Por:
Profesor Benedicto González Vargas.
Dentro
de los crímenes contra la Humanidad que tienen
un solo y mismo origen -el desprecio del hombre y su
dignidad-, están el racismo, la discriminación
racial y la xenofobia. Nos ocuparemos de esta última.
Xenofobia proviene del griego Xeno, que significa extranjero,
y Fobia, aversión; así, significa rechazo,
hostilidad al extranjero, es decir, a los originarios
o naturales procedentes de otros pueblos, a los nacidos
y criados en otros lugares al sitio en que residen,
viven y conviven. Cuando los llegan a aceptar
generalmente ya han pasado largos años.
Esta
tendencia a excluir con una intención habitualmente
deliberada y una diferenciación ofensiva a estos
que se llaman aparecidos, esta agresión
y violencia xenófoba, ya se observa en los pueblos
más primitivos. De los pueblos civilizados, los
fenicios y los egipcios creyeron un deber rechazar todo
contacto con los europeos. Igual cosa sucedió
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en
China y en los Estados de la Antigua Grecia. Para Esparta, todos
estos aparecidos eran los sospechosos
y se creía conveniente alejarlos de su territorio, y
sólo correspondía a los magistrados el derecho
a otorgar a algunos extranjeros el título
de ciudadano, por ejemplo a aquellos que sobresalían
en el mando de tropas, a algunos poetas o a médicos que
prestaban auxilio en caso de epidemias. Finalmente, al penetrar
el cristianismo en el pueblo romano reprodujo la caída
y el abandono de la xenofobia.
Sin embargo
hasta el día de hoy, el problema cada cierto tiempo
reaparece para vergüenza de la mayoría de la gente.
La exclusión de estos distintos adopta
diferentes formas y todas ellas se constituyen en factores
de retraso para el progreso de la comunidad. ¡No debemos
conformarnos con deplorar la xenofobia, debemos repudiarla
y condenarla! El refrán dice que lo importante no
es quién naces, sino con quién paces,
lo que nos está enseñando que el trato y la
comunicación son más que el sitio de nacimiento,
la crianza y el linaje, en orden de las costumbres.
Por lo
tanto, se es auténticamente cajonino no simplemente
por tener la suerte de haber nacido y de haber sido criado
en esta tierra, sino por Amor a ella, es decir, por preocupación
activa de su crecimiento y desarrollo.
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