los años aumentaron las facilidades para llegar, pero aún dificultosamente, ya que todo el camino era de tierra. Sin embargo, los amantes de la montaña comenzaron a subir con sus camiones, entre ellos Gregorio Izurieta Grez. Don Gerardo von Plate tenía una camioneta antigua en la que transportaba los alimentos necesarios, sobre todo en invierno debido a que en esa parte el camino quedaba inhabilitado por la gran cantidad de nieve.

Mientras pasaban los años el deseo de José del Valle Valenzuela fue siempre colonizar el sector de Baños Morales. Un buen día llegó a ser alcalde de Peñaflor, cargo que le otorgó muy buenas relaciones, entre ellas la de una familia de apellido Santiago que tenía un hijo llamado Raúl. Sucedió que un día, siempre con el ánimo de colonizar, fue al Ministerio de Bienes Nacionales con el fin de averiguar sobre los trámites a hacerse para conseguir tierras fiscales y construir. Grande fue la sorpresa cuando allí se encontró con este joven Raúl Santiago, quien era ingeniero jefe en esta repartición pública, a quien le sugirió la idea de colonizar el sector donde se encontraban los Baños Morales, idea que fue acogida al cabo de un tiempo. Fue necesario llevar reiteradamente a don Raúl Santiago y su personal para hacer un levantamiento topográfico del sector y confeccionar los planos de loteo en los cuales no existiera peligro de rodados.
DON JOSÉ DEL VALLE VALENZUELA,
FOTO DE LOS AÑOS 20


DON JOSÉ DEL VALLE CHORBA, FOTO DE 2009


DON JOSÉ BERENGUER HERNÁNDEZ,
FOTO DE 2009


DON JOSÉ DÍAZ, FOTO DE 2008

Teniéndose la aceptación legal se procedió a recibir solicitudes para obtener un terreno en el loteo. La única condición exigida por el ministerio era “cerrar el sitio y construir posteriormente”; luego de esto se otorgaba el título de propietario. Cabe señalar que los sitios no se vendían, sino que se otorgaban bajo ciertas condiciones del ministerio. Siendo así, aproximadamente en 1948 José del Valle Valenzuela comenzó a construir un pequeño refugio de madera con una hermosa vista al volcán San José, salvando muchos problemas debido a las dificultades de la ruta propia del sector.

Su hijo José del Valle Chorba también decidió construir, para lo cual invitó a José Berenguer Hernández, compañero de trabajo. José hijo construyó al lado izquierdo del refugio de su padre; al lado derecho, Antonio Corbella construyó un refugio de piedra, hacia el río; José Berenguer Hernández empezó a construir más atrás, en los lotes 24 y 25. Fue necesario llevar materiales de construcción, maestros, carpas y alimentos; todo lo cual llegaba al lado del frente, desde donde se trasladaban a lomo de mula u hombro de los trabajadores, o también en un carro de metal que se deslizaba hacia una hostería que ya por ese entonces existía.

En esos tiempos, José del Valle Valenzuela llevó al lugar a un joven llamado José Díaz para que lo ayudara con la construcción, el cual se quedó en el lugar participando en todas las primeras construcciones y convirtiéndose en una verdadera ayuda, de plena confianza. A él también se le otorgó un terreno, en el que construyó su propio refugio con materiales donados por Antonio Corbella, José Berenguer y José del Valle Chorba. Allí ha hecho su vida de familia hasta ahora.

Todo el sector era muy árido. José Berenguer H. tuvo la idea de forestar las propiedades y para ello se acercó al Ministerio de Agricultura. A través de un conocido llamado Juan Tsukame, consiguió mil ochocientos árboles (pinos, álamos plateados y carolinas). Muchos de esos árboles murieron el primer año debido a las nevazones, pero muchos se salvaron también. Fue José Díaz quien plantó cada álamo por todas partes de la villa. Todo lo verde que hoy se ve en ella es gracias al esfuerzo de estos dos hombres, que consistió no sólo en plantar, sino también en cargar cada árbol desde el frente hacia la villa misma, la cual, hoy, es un oasis.

Villa del Valle fue creciendo, llegaron más vecinos: José Balada, Juan Girald, el señor Morales, Francisco Calvo, Raúl Lobos, los “chicos malos” y otros… Las construcciones y las familias fueron creciendo y se hizo necesario contar con más agua. Había que bajar hacia un estero que traía agua pura de la vertiente para llevarla en botellas o bidones a las viviendas, actividad agotadora para los mayores pero divertida para los niños…

Después, el fundador de la villa hizo analizar el agua de la vertiente en la Universidad de Chile resultando un 100% de agua pura, y como ya se estaba conversando el asunto del agua, José del Valle Chorba, Antonio Corbella y José Berenguer se pusieron en campaña para la instalación de cañerías de plástico negro en todo el sector de la meseta. Tiempo después se cambiaron esas cañerías de plástico por otras de cobre, las que duraron hasta pasado el año 2000, en que otra vez se hizo una nueva red de agua, esta vez de PVC, cambio que afectó a muchos de los antiguos colonizadores ya que la primera red de agua fue hecha por detrás de las viviendas y la nueva por el frente de las mismas, provocando gastos nuevos debido al largo camino que se debe recorrer hoy para llegar a la entrada original del agua hacia las casas.

Las necesidades continuaban y el cruce al loteo era peligroso y difícil por el zigzag hacia el río, además de llegar al frente con los niños, enseres y comestibles. Era imperioso un puente de acceso directo hacia la Villa del Valle. Los tres pioneros (José Berenguer, José del Valle Chorba y Antonio Corbella) se abocaron a su construcción. Para ello se hizo un camino después de Las Amarillas, detrás de la meseta, y en la parte más angosta del río se levantó un puente con rieles de ferrocarriles, resistente hasta hoy en día. Por él han cruzado hasta camiones de minería. Por supuesto, se tuvo que abrir otro camino en las faldas de la meseta, en subida, que llegara hasta la parte plana de Villa del Valle.

Ya se tenía agua en los refugios, se podía llegar a ellos en auto y José Berenguer H. se propuso convertir las pozas de los Baños Morales en tres piscinas con sus respectivos camarines. Para ello y con sus propios recursos llevó maestros, materiales y todo lo necesario: hormigón, mallas, etc. Hoy constituyen un lugar de recreación, relajo y belleza. Y por último, a principios de los años sesenta José Berenguer H. tenía una sorpresa para esa comunidad por la cual ya había hecho tanto: la luz… Había conseguido la instalación de la energía eléctrica con Chilectra, y regalado…

Escrito por José del Valle Chorba
y su hijo Rodrigo del Valle Rojas;
y José Berenguer Hernández
y su hija Viviana Berenguer Rodríguez.

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