Por:
Juan Pablo Yañez Barrios.
En
las montañas de Malasia, en la jungla, existe un
pueblo -los Senoi- que, con un nivel primitivo de desarrollo
material, ha alcanzado un alto nivel espiritual. Comparada
con una cultura como la nuestra, la de los Senoi aparece
como muy inferior a causa de su escaso desarrollo respecto
a lo material, pero muy superior en cuanto a desarrollo
de técnicas psicológicas de expresión
y de inserción social. Los Senoi han solucionado
un problema que a nuestras sociedades ataca con fuerza:
el del ocio y la recreación, que, junto a la pobreza,
es la cuna de la criminalidad.
Los
Senoi trabajan pocas horas diarias cultivando sus ricos
suelos, y además se dedican a la confección
de objetos de bambú y palma, a la creación
de nueva música, cantos y danzas, y, principalmente,
a la práctica de aquella actividad que les ha permitido
levantar su gran cultura: la educación de los sueños,
dirigida por chamanes, hechiceros o curanderos poseedores
de un desarrollo psíquico y espiritual inhallable
en nuestras sociedades avanzadas.
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En cierto
modo, cada integrante del pueblo de los Senoi es un brujo sabio
y respetado, y al mismo tiempo un artista creativo. Si un adolescente
aún no lo es, es un aprendiz de ello.
La primera actividad diaria
de los Senoi consiste en reunirse en familia para desayunar.
Entonces, cada cual cuenta los sueños de la noche. Se
relata, se conversa y, finalmente, los mayores indican la forma
correcta o incorrecta de conducta tenida en los sueños
y, dado el caso, la forma en que deberían haber actuado.
Estos guías encauzan sus consejos según una avanzada
técnica psicológica, obtenida de la vivencia directa
del vivir y transmitida de generación en generación.
Una actitud
que debe mantenerse siempre durante un sueño -así
lo indica el chamán- es confrontar y superar el peligro.
Jamás se debe ser víctima, rol que en nuestras
sociedades, con cierto masoquismo, muchos gustan jugar. Si,
por ejemplo, un niño se ve atacado por una bestia y ha
llegado a ser víctima, se le indica que la próxima
vez que se vea en sueños en tal situación, deberá
enfrentar a la bestia para domarla o matarla. Si no es capaz,
deberá pedir ayuda, lo que acentuará su espíritu
solidario. Si el soñante mata a la bestia, el espíritu
de ésta se convierte en su aliado, que lo ayudará
a vencer otros peligros en otros sueños. De este modo,
desde pequeño el ser humano es educado hacia la integración
positiva en su personalidad de lo naturalmente violento.
Otro logro
es alcanzar la cúspide del bienestar en los sueños
placenteros, trátese de comer, beber, volar, tener sensaciones
de paz, vivencias místicas, amorosas o sexuales. Por
ejemplo, en este último caso, se le dice al soñante
que la próxima vez deberá alcanzar el orgasmo,
sea cual sea el acto amoroso con que sueña, incluso si
éste, por cualquier razón, no fuera adecuado para
la realidad. Todo contacto sexual es considerado como una forma
positiva de acercamiento entre el soñante y la persona
que lo acompaña en el sueño, aun si esta persona,
por razones de circunstancias -por ejemplo, una niña
sueña que tiene relaciones con su hermano-, no fuera
la conveniente en la vida real. Así, los Senoi integran
a la personalidad de los niños una actitud natural frente
al bienestar, guiándolos hacia la difícil experimentación
del éxtasis sin trauma, lo que impide desde el inicio
de la vida la formación de estructuras mentales morbosas
que en nuestras sociedades suelen conducir a una vida psíquica
tortuosa cuando la persona se ve enfrentada a los prejuicios
sociales y religiosos.
Hay muchos otros aspectos en la educación de los sueños
de los Senoi. Así, lo negativo de un sueño deberá
ser transformado en positivo. Si una persona sueña con
una caída vertiginosa, ésta deberá ser
convertida en vuelo. Si se muere en el sueño, deberá
aprovecharse la ocasión para tener una buena reencarnación.
Si se sueña que alguien ha sido hostil en su comportamiento
hacia uno, se le comunicará y el otro deberá hacer
un obsequio para mostrar su disposición a la reconciliación.
Si se sueña que un conocido enfrenta un peligro, se deberá
indicárselo y prometer ir en su ayuda si el peligro se
hace realidad. En definitiva, la educación consiste en
llegar a dominar y a dirigir los propios sueños, lo que
implica que el inconsciente aflore hacia la conciencia y, de
este modo, vivir en forma despierta, lo que en concreto desemboca
en una cultura pacífica y espiritual.
Terminadas
las sesiones familiares, los hombres mayores se reúnen
para constituir la asamblea del poblado, en la que se habla
de los sueños más significativos tenidos por cada
grupo familiar. Los chamanes interpretan y explican los significados
de estos sueños, cuyo contenido determina las actividades
para la jornada que comienza, de modo que el quehacer de cada
día tiene su centro en los sueños inmediatos más
importantes de sus miembros.
La cultura
de los Senoi está conformada por gente pacífica,
creativa y solidaria. Son primordialmente vegetarianos, aunque
cazan y pescan en escala menor. Viven en comunidad, comparten
campos, cosechas y viviendas, las que son construidas en una
labor colectiva. Toda su organización social se fundamenta
sobre la ayuda mutua. No se conoce la neurosis ni la psicosis,
ignoran la guerra, hay cooperación en lugar de competencia,
no hay ningún tipo de criminalidad. Se trata de un pueblo
comunitario, pacífico, cooperativo y generoso. El ser
humano puede desarrollarse para vivir así, con la generosidad
sobre la mezquindad, con el amor sobre el odio, con la paz sobre
la violencia. ¿En qué estamos?
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