me
gustaban los cuequeros, y yo no sé por qué
no salí aniñado. Porque los gallos eran
medio aquimbados para cantar, con el pañuelo
y la paja en la oreja, y encontraba algo bonito, sobre
todo las voces, aguardentosas, que actualmente son las
verdaderas, porque los mejores cantores de cueca que conozco
yo, no son folkloristas. En el campo, y gente de aquí
mismo que era del campo, como mi mamá, la vecina,
yo les veía cantar cueca. Yo me iba pal otro lado
y decía ésta no es la cueca, ésta
otra sí que es. Yo iba al Parque a la fonda de
los veguinos, ahí donde se juntaban los mejores
cantores de cuecas. Ahí cantaba el Mario Catalán
(Mario nunca ha cantado por plata), también el
Chute Mandioca, El Casucha, El Negro César, El
Guatón Meno, pero que cantorazos, pues
Ahí
cualquier cantor no se iba a meter, pa que le voy
a decir un cantor de estos, de huaso. ¡Ahí
no, ahí hay que cantar! (Nano Núñez,
1914- 2005).
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Por:
Miguel Angel Ibarra.
El
presente número de la revista Dedal de Oro coincide
con la fiesta del 18 de Septiembre, fecha que es
celebrada como el cumpleaños de la
nación/estado chileno (vamos para el bicentenario).
Ocurren las llamadas fiestas patrias. En esta
fiesta, que es pagana (por no ser del calendario católico),
de carácter oficial y nacional, aflora un singular
espacio de chilenidad. Se reproduce y reinventa
entonces todo un despliegue de lo tradicional,
con apoyo desde las instituciones del formato urbano/oficial:
especiales de folclore en las radios, el campeonato interescolar/comunal/provincial
(etc..) de cueca, las fondas y las películas chilenas
retransmitidas por TV, la semana costumbrista, la cueca
bailada por el alcalde, la venta en las calles de los
trajes de chinita (del quechua chino: sirviente),
los niñitos que llegan al colegio disfrazados
de huaso para el acto de fiestas patrias,
las mantas estilo de Doñihue al por
mayor y en oferta, los desfiles, los combos dieciocheros
de los megamercados, el BAFONA, el BAFOCHI, etc
Este
cuadro me dice, en primer lugar, que existe una noción
de Chile como un país cada vez más urbanizado
y homogeneizado. Su población, más que
estar en el campo, está en la ciudad. Se alude
a una cultura popular en la que se inserta
una celebración nacional (las autoridades
decretan cada feriado). Cada 18 del que tengo recuerdo
he visto como se insiste en reforzar y difundir una
identidad mediante una celebración que es creada
de forma un tanto artificiosa, controlada y diría
que hasta perversa. La fiesta del Dieciocho de Septiembre
se transforma en un espacio de manipulación identitaria
desde las elites (económicas, sociales, religiosas,
políticas, culturales, multimediales) hacia los
conglomerados humanos, sean recónditos poblados
o grandes ciudades. Y el artificio pasa obligatoriamente
por el rescate de los emblemas patrios:
se canta y se baila la cueca.
El
18, la cueca se convierte en una obligación. Una
coreografía de pasos rebuscados deja entrever una
construcción formalista, seria al extremo, de aire
nacionalista. Es el baile de las autoridades, de los actos
oficiales. Una actuación que busca reunirnos en
torno a una identidad de tipo centralina. La cueca es
vista como un cuadro atemporal, tremendamente costumbrista,
centrado en la idealización urbana de la vida campestre,
presentada como inocente e ignorante. Sucede aún
en momentos en que las poblaciones y sus expresiones
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están
volcadas sobre las ciudades, abandonando el campo hace ya algún
tiempo.
Según el Director
del Archivo de Música Tradicional de la Universidad
de Chile, el etnomusicólogo Profesor Rodrigo Torres,
la práctica de la cueca urbana, que se concentró
en Valparaíso, San Antonio, Santiago, Rancagua y Concepción,
está muy ligada a las transformaciones que desde 1872
hizo a la capital el en ese entonces intendente Benjamín
Vicuña Mackenna. Lo que él hace es
proponer un plan de urbanización en el que reconoce
lugares donde hay una cultura que es bueno controlar, y también
busca terminar con la mendicidad, por eso una de sus primeras
acciones fue abolir las chinganas, las fondas, los lugares
de divertimento del bajo pueblo, como lo llaman los historiadores.
En ese plano no sólo estaban los marginados de la vida
moderna, sino también toda la migración del
norte y del sur. Ya en ese momento Chile pasa ser una sociedad
más urbana que rural. El roto chileno, indómito,
parado en el hilo, trabajaba en la construcción
de caminos, en la vía férrea, en la construcción
del canal de Panamá, en las minas de oro de California.
