Cuando se
desata en todas las latitudes el espiral de la violencia
delictiva y terrorista y, a causa del crecimiento industrial,
se contaminan los aires y las aguas y se desarticula
el ecosistema del mundo alterando el clima y provocando
catástrofes de creciente poder que ponen en riesgo
la supervivencia de la especie humana. En esos momentos,
lo que corresponde hacer es movilizar la suficiente fe
y el suficiente coraje como para enfrentar la evidencia
de que ya no podemos seguir nuestro trajín habitual
por calles interminables como si aún quedara tiempo
disponible para continuar aguantando ese rutinario día
a día. Porque hay momentos en que tú necesitas
encontrarte a ti mismo entre tantos extraños y
caer en la cuenta de quién eres realmente en ese
contexto, y sin creerte un iluminado, reconocer, sin
embargo, que una porción de espíritu te
ha sido dada, y que eso, es decir el misterio, es lo
que te hace vivir. Eso está por sobre tus faltas
y caídas, porque si bien no puedes decir con certeza
cómo será ese mundo que deseas para ti
y los tuyos, estás seguro, sí, de que no
perteneces a este mundo de amos y esclavos del dinero,
que no tienes cuota alguna de poder para explotar a otros
ni deseas alterar y manipular la naturaleza para sacar
provecho de ella en desmedro de otros y de la vida misma.
Pero esa porción de espíritu que te ha
sido dada no tiene nada que ver con tu esfuerzo ni con
tus talentos. Es un don gratuito del cielo que es preciso
cultivar y agradecer.
No
es que vaya a haber un juicio final... el juicio hace
ya mucho tiempo que empezó, mientras dormíamos.
Hoy nos hallamos en medio de sus más acalorados
alegatos. Pero, aunque no sepamos quiénes son
ahí nuestros acusadores, ni nuestros jueces ni
defensores, su finalidad se está cumpliendo, esto
es, separa a los unos de los otros. No se trata de buenos
o malos, porque ocurre que todos somos fallados, y si
de escoger se trata, sería preferible quedar entre
los malos, porque a todas luces los buenos son “ellos”,
y si te arrimas mucho a su tribuna puedes contagiarte
con su bondad, perder tu identidad y volverte un peligro
para la sociedad. La verdad es que en este juicio se
trata sólo de quienes aman y de quienes ganan.
Así de simple.
A ellos
se les ve muy bien concertados. Son vivaces y seguros,
como dice el Viejo Chino, porque son ellos los que hacen
progresar al mundo. Pero algo les está saliendo
mal en el ejercicio del poder que detentan desde hace
más de dos siglos, porque ocurre que so pretexto
de mejorar la vida están obteniendo frutos de
muerte que ya no pueden disimular. Por eso ahora alzan
la voz previendo un probable Apocalipsis, para enseguida
consolarnos con la buena nueva de que el mismo sistema
que nos llevó al desastre es el que puede salvarnos
del colapso, pero a condición de que sus ganancias
no sufran menoscabo.
En
cambio, a los otros se los ve muy desconcertados, en
nada seguros ni vivaces, viviendo en los nichos de existencia,
modos de hacer, espacios mentales y economías
que otros les han fijado. Da la impresión de que
los tienen cogidos por el cuello, porque “ellos” parecen
haber ganado al fin su guerra... Un triunfo bastante
poco honroso, hay que decir, porque a pesar de todas
las precauciones que tomaron, el fermento letal que pusieron
en su obra sube ahora a la superficie a la vista de todos.
Pero ¡cuidado!
Este es precisamente el momento de la gran tentación,
porque si bien no se escucha, ya todos dicen para sí: ¡Sálvese
quien pueda!
Cuando
el carpintero de Nazareth les dice a sus discípulos: “Velad
y orad para no caer en tentación”, la noche
de su aprehensión, se está refiriendo a
la tentación de echar pie atrás, al ver,
sin entender, que el maravilloso Maestro, capaz de resucitar
muertos, es materialmente enemigos.
Porque
en lo que a “ellos” se refiere, bien sabido
es que hacen lo que quieren con las masas indefensas,
hacen lo que quieren con los árboles, la tierra,
los ríos, lagos y glaciares; hacen lo que quieren
con el patrimonio. Ellos moldean la opinión pública
a su antojo, envían ejércitos a aniquilar
pueblos enteros so pretexto de liberarlos. Así puede
el mundo volver a ver cómo se acusa, se humilla,
se flagela y se crucifica al modelo del Hombre, ese que
todos llevamos dentro como una posibilidad siempre cierta
de ser algo más que eso que somos, posibilidad
que “ellos” han procurado cerrarnos desde
siempre, porque son los peores enemigos de nuestro Cristo
que se han visto en la historia, desde aquellos césares
antiguos de todos conocidos.
Es
entonces que se impone para ti dar un vuelco de conciencia
y entender que tu aparente impotencia ante su poder es
también un poder, y más aún, que
por esa porción de espíritu que tienes
dentro eres invencible, en la medida que quieras darte
cuenta de eso y resistas hasta el fin. Eso es lo que
se llama fe, y si por la fe eres invencible, es porque
la fe se comparte, y si alguna luz obtienes de tu porción
de espíritu, es porque ella no te pertenece, porque
es del cuerpo de fraternidad que tú integras con
otros para humanizar la tierra.
Ahora
que has leído esto, piensa que algo quedó atrás
definitivamente, aunque por el momento no se note; y
eso que has dejado atrás es la contaminación
que sufrió tu alma por el dominio que “ellos” han
ejercido sobre nosotros hasta lograr imponernos sus criterios
de verdad sobre las cosas y los hombres. Por eso tu vuelco
de conciencia consiste en revalorar lo que ya tienes,
eso que ellos simulan ignorar desde siempre porque le
temen.
Agosto
de 2007