Este personaje fue visto de una manera muy negativa, casi
como un sujeto peligroso que había que educar de nuevo.
El académico
también destaca que la cueca urbana cedió
terreno a un modelo típico de la música chilena:
el de los cuatro huasos, que hacían una música
de elite y que enarbolan la bandera de la chilenidad. Sin
embargo, estos grupos paulatinamente fueron incorporando voces
de destacados cantantes de cueca brava. Simbólico es
el caso del Dúo Rey Silva (muy estereotipados en el
rol de huasos), que integraron a uno de los más grandes
de estos cuequeros, Mario Catalán, fusionando ambas
tendencias. De esta forma, ya en los años sesenta los
folcloristas empezaron a demostrar interés por estudiar
este tipo de expresiones urbanas.
Yo
soy un pobre atorrante
Por
las mañanas salgo
en busca de la vida
lo primero que encuentro
la policía
la policía, ay sí
y a lo profundo
de un triste calabozo
por vagabundo
dicen que ando picante
soy atorrante
Este fragmento
de esta cueca, compuesta por Luis Baucha Araneda,
demuestra el espíritu de esta expresión, que
presenta particularidades que la hacen muy distinta de la
cueca campesina (la considerada por muchos como oficial, la
del huaso con espuelas y gran chamanto doñihuano),
pese a que ambas son eje de un evento festivo. Una de las
principales diferencias es que la cueca brava abandona el
ritmo acompasado, lento, y presenta un ritmo más intenso,
diverso, y es menos estereotipada. Desde ese momento y en
ese circuito es asumida como un espacio de competencia masculino,
que otorga prestigio entre sus pares al talentoso que deleita
al público con sus versos, melodías y canto.
Como producto de este espíritu competitivo, donde la
cueca es guerra, esta práctica fue puliéndose
y volviéndose más exigente. Fue así que
en plenos años cincuenta tuvo su época dorada.
Uno de los grupos más destacados de esa época
fue Los Chileneros, un cuarteto de cantores de
esta tradición cuequera que tuvieron la posibilidad
de grabar. Uno de sus discos fue Cueca Brava,
de ahí el nombre que adquirió esta expresión.
Actualmente,
las nuevas generaciones de cuequeros bravos están
compensando lo que ocurrió en la dictadura, cuando
primó un modo de folclor tremendamente rígido,
absurdamente estereotipado, en que la cueca pasó a
ser considerada como un emblema de la nación. Transformar
la cultura en emblema nacional no sólo es crucificarla,
sino también cristalizarla en un rito que no cambia
(Torres, en www.cuecachilena.cl).
La
Voz de Don Nano Núñez
Finalmente
es necesario llamar la atención sobre lo que la cueca
ha perdido con los años, lo que, en definitiva, ha
llevado a la innegable pérdida de su popularidad. Fue
así como don Nano Núñez, con la picardía
y asertividad propias de quien ha pasado gran parte de su
vida inmerso en el mundo de la cueca chilenera, brava, chinganera,
urbana, ésa que se origina en picadas y ambientes populares,
afirmó que la cueca tiene fuerza cuando la canta
el roto, cuando la canta el pueblo. Antes era un diario de
vida, reflejaba las cosas que estaban pasando. Había
un crimen y al día siguiente había una cueca,
cuando Godoy se cayó en la cordillera. Es muy desabría
la que se hace ahora. No tiene fuerza
no es como antes.
La cueca es un duelo de picardía y gracia, no esa cosa
en la que hasta aparece un huaso bailando solo... donde se
ha visto eso. Y don Nano continúa: La cueca
tiene un encuadre, una forma, y eso ya no se respeta. En una
cueca perfecta el buen castellano no funciona y por eso hay
que usar el otro, pa que cuadre. Es embromao, no es
llegar y hacer, explica dando cuenta de la estructura
de este ritmo
Yo creo que si algo es realmente auténtico
debe provocar una reacción, y la cueca se ha ido perdiendo
porque ha perdido eso. Hay una cantidad de ritmos que compiten
con lo que debiera ser nuestro baile nacional, y eso se debe
en parte a que lo que lo hacía ser nuestro baile nacional
se ha ido quedando en el camino. La cueca era lo que era no
porque fuera bonita y hecha en Chile, sino porque era el diario
vivir. La cueca contaba la historia de Chile, y ahora se cantan
siempre las mismas cuecas y eso es pobre, vacío.
Fuentes:
Nano Núñez y Aparcoa en Viña, 1972. Revista
El Musiquero, febrero 1972. Colaboración del periodista
Manuel Vilches.
www.cuecachilena.cl, archivos y documentos vinculados a la
cueca chilena.
Discografía: 1967 Los Chileneros. LP.
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